I.MARÍA Y LA EUCARISTÍA
Con unas sencillas pinceladas, quisiera detenerme brevemente sobre la relación de María con la Ssma Eucaristía, fijando mi atención en algunas posibles ‘fuentes’.
1.1. En el Nuevo Testamento
A primera vista, dice el mismo Papa, el Evangelio no habla de este tema. En el relato de la institución, la tarde del Jueves santo, no se menciona a María. Se sabe, sin embargo, que estaba junto a los Apóstoles, “concordes en la oración” (Hch 1,14) en la primera comunidad reunida después de la Ascensión en espera de Pentecostés[1].
El cardenal Angelo Amato, autor de la voz “Eucaristía” en el Diccionario de Mariología, comienza constatando que el tema de la “relación entre María y la comunidad que celebra la Eucaristía es infrecuente en la gran teología. Y prosigue con la decidida afirmación de que es no sólo legítimo, sino bíblicamente necesario, redescubrir ese nexo profundo. Citando a R. Laurentin, afirma también que no se puede de modo absoluto excluir la presencia de la Madre de Jesús en la última Cena, porque según el rito judío de la cena pascual, correspondía a la madre de familia, y todavía corresponde, encender las luces; es posible, pues, que fuera María la que cumpliera este rito también en la última Cena”[2].
El mariólogo Stefano de Fiores sostiene la misma opinión, aclarando, sin embargo, de antemano que, si la Virgen tomó parte junto a aquellos a los cuales Cristo dijo: ‘Tomad y comed’, en todo caso no estaba incluida entre aquellos a los que se dirigían las palabras de la institución: ‘Haced esto en memoria mía’[3].
Juan Pablo II, después de reconocer en la encíclica que el evangelio no menciona a María en el relato de la última Cena, afirma que su presencia no pudo faltar ciertamente en las celebraciones eucarísticas de los fieles de la primera generación cristiana, asiduos “en la fracción del pan” (ibíd. 2, 42). Y recordando esta presencia de la Ssma Virgen en la celebración de la Cena del Señor, presidida por alguno de los apóstoles, el Papa deja rienda suelta a su corazón para imaginar los sentimientos de la Madre en aquellos preciosos momentos[4].
1.2. En el Magisterio de la Iglesia
La propuesta de María como “mujer eucarística”, no la encontramos en la Escritura; es una expresión inédita, una intuición fruto no tanto quizás de la imaginación, cuanto de la inteligencia y el amor del Papa Juan Pablo II. Pero ciertamente podemos afirmar también que la raíz, el ‘humus’ diría de este título, el Papa lo asumió del Magisterio del Vaticano II y de los Papas antecesores suyos, cuya doctrina le era muy bien conocida.
Recordamos sólo algún texto.
El Concilio en la Constitución dogmática sobre la Iglesia, dedica todo el capítulo VIII a la presentación de las relaciones entre la bienaventurada Virgen María y la Iglesia. En él se afirma que María, por su especial participación en la historia de la salvación, reúne e irradia todos los datos de la fe (LG 65). Y la Eucaristía, Mysterium fidei, pertenece por excelencia a estos datos de la fe. En la línea de la mejor tradición patrística, la LG presenta también a María como “modelo y tipo de la Iglesia, en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo (LG 63).
Unos años más tarde, el Papa Pablo VI, con la Marialis cultus, ofrece, en cierta medida, el desarrollo, en ámbito cultual, litúrgico de la relación María-Iglesia tan subrayada por el Concilio. El Papa Montini ofrece también algunas referencias claras a la relación de María con la Santísima Eucaristía.
Con sus palabras, en efecto, podemos decir que en María, la comunidad cristiana encuentra, el modelo de la actitud espiritual con que la Iglesia celebra y vive los divinos misterios (...), el modelo extraordinario de aquella disposición interior con que la Iglesia, estrechamente asociada a su Señor, lo invoca y por su medio rinde culto al Padre Eterno[5].
Ella, la Virgen oyente, orante, madre y oferente[6], está siempre presente en el sacrificio eucarístico que la Iglesia realiza en comunión con los santos del cielo y, en primer lugar, con la bienaventurada Virgen.
El Papa no menciona aquí explícitamente la Eucaristía, pero es obvia la referencia al Misterio y Sacramento por excelencia, el Mysterium fidei, cumbre y fuente de toda la liturgia cristiana.
No encontramos en estos textos del Magisterio la expresión, ‘made Juan Pablo II’, María ‘mujer eucarística’, sí podemos decir que esta doctrina está – como era lógico pensar – en perfecta consonancia con toda la tradición de la Iglesia.
La ‘fórmula novedosa’ nace y brota, como consecuencia, de la originalidad y capacidad creativa, poética y mística, propias del Papa Woltyla, y de su profunda espiritualidad eucarística y mariana.
1.3 En la liturgia de la Iglesia
La fe secular de la Iglesia, que une a María con la divina Eucaristía, se expresa también desde el inicio del cristianismo, en su lex orandi, la liturgia. Desde la antigüedad, la liturgia ha recordado a la Virgen Madre de Dios en su plegaria oficial, es más, en el corazón mismo de la celebración eucarística.
Desde la Traditio Apostólica hasta la reforma promovida por el Vaticano II, en el corazón de la Eucaristía, aparece la memoria de María, tanto en la tradición occidental como en la oriental. Siempre la Iglesia ha celebrado y celebra el Misterio Pascual del Señor, en comunión con la Virgen Madre de Dios, venerando ante todo su memoria[7] .
Es lo que la Iglesia profesa también explícitamente en el canto, que es una verdadera profesión de fe, Ave verum Corpus natum de Maria Virgine... Lo recuerda Juan Pablo II en la conclusión de su encíclica[8], y hace explícita y devota referencia a él Benedicto XVI, precisamente en el contexto de la Plegaria eucarística: Por eso, (porque la Iglesia ve en María ‘mujer eucarística’ el modelo insustituible de vida eucarística), en presencia del ‘verum Corpus natum de Maria Virgine’ sobre el altar, el sacerdote, en nombre de la asamblea litúrgica, afirma con las palabras del canon: ‘Veneramos la memoria, ante todo de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor’[9].
En la tradición oriental, la santa Madre de Dios, no sólo es invocada en los cánones (Anáforas) como en la liturgia romana y en las otras liturgias occidentales, sino que es representada en el iconostasio frente al altar. Y esto, lo mismo entre los orientales católicos como entre los ortodoxos[10]..
Todos estos testimonios nos dicen cuán acertada es la intuición por la que el Siervo de Dios Juan Pablo II llamó a Virgen Santa ‘mujer eucarística’. Son profundos los lazos existentes entre María y la Eucaristía, porque la Eucaristía es siempre el misterio del Cuerpo de Cristo, nacido de María, ahora glorificado a la derecha del Padre, y sacramentalmente vivo y operante, bajo el velo de los signos del pan y del vino, en el Misterio eucarístico.
Aunque los evangelios no hablen, pues, de ‘la presencia y participación de la Virgen María en el Banquete eucarístico’, - que ‘no pudo faltar’, en palabras del mismo Papa -, él descubre esta ‘profunda relación’ que se puede delinear indirectamente a partir de la ‘actitud interior’ de la Virgen; y por lo mismo Juan Pablo II puede concluir afirmando que María es mujer ‘eucarística’ con toda su vida[11].
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[1] ibíd.
[2] amato a., Eucaristía, en Nuevo Diccionario de Mariología, Paulinas 1986, pp. 720-735; especialmente 723
[3] stefano de fiores, En la escuela de María, mujer eucarística, (Guadalajara, México, 8.X.2008) p. 4, en internet
[4] juan Pablo ii, Ibíd.. 56
[5] Ibíd.., 16.
[6] Pablo vi, ‘Marialis cultus’, nn. 17-20
[7] cf. Hipólito de Roma, Traditio Apostolica; Canon romano; plegaria eucarística de san Basilio...; las plegarias eucarísticas II, III, IV de la liturgia romana (1968)
[8] JUAN Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, 59
[9] Benedicto XVI, ibíd. y Homilía del 8 de diciembre de 2005
[10] AMATO A., ibíd., p. 722
[11] juan Pablo ii, Ibíd. 53
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