«Hemos de darnos cuenta que celebramos el misterio, la historia de la Salvación»
«La adoración eucarística tiene que ser como el puente entre la celebración y la vida»
Hna. Concepción González, pddm, congresista y licenciada en Liturgia
R.M.J.
La hermana Concepción González pertenece a la congregación de las Pías Discípulas del Divino Maestro, cuyo carisma propio resume en las tres palabras: Eucaristía-Sacerdocio-Liturgia; es licenciada en Liturgia. Ha sido directora del Secretariado de la Comisión Episcopal de Liturgia y se dedica, desde hace años, además de las actividades de su Congregación, a la formación litúrgica de seminaristas, religiosas, y laicos. Además tiene un blog titulado «Liturgia Viva» (www.discipulasdm.org). El Congreso Eucarístico Nacional de Toledo ha sido el tercero en el que ha participado la hna. Concepción. En 1993 participó en el Congreso Internacional de Sevilla y en 1999 en el Congreso Nacional de Santiago de Compostela, donde tuvo una comunicación sobre la adoración.
¿Cómo se dedicó a la liturgia?
Estuve varios años en Italia y en Regina Mundi tuve como profesor al p. Cipriano Vagaggini, que influyó mucho en la reforma litúrgica, y creo que influyó también sobre mi formación y amor a la liturgia. Con él hice mi tesina sobre la Eucaristía en el Sacramentario Veronense. Me impactó la presentación de la liturgia en una clave teológica y espiritual. Ya en el noviciado había recibido formación litúrgica, pero él me aportó otra visión. La presentación de la Misa desde la perspectiva del misterio de Cristo, de la historia de la salvación que se realiza en el Misterio pascual me llamó poderosamente la atención. Fue un don del Señor; creí en la gracia del carisma eucarístico-sacerdotal-litúrgico de mi Congregación y creo que esta fe me ha dado impulso para el estudio, no sólo, sino también sobre todo para el amor a la liturgia, primero en Regina Mundi, luego varios años más tarde, en el Pontificio Instituto Litúrgico San Anselmo de Roma, que va creciendo a lo largo de la vida. En San Anselmo aprendí muchas cosas nuevas a nivel académico e intelectual, aunque creo que el primer impacto de encuentro con la teología litúrgica dejó una huella indeleble. Me interesa la historia de la liturgia, pero sobre todo me interesa el Misterio pascual de Cristo que celebramos en la Eucaristía y en todas las acciones litúrgicas.
¿No se valora lo suficiente la liturgia?
No se puede generalizar, por supuesto, pero creo que quizás no cuidamos siempre suficientemente la liturgia, en la catequesis, en los estudios, en las celebraciones, en la vida… No me atrevo a generalizar, pero sí creo que andamos escasos de formación litúrgica. Hay casos en los que te das cuenta que se subraya demasiado una liturgia “ritualista”; otros quizás una comprensión casi «espiritualista», desencarnada, sin explicación de los signos que se están haciendo, y que son tan importantes dentro de la “sacramentalidad”, por la que Dios Padre, por Cristo, en el Espíritu, nos salva y nosotros le damos culto, gloria: la dimensión “ascendente y descendente” de la liturgia, sobre la que insistía el p. Vagaggini.
Recuerdo haber oído decir a algún Obispo, refiriéndose de manera especial a celebraciones de la Confirmación, que había ‘especialistas’ en «montar» celebraciones… Y es verdad que los signos y símbolos son importantes, porque la liturgia tiene que ser encarnada y tiene que entrar por los ojos, por los oídos..., por todos los sentidos, pero no se trata de “montar” nada, si por “montar” entendemos “inventar”, aunque también en la liturgia es importante y mucho la “fidelidad creativa”… La liturgia es la “obra de la Trinidad”, la “acción de Cristo”, el Verbo encarnado; su obra de salvación, el misterio de la redención, y nosotros la celebramos. Es lo que decía Mons. Ricardo Blázquez, en su intervención en este Congreso, cuando le preguntaban cómo celebrar la Eucaristía. Habrá que rezar los textos, preparar la celebración...- decía – porque no se puede pasar directamente de la calle a la sacristía y de la sacristía al altar, debemos dedicar momentos a orar los textos de la Palabra de Dios, los textos oracionales. La celebración litúrgica no se improvisa…
Éste es el tercer Congreso Eucarístico en el que usted participa...
El Congreso Eucarístico Internacional de Sevilla, en 1993, fue una experiencia muy buena, preparada con una especie de providencial recorrido por algunas Diócesis, compartiendo el amor y conocimiento de la adoración eucarística especialmente con religiosas de vida contemplativa y con seglares.
Una novedad de este X Congreso Eucarístico quizás sea la celebración de la Misa en rito hispano-mozárabe, que me ha hecho vivir quizás un poco más la riqueza, la profundidad, el sentido del misterio en este rito. La celebración del Congreso en Toledo, creo que ha favorecido las celebraciones en rito hispano-mozárabe – no sólo la Misa, sino también la “acogida de la Cruz” y la “Vigilia de acción de gracias por la Iniciación cristiana”-, han quedado muy bien enmarcadas. Es un rito de una gran riqueza de la liturgia en España que tenemos que profundizar. Creo que se está creando una tradición litúrgica y espiritual, de conocimiento, y de vida que puede ser fecunda de frutos de bien. He escuchado a varias personas que han agradecido estas celebraciones; para algunas han sido ‘nuevas; han descubierto una riqueza litúrgica y espiritual que pensaban reservada a los sacerdotes y liturgistas.
Además del rito hispano-mozárabe, este Congreso Eucarístico Nacional ha querido hacerse muy próximo a los jóvenes. ¿Es un gran reto acercar la Eucaristía a la juventud?
Sí, es un reto que todos sentimos. Toda la Iglesia está comprometida en la tarea de introducir a adolescentes y jóvenes en el amor a la Eucaristía. Recuerdo el proyecto, el fin que Juan Pablo II proponía en 2003 como “fruto del Año eucarístico”: “reavivar en todas las comunidades cristianas la celebración de la Misa dominical e incrementar la adoración eucarística fuera de la Misa”. Con otras palabras, pero con idéntico fin, son los objetivos que se ha fijado la Conferencia Episcopal Española con la celebración del X Congreso Eucarístico Nacional. Y la atención reservada a niños, adolescentes y jóvenes creo que ha sido muy positiva.
La experiencia de algunos grupos de oración parece que indica un despertar de la práctica de la adoración eucarística por parte también de los jóvenes. El camino puede ser esperanzador. Presentar el culto a la Eucaristía fuera de la Misa en su dimensión de prolongación de la celebración eucarística, que es como la presentan Juan Pablo II y Benedicto XVI: la adoración eucarística como prolongación de la Misa, no como un acto de práctica de piedad devocional, que también lo es, sino como prolongación de lo que hemos escuchado, orado y celebrado, para que podamos asimilarlo. Estoy convencida de que la adoración eucarística puede ser incluso casi como una terapia psicológica y espiritual, o como queramos llamarla, que puede dar equilibrio, unidad y sentido profundo a la vida. También es necesario que sepamos educar a los jóvenes en el silencio, en la interioridad, en el descanso... La adoración eucarística tiene que ser como el puente entre la celebración y la vida. En la oración silenciosa profundizamos en lo que hemos celebrado, y, por la gracia del Espíritu, asumimos opciones de vida y de servicio en la Iglesia y en la sociedad.
¿Cuál es la incidencia de un Congreso Eucarístico en la vida de la Iglesia?
Entre los objetivos de este Congreso Eucarístico Nacional, como en el fondo de todos los Congresos Eucarísticos, según los principios establecidos en el Ritual del Culto a la Eucaristía fuera de la Misa, figuraban revitalizar la celebración eucarística, la adoración eucarística y la eucaristía como expresión de caridad. El Congreso siempre da la posibilidad de profundizar en el conocimiento de algunos aspectos del Misterio eucarístico, y también tiene que irradiarse a través de al menos una obra social caritativa que se vincula al Congreso celebrado. Porque la caridad es fundamental en la Eucaristía. La Eucaristía tiene que ser celebrada, adorada y vivida.
Para vivir la celebración eucarística hay que participar en ella, sin embargo, ¿cómo hay que entender esta participación?
Fundamentalmente la actitud que debemos tener es la de darnos cuenta que estamos celebrando el misterio de la salvación y que lo estamos celebrando a través de los signos, las palabras, los cantos, los silencios..., que constituyen la celebración litúrgica; nuestra participación ha de ser consciente: “comprendiendo bien” (“bene inteligentes per ritus et preces”) que comprendamos qué significan las palabras, los gestos que se realizan, las oraciones, los silencios; y la participación ha de ser activa y fructuosa, como pide la Constitución litúrgica SC n. 48.
Existen voces que piden una «reforma de la reforma litúrgica», ¿hay razones para ello?
No hace falta una reforma de la reforma, creo. Hemos de dar muchísimas gracias a Dios por el legado de la reforma litúrgica que nos dejó Pablo VI. La reforma litúrgica, está en gran parte aún por descubrir.
¿Por ejemplo?
Me viene a la mente el sacramento de la Reconciliación. ¿En cuántos casos este sacramento, en la confesión individual, se hace siguiendo el ritual? Éste pide, entre otras cosas, que haya presencia de la Palabra de Dios – como en la celebración de todos los sacramentos -. En la confesión individual, ¿cuándo aparece la Palabra de Dios? Es verdad que se aconseja que ya la preparación al Sacramento se haga a partir de la Palabra del Señor, pero en la celebración litúrgica, ¿dónde está? Éste es sólo un pequeño detalle, ciertamente importante, pero hay muchos aspectos de la reforma litúrgica por descubrir y por profundizar.
Mujer y liturgista, no es una combinación muy frecuente, ¿no?
No es frecuente, no. Parece que la liturgia no atrae demasiado para los estudios. Es cierto que en España la mujer dedicada a ‘liturgia’ es “bendita entre los hombres”, pero así es la realidad, aunque yo puedo decir que me he sentido siempre muy acogida, a gusto y que he aprendido y aprendo de los amigos y hermanos ‘liturgistas’. Creo que la mujer, como en todos los sectores de la vida de la Iglesia, también en la catequesis y formación litúrgica puede aportar el don que Dios le ha dado para el servicio eclesial, sin complejos.
Y sería buena, supongo, una mayor presencia de la mujer, con su idiosincrasia y características propias también en este sector de la vida de la Iglesia… No se trata de fingir, ni de forzar nada; simplemente de ser lo que somos y de presentar la liturgia como esa vivencia que, por supuesto, no sólo es del sacerdote, sino de todos los miembros de la Iglesia.
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