"Anda, ve a mis hermanos y diles: Subo al Padre mío y Padre vuestro..."
Aparición de Jesús a Maria Magdalena (Jn 20,11-18)
Entre las apariciones del Señor resucitado, ésta me atrae de manera muy especial.En la Pascua del 2011 en Roma escuchaba el comentario de la narración de Juan 20, 11-18 de labios del prof. J.-L. Ska, sj. La recordé este año y la sigo meditando.
"Las mujeres realizan un rol esencial en los relatos de la resurrección. Nuestra fe en la resurrección de Jesucristo depende y gira en torno al testimonio, y sólo al testimonio de las mujeres. Son ellas las que asistieron a la crucifixión, a la sepultura y que descubren la tumba vacía el primer día de la semana. Sólo las mujeres pueden certificar que el cuerpo que estaba en la cruz ha sido sepultado en el sepulcro que descubren vacío la mañana de Pascua.
El evangelio de Juan dice lo mismo, obviamente, pero pone en escena una sola mujer, María, la Magdalena.
El relato inicia con el llanto de María Magdalena ante la tumba vacía. Ve dos ángeles, pero esta visión no la consuela. La conversación con los dos ángeles tiene como finalidad única hacer comprender el motivo del dolor inconsolable de María Magdalena: no encuentra más a su Señor.
La narración, con gran precisión, nos dice que María Magdalena se vuelve, mira detrás de ella, y ve a alguien, pero no lo conoce. El narrador – el evangelista – nos revela, a nosotros lectores, que se trata de Jesús resucitado. Nos preguntamos inmediatamente si, cuándo y cómo María Magdalena reconocerá a Jesús.
Es esencial representarse bien la escena. Al principio, María Magdalena se encuentra ante la tumba vacía. El texto dice incluso que se asoma al sepulcro, se inclinó hacia el sepulcro. Se podría también traducir: “Se inclinó con la cabeza dentro del sepulcro”.
Lo importante es que se asoma al sepulcro. Jesús, cuando aparece, se encuentra detrás de María, no en la tumba. Para verlo, tiene, pues, que girar la cabeza y es lo que describe el v. 14: "da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabái que era Jesús".
Lo importante es que se asoma al sepulcro. Jesús, cuando aparece, se encuentra detrás de María, no en la tumba. Para verlo, tiene, pues, que girar la cabeza y es lo que describe el v. 14: "da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabái que era Jesús".
Sigue la conversación entre Jesús y la Magdalena que piensa que está hablando con el jardinero.
Jesús le hace la pregunta que le habían hecho ya los ángeles: “¿Por qué lloras?" Añade sólo: “¿A quién buscas?” María Magdalena responde a Jesús sustancialmente lo que había constestado a los ángeles, pero con alguna diferencia: “Señor, si lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y yo iré a recogerlo” (20, 15). Esta vez expresa su voluntad de ir a “recoger” a su Señor.
Hay una cierta progresión entre la conversación entre la Magdalena y los ángeles por una parte, y la de la Magdalena con el Resucitado por la otra. María Magdalena está más decidida a reencontrar a su Señor.
Jesús le hace la pregunta que le habían hecho ya los ángeles: “¿Por qué lloras?" Añade sólo: “¿A quién buscas?” María Magdalena responde a Jesús sustancialmente lo que había constestado a los ángeles, pero con alguna diferencia: “Señor, si lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y yo iré a recogerlo” (20, 15). Esta vez expresa su voluntad de ir a “recoger” a su Señor.
Hay una cierta progresión entre la conversación entre la Magdalena y los ángeles por una parte, y la de la Magdalena con el Resucitado por la otra. María Magdalena está más decidida a reencontrar a su Señor.
Pero hay otra diferencia a destacar entre las primeras dos partes del relato. La posición de María Magdalena ha cambiado. Al principio, está frente al sepulcro, y hasta con la cabeza dentro. Cuando habla con Jesús, se vuelve y mira, no ya la tumba, sino hacia atrás donde se encuentra Jesús.
En el tercer momento de la narración, Jesús se da a conocer cuando dice: “María”.
Basta llamarla por nombre y ella reconoce a Jesús. En este momento, se vuelve completamente hacia Jesús y confiesa su fe: “Ella, se dio la vuelta y le dijo” (en hebreo): “’¡Rabbuní!’ que significa ‘¡Maestro!’” (20,16).
Es necesario de nuevo visualizar la escena. María, ahora, gira completamente las espaldas al sepulcro y se encuentra cara a cara con Jesús. Así, y solamente así, puede reconocerlo y confesar su fe en el Resucitado.
Basta llamarla por nombre y ella reconoce a Jesús. En este momento, se vuelve completamente hacia Jesús y confiesa su fe: “Ella, se dio la vuelta y le dijo” (en hebreo): “’¡Rabbuní!’ que significa ‘¡Maestro!’” (20,16).
Es necesario de nuevo visualizar la escena. María, ahora, gira completamente las espaldas al sepulcro y se encuentra cara a cara con Jesús. Así, y solamente así, puede reconocerlo y confesar su fe en el Resucitado.
En otras palabras, para reconocer al Resucitado, es necesario dar la espalda al sepulcro vacío. Jesús no está en la tumba. Está en el camino delante del sepulcro. Jesús después le dice a María que vaya a anunciar la resurrección a los discípulos. María se convierte en la primera anunciadora de la resurrección, la primera misionera de la Pascua en el evangelio de Juan.
La tumba, en esta narración, no es un punto final. Se convierte en el punto de salida de un camino de evangelización, de anuncio de la buena noticia de la resurrección. La narración, en conclusión, muestra cuál es – concretamente – el camino de conversión.
Quien quiera encontrar al Resucitado, está llamado a dar la espalda al sepulcro, y a ver en cambio en el sepulcro vacío no un punto de llegada sino un punto de partida. Jesús obliga a María Magdalena a darse la vuelta y a ponerse en camino hacia los “hermanos”. Jesús está allí, no en el sepulcro vacío, está en el camino que conduce a los 'hermanos'".
La escena de la aparición de Jesús a María Magdalena se presta a la evocación del Cantar de los Cantares. Como María busca a su Maestro, también la Amada del Cantar, . "... busqué el Amor de mi alma, lo busqué y no lo encontré, recorrí la ciudad, las calles y las plazas, buscando al Amor de mi alma..." (Ct 3,2).
Cuando María Magdalenave a Jesús, no lo reconoce, pero al oír que el Maestro la llama por su nombre, ella se arroja a sus pies y quiere abrazarlos con fuerza. Lo mismo la esposa del Cantar: "Cuando a pocos pasos me encontré con el Amor de mi alma, lo abracé y no lo soltaré..." (v. 4).
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
glorificarte siempre, Señor;
pero más que nunca en este tiempo
en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Por él, los hijos de la luz
amanecen a la vida eterna,
los creyentes atraviesan los umbrales
del reino de los cielos;
porque en la muerte de Cristo
nuestra muerte ha sido vencida
y en su resurrección
hemos resucitado todos.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual,
el mundo entero se desborda de alegría,
y también los coros celestiales,
los ángeles y los arcnageles,
cantan sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
(prefacio pascual II)
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