Velando en oración y cantando tu alabanza
Es hoy un día particular para mí. Recuerdo el 38º aniversario del fallecimiento de mi madre. Todo el día la tengo particularmente presente, con cariño y emoción de hija. Sé, por la fe en la misericordia del Padre y también por la bondad excepcional de su vida, que contemplando la augusta Trinidad, ella reza con y por todos nosotros, y canta también al Dios tres veces santo el Sanctus de la Jerusalén celestial (cf Ap 4, 8).
Me acompaña su pensamiento, su recuerdo, mientras oro con la oración colecta de este día, que resuena en mi interior con tonos de gozo y esperanza:
Concédenos, Señor Dios nuestro,
permanecer alerta a la venida de tu Hijo,
para que, cuando llegue y llame a la puerta,
nos encuentre velando en oración y cantando tu alabanza.
La Iglesia de la tierra en su liturgia, pide permanecer “alerta”, despierta, porque el “que viene” es Alguien importante: es el Hijo del eterno Padre en la realidad de nuestra carne, asumida en el vientre de María por obra del Espíritu.
Él tiene que llegar, ha llegado ya, llega cada día, hoy mismo en la Eucaristía, en la gracia, con su presencia sanadora y salvadora en los sacramentos, en los hermanos y hermanas y llegará glorioso y triunfante al final de los tiempos.
Está llamando, siempre, a mi puerta, a la puerta de todo creyente, de la Iglesia entera (Ap 3,20).
La Iglesia, con ánimo de esposa y de madre, quiere disponerse, y eso me pide hoy a mí, recordando a quien tanto amo, a recibir, a salir al encuentro del Esposo que está a la puerta y llama, para que Él me/nos encuentre, velando en oración y cantando su alabanza.
Es ésta la actitud más propia del Adviento: actitud teologal del y de la que espera al Señor; sabe que ya vive en ella, pero le sigue esperando en la celebración litúrgica del misterio de la Navidad y en su venida gloriosa y definitiva al final de la historia.
Por eso, mientras aguardamos la gloriosa venida, no nos cansamos de cantar, unidos a los ángeles y a los santos, en comunión y sinfonía con todos los moradores de la santa Jerusalén celeste el
Santo, Santo, Santo...
Amén. Aleluya.
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