Domingo
IV de Pascua - Domingo del "Buen Pastor"
Hemos llegado
a mitad del camino de la Cincuentena Pascual. Después de haber contemplado al Señor
Resucitado en sus apariciones a los discípulos, escuchamos hoy, en el “domingo del Buen Pastor”,
la definición de Jesús: "Yo soy el buen Pastor", el Pastor bueno, hermoso, que da la vida por las ovejas”, el
Pastor que conoce sus ovejas, igual que el Padre le conoce a él.
Éste es el domingo
en el que la Iglesia entera reza en particular "por las vocaciones".
El Santo Padre Benedicto XVI escribe en el Mensaje para esta Jornada Mundial de oración por las vocaciones: “En todo momento, en el origen de la llamada divina está la iniciativa del amor infinito de Dios, que se manifiesta plenamente en Jesucristo (…) Tenemos que abrir nuestra vida a este amor, cada día Jesucristo nos llama a la perfección del amor del Padre. La grandeza de la vida cristiana consiste en efecto en amar “como” lo hace Dios. En este terreno oblativo, en la apertura al amor de Dios y como fruto de este amor, nacen y crecen todas las vocaciones. Sobre todo que la Eucaristía sea el centro “vital” de todo camino vocacional: es aquí donde el amor de Dios nos toca en el sacrificio de Cristo, expresión perfecta del amor, y es aquí donde aprendemos una y otra vez a vivir la «gran medida» del amor de Dios. Palabra, oración y Eucaristía son el tesoro precioso para comprender la belleza de una vida totalmente gastada por el Reino”.
El Santo Padre Benedicto XVI escribe en el Mensaje para esta Jornada Mundial de oración por las vocaciones: “En todo momento, en el origen de la llamada divina está la iniciativa del amor infinito de Dios, que se manifiesta plenamente en Jesucristo (…) Tenemos que abrir nuestra vida a este amor, cada día Jesucristo nos llama a la perfección del amor del Padre. La grandeza de la vida cristiana consiste en efecto en amar “como” lo hace Dios. En este terreno oblativo, en la apertura al amor de Dios y como fruto de este amor, nacen y crecen todas las vocaciones. Sobre todo que la Eucaristía sea el centro “vital” de todo camino vocacional: es aquí donde el amor de Dios nos toca en el sacrificio de Cristo, expresión perfecta del amor, y es aquí donde aprendemos una y otra vez a vivir la «gran medida» del amor de Dios. Palabra, oración y Eucaristía son el tesoro precioso para comprender la belleza de una vida totalmente gastada por el Reino”.
Subrayo la
expresión en la que el Papa pide que «la Eucaristía sea el centro “vital” de todo
camino vocacional», porque es en la Eucaristía “donde el amor de Dios nos toca
en el sacrificio de Cristo”.
En la eucología de este domingo
encuentro sobre todo la oración sobre las ofrendas que resalta la importancia y
actualización del sacrificio de Cristo en el Memorial eucarístico, una oración
que la liturgia nos ha ofrecido y ofrecerá también en varias ferias de esta Cincuentena Pascual que estamos
viviendo:
“Concédenos, Señor, que la celebración de estos misterios pascuales
nos llene de alegría
y que la actualización repetida de nuestra redención
sea para nosotros fuente de gozo incesante”
Me agrada transcribir el comentario a esta misma oración que hacía nuestro Pastor, Don Braulio, en el escrito semanal que en el “Padre nuestro” dirigía la semana pasada a los cristianos de Toledo.
«Quiero fijar mi atención en la frase «actuación repetida de nuestra redención» contenida en esa bella oración del domingo del Buen Pastor. Se está hablando, sin duda, de la Eucaristía, en concreto de ese momento de la celebración en que el sacerdote se dispone a empezar la oración eucarística. Significa que la alegría que difundió en su momento histórico la resurrección de Cristo, como victoria sobre la muerte, ahora tiene su «lugar» de actuación en la Eucaristía. Y es que la Eucaristía podemos decir que es el Misterio Pascual en acción. De ahí su importancia vital para el cristiano.
En realidad
con la Eucaristía se juegan muchas cosas en la Iglesia. Estoy convencido de que
cualquier cristiano que haya experimentado el encuentro con Cristo resucitado
comprende en seguida la importancia de la Misa dominical. La Eucaristía es la
fiesta de los de casa en el domingo. No podemos invitar a la misa a quien no
conoce a Jesús, ni ha oído, ni sabe que ha resucitado. Es empezar la casa por
el tejado. Es preciso que los bautizados comprendan al menos el valor de la
Eucaristía dominical, que «es el Cristo
crucificado y glorificado quien pasa en medio de sus discípulos para
llevárselos juntos hacia la renovación de su resurrección», como decía
Pablo VI en una conocida exhortación apostólica sobre la alegría cristiana
(Gaudete in Domino, 77).
Sin duda que
es preciso insistir oportuna e inoportunamente sobre la fidelidad de los
bautizados a la celebración festiva y gozosa de la Eucaristía, porque las cosas
esenciales las olvidamos pronto o la debilidad nos impide persistir en los
buenos propósitos, pero poco conseguiremos si en la formación en la fe, en la Iniciación
Cristiana en general, no mostramos cuál es el significado profundo de la Eucaristía
y su celebración: encuentro en la comunidad de la Iglesia con Cristo
resucitado, que da alegría a nuestra vida. Para alcanzar esta persuasión hay
que echar mano de muchos recursos y tener hoy la comunidad cristiana de los Hechos
de los Apóstoles lo que tenía las comunidades primeras. Aquel asombro de poder celebrar la
Eucarístía, haciendo memoria del Misterio Pascual de Cristo, que vuelve cada vez que
nos reunimos según nos mandó, sobre todo el domingo… ».
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