martes, 27 de diciembre de 2011

¡FELICES PASCUAS DE NAVIDAD!

La felicitación de nuestra Madre general


Muy queridas hermanas

¡Feliz y Santa Navidad!

 
En el cielo de Belén

los ángeles anuncian a los pastores

la gran alegría pascual del nacimiento de Dios

en nuestra carne mortal.

¿Dónde estaremos nosotras, en esta Noche?

¿Estaremos allí, con María, la Madre y con José,

en el silencio cargado de adoración y de asombro?

Estaremos ciertamente en camino hacia Belén,

la casa del pan bendecido

que será partido y compartido

para la vida del mundo.

¡Es grande el misterio de este Día!

Dejemos entrar a Dios

que ha venido

que viene

y que vendrá

a visitarnos en la paz.

No hay lugar para la tristeza

en el día en que nace la VIDA

y se abre el CAMINO

para quien busca la VERDAD: he aquí

¡Dios ha amado tanto el mundo que entregó a su Hijo

En el poder del Espíritu Santo!

¡Sea bendito Él por los siglos de los siglos! ¡Amén!

¡Feliz Navidad y buen año 2012!

¡En la bendición del Señor!

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Sr. M. Regina Cesarato

y consejeras


miércoles, 21 de diciembre de 2011

MIRADA DE ISABEL

LA MIRADA DE ISABEL


Apenas se oyó el sonido leve de sus sandalias sobre la grava de mi patio, el niño que llevo en las entrañas se estremeció dentro de mí.
-¡Shalom, Isabel!, había dicho ella, y su voz me llenó de una alegría desconocida en la que se desbordaba toda la energía del Espíritu.




Nos abrazamos en silencio y fue entonces cuando tuve el presentimiento de que no éramos sólo tres, ella, mi hijo y yo, quienes nos fundíamos en el abrazo. Cuando nos separamos, puso sus manos sobre mi vientre y me miró riendo al sentir los pies del niño que se movían con impaciencia dentro.
Nos sentamos a la sombra del limonero y le hablé largamente de los difíciles años de mi esterilidad, tejidos de desolación y de oscura vergüenza. Le conté que, lo mismo que Raquel, también yo había deseado mil veces decirle a Zacarías: "Dame hijos o me muero" (Gen 30,1), aunque sabía que, lo mismo que Isaac por Rebeca, también él rezaba por mí para que el Poderoso retirase mi afrenta.

Había pasado infinitas noches desahogando mi corazón ante el Señor como Ana, la madre de Samuel, suplicándole que remediara mi humillación (1Sm 1,10-16). Y a pesar de que conocía la historia de Sara, también sonreí con incredulidad cuando Zacarías volvió mudo del santuario y trató de hacerme entender que nuestra oración había sido escuchada… No fui capaz de creerlo hasta que tuve la certeza de que en mi seno se había alumbrado la vida: el Señor se había acordado de mí lo mismo que de nuestras madres, y me había visitado con el don de la fecundidad. Por eso necesité esconderme muchos meses: tenía que dar tiempo a mi corazón para agradecer en el silencio y la soledad que el Señor me hubiera desatado el sayal de luto para revestirme de fiesta.


Cuando terminé mi relato comenzó a hablar María y pude asomarme al brocal del pozo que escondía su misterio. Al escucharla, mis ojos deslumbrados sólo conseguían ver su rostro reflejado en el agua: contemplé la imagen resplandeciente de la llena de gracia y reconocí a la verdadera hija de Sión convocada a la alegría, a la elegida para ser el orgullo de nuestro pueblo. La alabanza me nació de dentro: "¡Bendita seas entre todas las mujeres, bendito el fruto de tu vientre…! Dichosa tú que te has fiado de Dios como nuestro padre Abraham…"
Recibió mis palabras como acoge el agua clara de un arroyo al sol que ilumina su fondo pero, al volver a hablar, me di cuenta de que deseaba hacerme ver a través de ella, el rostro de Otro.


-“No te pares en mí, Isabel, es a Él a quien tenemos que dirigir la bendición, al que se ha inclinado a mirar a la más pequeña de sus hijos, y en mí ha visto a todos los que como yo no poseen ni pueden nada y se apoyan solamente en Él. Porque cuando alguien confía en su amor, Él hace cosas grandes y lo sienta a su mesa, mientras que a los que se creen algo, los aleja de su presencia.
Yo sólo era una tierra vacía y pobre pero Él ha pronunciado sobre mí su palabra y, como en la primera mañana de la creación, ha hecho brillar la luz de un nombre nuevo, el del hijo que está creciendo dentro de mí. Dios se ha acercado tanto que nos pertenece como la semilla a la tierra que la ha hecho germinar.


Yo sólo podía decir: "Aquí estoy, hágase…" y dejar atrás cualquier inquietud. No sé cómo va a suceder todo esto, pero estoy al amparo de su sombra y mis ojos están puestos en Él, como los de una esclava en las manos de su señora… (Sal 123,2)


Nos quedamos en silencio y de pronto sentí que acariciaba mis manos ásperas y rugosas y repetía:
-"Como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora"... Anda, Isabel, dime dónde guardas el cántaro y no te muevas tú, que yo me voy a traer el agua para lavar la ropa.


Antes de atravesar el umbral se volvió hacia mí y dijo:
- "Aún no te he dicho el nombre de mi hijo: se va a llamar Jesús…"
El nombre se quedó suspendido en el sosiego de la tarde y, mientras la miraba alejarse cantando, supe que ella era ahora la verdadera Arca de la Alianza y pensé que era aquí donde Zacarías tendría que realizar su ofrenda para que el aroma del incienso se mezclara con el de hierba segada, leña y pan recién hecho. Porque el Santo de Israel habitaba ya en otro santuario, en aquella muchacha que, con un cántaro al hombro, iba dejando a su paso un rastro de silencio y una algarabía de pájaros en los cipreses que bordean el camino hacia la fuente.


Dolores Aleixandre - ("Contar a Jesús" Ed. CCS)


"Embargada por el amor de Dios, María hace de su vida un don a favor de todos.
Señor, haznos entrañables imitadores de esta apertura de tu Madre hacia el prójimo"

domingo, 11 de diciembre de 2011

LA EUCARISTÍA COMUNIÓN CON CRISTO Y ENTRE NOSOTROS

L Congreso Eucarístico Internacional
Índice del Texto Base


  Primera parte:
Una oportunidad de oro
I. Introducción
a. El 50° Congreso Eucarístico Internacional
b. ¿Qué significa Comunión?
c. La relevancia del tema
d. La Eucaristía en Irlanda
e. Hermanas y hermanos en Cristo
f. Un Congreso Eucarístico para todos

II. Caminando juntos hacia el Congreso Eucarístico 2012
a. Promoviendo la eclesiología y la espiritualidad de comunión
b. Evangelización
c. Una historia para guiarnos: los discípulos en el camino de Emaús  
Segunda parte:
Las partes de la Misa como una guía hacia el tema del Congreso

III. Los ritos iniciales de la Misa: Caminando en comunión con Cristo y con nuestro prójimo
a. Cristo Crucificado y Resucitado, nos reúne
b. El acto penitencial y la oración “colecta” – en mutua solidaridad

IV. La Liturgia de la Palabra: Comunión con Cristo en la Palabra
a. La doble mesa de la Palabra y del Pan de Vida
b. La Palabra nos une, a través del poder del Espíritu Santo, haciéndonos “semejantes a Cristo”.
c. La homilía, la profesión de fe y la oración de los fieles

V. La Liturgia Eucarística: Comunión con Cristo en la Eucaristía
a. Correspondiendo a la Última Cena
b. La preparación de los dones: signos de amor, acción de gracias y comunión
c. La Plegaria Eucarística – una acción de gracias común a Dios Padre
i. La epíclesis – reunidos por el Espíritu Santo
ii. La anámnesis – Un memorial comunitario
iii. La consagración – Jesucristo, fuente de comunión transformadora, está real, verdadera y substancialmente presente
iv. El banquete del sacrificio – nuestra participación en el sacrificio de entrega de Cristo

VI. El rito de la Comunión: Respondiendo “amén” a lo que somos
a. Recibiendo la Sagrada Comunión
b. La Eucaristía nos hace uno
c. La comunión espiritual

VII. El rito de conclusión: Hechos uno para que todos seamos unoa.
a.  La despedida
b. Tomando como guía el ejemplo de Cristo en el lavatorio de los pies.

VIII. Conclusión

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10. El apóstol Pablo, en su Primera Carta a los Corintios, reflexiona acerca del significado de la Eucaristía como presencia, banquete de comunión y sacrificio (Cf. 1 Cor 10,16-22). Está escribiendo a una comunidad que había sido enriquecida con muchos dones y funciones, pero en la que también había serias divisiones. San Pablo quiere hacerles comprender que estamos unidos en comunión por la Eucaristía. Escribe:
 “El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión de la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión del cuerpo de Cristo? Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan” (1 Cor 10,16-18). La palabra que usa Pablo para “compartir” es “comunión”. Al recibir la Eucaristía, los muchos miembros de la comunidad se convierten en uno, es decir, comparten tan profundamente el Cuerpo y la Sangre de Cristo que, juntos, se convierten en el cuerpo de Cristo. Así, Jesucristo es quien da sentido y armonía a la diversidad de dones y funciones. La gente no pertenece a Cristo simplemente como si fueran miembros de una asociación social o corporación formada por Él, sino que son atraídos, en un sentido muy real y a través de la Eucaristía, hacia una profunda unión personal con Cristo Resucitado y unos con otros.
11. El apóstol Pablo siente que tiene que reevangelizar a la comunidad de Corinto en cuanto a lo que significa comunión. Por eso ofrece un relato muy antiguo de la Última Cena (1 Cor 11, 17-33), como si subrayara que en el misterio pascual, anticipado sacramentalmente por la Última Cena, encontramos el código genético de la identidad de la Iglesia como comunión. Después de todo, fue la ofrenda de sí mismo que hizo Jesús con su Muerte y Pasión la que obtuvo la salvación para la humanidad, y la salvación puede ser entendida como comunión con Cristo y, por lo tanto, entre nosotros. Ahora, la Eucaristía nos permite y nos invita a vivir esta comunión en nuestras vidas. Esto implica una lógica de reconciliación, tolerancia y mutua disponibilidad.

(de la Introducción del TEXTO BASE)

 

jueves, 8 de diciembre de 2011

INMACULADA CONCEPCIÓN

La INMACULADA CONCEPCIÓN de María



La solemnidad de la Inmaculada Concepción no es la Fiesta litúrgicamente o teológicamente más importante de la Virgen Madre de Dios.

La Asunción, pascua de María, es ciertamente la coronación de todas las celebraciones con que la Liturgia de la Iglesia honra a la Santísima Virgen.

Pero, a lo mejor por ser española, o por tradición de mi familia, o por el mismo nombre que mis padres quisieron para mí en el Bautismo, ésta es la Fiesta o por lo menos una de las fiestas más entrañables para mí. La espero, la celebro, me hace sentir el eco de la devoción de mi madre Josefa y la celebración de muchos años y personas, en las más variadas circunstancias…


Trascribo algo precioso que leí del papa Benedicto XVI:

Celebramos hoy una de las fiestas de la bienaventurada Virgen más bellas y populares: la Inmaculada Concepción. (…). El fundamento bíblico de este dogma se encuentra en las palabras que el ángel dirigió a la muchacha de Nazaret: «Alégrate, llena de gracia» es el nombre más bello de María, nombre que le dio el mismo Dios para indicar que desde siempre es la amada, la elegida, la escogida para acoger el don más precioso, Jesus, «el amor encarnado de Dios». Le Virgen misma en el «Magnificat», su cántico de alabanza, dice esto: «Engrandece mi alma al Señor… porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava». Sí, Dios se sintió prendado por la humildad de María, que encontró gracia a sus ojos. (…). Ésta es también la misión nuestra vocación y nuestra misión, la vocación y la misión de la Iglesia: acoger a Cristo en nuestra vida y entregarlo al mundo «para que el mundo se salve por él». Mientras salimos al encuentro de Dios, que viene, miremos a María, «que brilla como signo de esperanza segura y de consuelo para el pueblo de Dios en camino».


María de manera singularísima pudo decir – y en la liturgia, con ella lo decimos nosotros también: ¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo! (…). Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e inmaculados ante él por el amor (…), seremos alabanza de su gloria.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Os bautizará con Espíritu Santo

II DOMINGO DE ADVIENTO
Padre Dios, tu Palabra en la liturgia de este segundo domingo de Adviento resuena dentro de mí con acentos de consuelo, de esperanza, de buena noticia.

En efecto, comienza la buena noticia de Jesucristo, Hijo de Dios”.
Consolad, consolad a mi pueblo, hablad al corazón de JerusalénAquí está vuestro Dios”.

El Señor Jesús, el Hijo de Dios que viene sin tardar a nuestra historia, es el buen, el hermoso Pastor”, que apacienta y reúne el rebaño, que “toma en brazos a los corderos y hace recostar a las madres”.
Esta Palabra de consuelo se la dices al corazón de la madre Iglesia, la nueva Jerusalén, para que ella, y en ella todos los bautizados, cada cristiano que escucha y graba en el corazón la Palabra acogida y escuchada, la grite, con todos los medios, al corazón dolorido o desesperanzado de tantos hombres y mujeres de nuestro mundo, hermanos nuestros.


“Padre, rico en misericordia,
cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo,
no permitas que lo impidan los afanes de este mundo,
guíanos hasta él con sabiduría divina
para que podamos participar plenamente de su vida”.


Cristo Jesús, Maestro y Pastor bueno, bautízanos con el Espíritu Santo y haznos heraldos de tu buena noticia, de la Buena Noticia que eres Tú, el Salvador que viene a liberarnos de todas nuestras zonas de muerte y de pecado.
«Si te tengo ya hablado todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra cosa que te pueda revelar o responder que sea más que eso, pon los ojos sólo en él; porque en él te lo tengo puesto todo y dicho y revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides y deseas...» (S. Juan de la Cruz)
«El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa (...)
Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa; el páramo será un estanque, lo reseco un manantial».