sábado, 12 de junio de 2010

Recordando el X Congreso Eucarístico Nacional

"Que esta comunión en tus misterios, Señor,
expresión de nuestra unión contigo,
realice la unidad de tu Iglesia".


La oración después de la comunión de este domingo XI del Tiempo Ordinario me recuerda una vez más el Congreso Eucarístico celebrado hace pocos días aquí en Toledo. Y en particular me recuerda la ponencia de don Ricardo Blázquez sobre La Eucaristía y la unidad de la Iglesia. Fue la segunda ponencia que he podido escuchar durante el Congreso.
Me impactó, aunque no me sorprendió, la profundidad doctrinal y la convicción con la que trató el tema el actual arzobispo de Valladolid, al que conozco, y aprecio sinceramente desde hace años.
La respuesta a las muchas cuestiones que le fueron planteadas, resumidas por nuestro Provicario don Ángel Collado, fue también sencilla, fraternal, experiencial.

Dejó inteligentemente a los juristas, a los liturgistas… algunas respuestas técnicas, pero sus pocas palabras de respuesta - porque el tiempo no permitía extenderse - fueron respuesta inspirada, clara, animada de verdadero espíritu pastoral, de amor.

Desde que terminó el X Congreso Eucarístico Nacional, en los ambientes en los que he tenido ocasión de moverme para motivos de trabajo, de apostolado, las preguntas sobre su desarrollo, eficacia, repercusión a nivel nacional… han sido y siguen siendo varias. No me he propuesto evadir las preguntas ni he querido dar respuestas que pueda considerar evasivas, aunque sí quiero objetivamente fijarme sobre todo en lo que me parece fundamental en todo Congreso Eucarístico, olvidando un poco otras respuestas que podrían ser a lo mejor más ‘técnicas’, pero que no tocarían el verdadero espíritu de los Congresos eucarísticos como lo vemos reflejado en el Ritual del Culto a la Eucaristía.
Una palabra sincera me viene de la experiencia de personas, especialmente laicos y laicas, que han participado en lo que han podido del Congreso: sobre todo en las celebraciones. Y me parece que esta respuesta es muy positiva.
No les he oído comentario sobre las ponencias, puesto que la mayoría de estas personas que espontáneamente han querido compartir su experiencia han participado casi sólo en las ‘celebraciones’, en lo que estaba abierto a todos.

Una pregunta frecuente y quizás más 'técnica': ¿Qué en las celebraciones se ha hecho mucho uso del rito hispano-mozárabe? Es verdad.
Y también es verdad que estas personas me decían: para mí ha sido una novedad; ¡qué bonito! De manera especial, aunque no sólo, he escuchado comentarios de este tipo sobre la ‘Vigilia en acción de gracias por la iniciación cristiana’ iniciada en la sinagoga La Blanca, y desde allí, con Jesús eucarístico hasta la Catedral, donde tuvo lugar la adoración toda la noche.
Para esta Vigilia de adoración han llegado grupos de adoradores y adoradoras de varias diócesis de España; sólo para la "noche de vela" con el Señor en el Misterio eucarístico. Y estaban contentos, y felices regresaban a sus diócesis de origen después de la Misa “Statio Ecclesiarum Hispanae” con que se clausuró el Congreso.

Reflexionando sobre todo esto, recuerdo el texto de la Constitución sobre la Liturgia en su n. 48: habla de la “participación de los fieles” en las celebraciones litúrgicas. Desde hace muchos años un participio presente junto con un adverbio me han parecido especialmente importantes: el “bene intelligentes” seguido del “per ritus et preces”:

“La Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe (el Misterio eucarístico) como extraños y mudos espectadores, sino que comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen conscientes, piadosa y activamente en la acción sagradas, sean instruidos con la palabra de Dios, se fortalezcan en la mesa del Cuerpo del Señor…”.

Los ritos, la liturgia bien celebrada es ‘mistagogía’ que ayuda a penetrar en el misterio.
Es importante el ‘ars celebrandi’; aún teniendo bien claro que ésta no excluye, sino que pide también la instrucción, la catequesis, la formación litúrgica. Una catequesis y formación que sea verdadera mistagogía, como nos enseñan los Padres de la Iglesia, y como vuelve a pedirnos la reforma litúrgica y el magisterio actual de la Iglesia.

También aquí me digo: don y tarea; vocación y misión; regalo y compromiso: como discípula del Divino Maestro, al servicio al pueblo de Dios.

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