4. Algunas consideraciones sobre el Rito de la exposición,
la Adoración y la bendición eucarística
Los números
91 y 92 se detienen con detalle sobre el ministro de la exposición; según
las posibilidades, y por este orden: el presbítero, el diácono, el acólito, un
ministro extraordinario de la
Comunión u otra persona delegada por el Ordinario del lugar. El
Ritual determina también la vestidura que han de llevar los ministros: desde el
alba y la estola para el presbítero o diácono, hasta «un vestido que
no desdiga de este ministerio» en los otros casos.
Para el rito de la exposición, merece atención particular el número
93, en el que se indica que el verdadero lugar de la exposición es el
altar, cubierto con un mantel: «Póngase el copón o la custodia sobre la mesa del
altar». Sigue la concesión – «se puede utilizar» – el trono o expositorio, con la condición de que no sea «en un lugar
demasiado alto y distante».
Esta rúbrica ciertamente recuerda de forma por lo
menos implícita, aunque también evidente, la relación entre la exposición eucarística y la celebración.
Y para subrayarla de forma más explícita, pide que en la Misa que precede inmediatamente
a la exposición, si se trata de la exposición solemne y prolongada, se consagre la hostia que se ha de exponer. (RSCCE 94).
Todo el desarrollo ritual de la exposición tiene el
fin de explicitar que la adoración eucarística, el culto fuera de la Misa es prolongación de la Celebración , que es
siempre el punto de referencia central.
Al hablar de la exposición prolongada o breve de la sagrada Eucaristía, hemos
recordado la importancia singular que tienen los dos números que tratan
explícitamente de la adoración eucarística en el Ritual, los números 89 y 95. Ratifican
ante todo un principio fundamental que ha de presidir el culto al Señor Jesús presente
en las sagradas Especies: «que los fieles atentos a la oración se dediquen a
Cristo el Señor» (RSCCE 95); que la oración esté realmente centrada
en la persona de Cristo Jesús.
Es muy importante esta recomendación, para que el
tiempo de la adoración no decaiga en una piedad, sin incidencia en la vida
cristiana, descentrada, en la que se intente quizás llenar el tiempo con otras
prácticas de piedad o con moniciones o predicaciones que no lleven de manera
directa a una mayor estima del misterio eucarístico.
Es importante, para favorecer esto, tener siempre
presente la finalidad de la exposición solemne de la Eucaristía , como
explicita el número 82 del Ritual, ya recordado más arriba. Ciertamente puede ayudar para vivir el espíritu de la
adoración eucarística, según la mens Ecclesia, tener
presente lo que sugiere el mismo número 95 del Ritual, como ya lo hacía el número
89: lectura de la sagrada Escritura, cantos, preces, y que no falte «el
silencio sagrado».
Una concesión positiva para la exposición
durante un tiempo prolongado es la posibilidad de celebrar
alguna hora de la Liturgia
de las Horas ante el Santísimo (RSCCE 96). Considerando la adoración como una «prolongación de la gracia del sacrificio», y medio para fomentar las «disposiciones debidas que permitan celebrar con la devoción
conveniente el memorial del Señor y recibir frecuentemente el pan que nos ha
dado el Padre» (RSCCE 80), este
número del Ritual coincide con los contenidos del párrafo de la Ordenación General
de la Liturgia
de las Horas número 12: «por su medio las alabanzas y
acciones de gracias que se tributan a Dios en la celebración de la Eucaristía se amplían a
las diferentes horas del día, y las súplicas de la Iglesia se dirigen a
Cristo y, por él, al Padre en nombre de todo el mundo».
En este número
96 se habla de «exposición durante un tiempo
prolongado». Entonces es
cuando tiene pleno sentido la unión de la adoración con una Hora del Oficio
divino. Con ello, las prerrogativas del misterio eucarístico se extienden a las
diversas horas del día o de la noche.
Resulta claro,
pensamos, que, así como no se expone el Santísimo únicamente
para dar la bendición,
tampoco se expone únicamente para celebrar las Vísperas u otra Hora del Oficio.
Los números 97-99
del Ritual son de carácter ritual y ofrecen las rúbricas relativas a la Bendición eucarística «hacia el final
de la adoración», cuando preside el «ministro ordinario»,
sacerdote o diácono. El número 98 contiene también la oración antes de la
bendición. Ya el número 91 había determinado que, en caso de que no haya
ministro ordinario, los otros ‘ministros’ omitida la bendición, «al final de la
adoración, guardan el Sacramento en el sagrario», sin
ningún otro rito particular.
De forma muy breve, el Ritual cierra todo esta
parte dedicada a la exposición de la sagrada Eucaristía con la normativa relativa a la reserva del Sacramento
en el sagrario. No ofrece ningún comentario a este rito,
que es muy simple; sólo se indica que el pueblo puede hacer alguna aclamación.
Hablando de la reserva eucarística, puede ser oportuno recordar el número
5 de este Ritual, por su importancia; de forma clara y concisa expone «la
finalidad de la reserva de la Eucaristía». Creo que ha sido la comprensión de
esta «finalidad» la que ha estado como leitmotiv, motivación teológica de todo el tema sobre la exposición y adoración
del Señor Jesús en el Misterio eucarístico. «El fin primero y primordial
de la reserva de la
Eucaristía fuera de la Misa es la administración del Viático; los fines
secundarios son la distribución de la comunión y la adoración de Nuestro Señor
Jesucristo presente en el Sacramento. Pues la reserva de las especies sagradas
para los enfermos ha introducido la laudable costumbre de adorar este manjar
del cielo conservado en las iglesias…».
5. Las
Procesiones eucarísticas
La segunda forma de culto a la Eucaristía , que
recuerda el Ritual, es la de las Procesiones eucarísticas, que podemos
considerar una forma particular de «exposición del Santísimo». En efecto,
Jesucristo, presente en la custodia, recorre y «se expone» para su pueblo, que
hace testimonio público de su fe y piedad hacia él, presente real y
sustancialmente en la Eucaristía.
Corpus Christi en la parroquia de Sta. Teresa de Toledo |
Entre estas procesiones, «reviste especial
importancia y significación en la vida pastoral de la parroquia o de la ciudad
la que suele celebrarse todos los años en la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo» (RSCCE n. 102).
Creemos que sigue siendo actual su significación también
hoy, como signo colectivo de fe y de adoración. Naturalmente el Ritual recuerda
que es responsabilidad de los pastores el tener en cuenta estas mismas «circunstancias»,
a la hora de organizar las procesiones por las calles de los pueblos y
ciudades.
En el apartado relativo a las procesiones
eucarísticas, se encuentra la referencia que éstas también siempre han de tener
con la celebración de la Eucaristía :
«Conviene
que la procesión con el santísimo Sacramento se celebre a continuación de la Misa , en la que se consagre
la hostia que se ha de llevar en procesión». (n. 103).
El número siguiente (104), habla sobre el ornato de las calles y plazas, por donde
pasará la sagrada Eucaristía, y permite también que se hagan algunas paradas
incluso con la bendición eucarística.
Se recuerda el principio que ya hemos subrayado comentando
el n. 95 de este Ritual:«que los cantos y oraciones que se tengan se
ordenarán a que todos manifiesten su fe en Cristo y se dediquen solamente al
Señor».
También se determinan las vestiduras del sacerdote
que lleva el Sacramento: pueden ser las mismas que en la Misa o la capa pluvial. (n. 105).
Se pueden utilizar cirios, incienso y palio, «según
los usos de la región» (n. 106).
En el número
107 se expresa casi el deseo de que la
procesión eucarística «vaya de una iglesia a otra, aunque, si las
circunstancias lo aconsejan, puede volver a la misma iglesia de la que salió».
Se concluye la procesión, lo mismo que la adoración,
con la bendición eucarística «con la que acaba la procesión y se reserva el
santísimo Sacramento».
6. Los
Congresos eucarísticos
Son una «peculiar manifestación del culto
eucarístico, como una “Statio”. Su característica, especialmente si son internacionales,
pero también los nacionales o diocesanos, es que la iniciativa parte de «una
Iglesia local que invita a otras Iglesias de la región o de la nación o del
mundo entero», para realizar el fin principal de los Congresos eucarísticos: «profundizar
juntamente el misterio de la
Eucaristía bajo algún aspecto particular, y venerarlo
públicamente con el vinculo de la caridad y de la unidad».
a)
«Una catequesis más profunda y
acomodada a la cultura de los diversos grupos humanos acerca de la Eucaristía ,… misterio
de Cristo viviente y operante en la
Iglesia ;
b)
participación más activa en la sagrada
liturgia, que fomente la escucha religiosa de la palabra de Dios y el sentido
fraterno de la comunidad;
c)
Una investigación de los recursos
y la puesta en marcha de obras sociales para la promoción humana y para la
debida comunicación de bienes…: para que el fermento evangélico se difunda
desde la mesa eucarística por todo el orbe» (n. 111).
El tercer elemento pone en evidencia la
inescindible unidad entre la
Eucaristía y la caridad, la caridad interpersonal y la
caridad social. Tema importantísimo que cada vez los congresos eucarísticos nos
vuelven a recordar, y estas «obras sociales» permanecen como «monumentum», memoria de la fe y de la celebración pública del misterio eucarístico
y «fuerza de edificación de la sociedad actual y prenda de la futura».
El último número del Ritual sobre la sagrada
comunión y el culto a la Eucaristía
fuera de la Misa
vuelve sobre el que ha sido como la línea roja de todo el Ritual: la
centralidad de la
Celebración eucarística en
todo el desarrollo del Congreso.
El Ritual pide explícitamente: «La celebración
de la Eucaristía
sea verdaderamente el centro y la culminación a la que se dirijan todos los
proyectos y los diversos ejercicios de piedad».
Y no podía faltar, en este apartado la invitación
al culto eucarístico fuera de la
Misa : que haya «adoración prolongada ante el santísimo Sacramento
expuesto, en determinadas iglesias…».
Cuando las condiciones sociales y religiosas del
lugar lo permitan, se hará también una procesión eucarística. (n.
112).
Con este número concluye el Ritual, toda la parte
dedicada a los Prenotandos sobre la sagrada Comunión y el culto a la Eucaristía fuera de la Misa. Siguen , como en
todos los Rituales de los Sacramentos, Textos de la Palabra de Dios y de la
eucología para la celebración de la sagrada comunión y para el tiempo de
adoración a la sagrada Eucaristía.
7. Conclusión
Dando una mirada de conjunto a todo el capítulo III
del Ritual, se observa que las implicaciones celebrativas y rituales en todo
momento han sido motivadas por implicaciones teológicas y pastorales, explicitadas
casi siempre en sus ‘Observaciones previas o Prenotandos’.
Subrayaremos sólo algunas de las que nos parecen
más evidentes e importantes para la piedad eucarística.
Algunos elementos celebrativos relativos al ornato
en la exposición, a los cirios que hay que encender durante la exposición del
Sacramento, la prohibición de celebrar la Misa en la misma nave donde está expuesto el
Santísimo, están justificadas por principios teológicos, que el mismo Ritual se
encarga de enumerar. El ornato y modo de la exposición tiene que recordar ante
todo el fin de la exposición, y también tiene que tener en cuenta dos
principios teológicos importantes, uno positivo y otro negativo: que manifieste su
relación con la Misa
y que no oscurezca el deseo del Señor en la institución de la Eucaristía : la Eucaristía ha sido instituida
por Jesús ante todo “para ser ‘alimento’: «Tomad y comed…Tomad y bebed».
Es principio dogmático que la Iglesia ha mantenido siempre, explicito de manera
directa en el Concilio de Trento. Un principio que, no entendido según la mens
Ecclesia, ha llevado a no pocos a poner en duda la ortodoxia la adoración
eucarística fuera de la Misa.
Se ha escrito y debatido abundantemente sobre este
tema.
El Papa emérito Benedicto XVI en el n. 66 de la Sacramentum Caritatis ,
ya citado más arriba, escribe: «Una objeción se basaba en la observación de que
el Pan eucarístico no habría sido dado para ser contemplado, sino para ser
comido. En realidad, a la luz de la experiencia de oración de la Iglesia , dicha contraposición
se mostró carente de todo fundamento. Ya decía san Agustín: “nadie come de esta
carne sin antes adorarla”».
También aparece bien explícita en el Ritual la
relación entre el Sacrificio eucarístico y el culto de adoración: como
subtítulo que abre los Prenotandos del Ritual, y vuelve a ser subtítulo en la
parte relativa a la exposición. Y l n. 80 resume con pocas palabras, pero con claridad
este principio, que está en la base de toda la doctrina sobre la adoración
eucarística: «Los fieles, cuando veneran a Cristo presente en el Sacramento, recuerden
que esta presencia proviene del Sacrificio y tiende a la comunión sacramental y
espiritual».
La prohibición de celebrar la Misa en la misma nave donde
está la exposición de la
Eucaristía , ofrece una razón importante para la teología
eucarística de la adoración: «la exposición tiende a llevar a los fieles a la
comunión interna». Tiende a que el adorador se
prepare a la celebración eucarística «con las debidas disposiciones».
Al mismo tiempo, la oración silenciosa ante la Eucaristía favorece la
asimilación de la Palabra
y de las actitudes de Jesús, hasta el punto de hacer propias sus intenciones, y
sentimientos. La adoración eucarística
tiende a ser verdadera «comunión espiritual», comunión en el Espíritu,
que lleve al adorador a la unidad de vida con Cristo Jesús (cf. Ga 2,20).
Ya hemos intentado subrayar alguna otra confluencia
de implicaciones celebrativas con la doctrina sobre la Eucaristía , por ejemplo
el n. 85 relativo al número de las velas que se encienden: «las mismas que
en la Misa». Es importante el principio expuesto, porque los
signos: velas, flores, cantos, etc. son expresión de los principios que se
viven.
Recordando muchas adoraciones eucarísticas y horas
santas en años anteriores a la reforma del Vaticano II, vemos que la manifestación a través de los
signos: luces, velas, música, oraciones hacían pensar y sentir la adoración era como el momento culminante, la más grande
expresión de la fe y adoración de la santísima Eucaristía.
No criticamos aquellas adoraciones. Ciertamente
muchas personas se han santificado viviendo aquella espiritualidad y formas de
expresión de la piedad eucarística. Yo recuerdo personalmente el impacto que
recibí entrando en la
Congregación de las Discípulas del Divino Maestro, con la
solemne exposición del Santísimo desde la Misa de la mañana hasta la bendición eucarística
por la tarde. Lo recuerdo con gratitud, mientras doy sinceras gracias a Dios
por la reforma litúrgica.
Por obra del Espíritu Santo, presente y vivo en la Iglesia , los padres
conciliares del Vaticano II y la reforma sucesiva nos han regalado la Constitución litúrgica,
la instrucción EM y el Ritual que hemos intentado presentar. Podemos decir,
agradecidos, que hoy se vive el principio que es como núcleo de toda la
teología y piedad eucarísticas: «La celebración de la Eucaristía es el centro
de toda la vida cristiana…, es realmente el origen y el fin del culto que se le
tributa fuera de la Misa ».
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Concepción
González, pddm
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