Las Mujeres y el Señor Resucitado
En la semana de Pascua la liturgia de la Iglesia nos ofrece cada día
algunas apariciones del Señor Resuciatdo a las mujeres, a los discípulos
cerrados “en una casa”, a los dos que se iban a Emaús…
Entre
todos los elegidos por el Maestro resucitado de la muerte, son recordadas con
una predilección especial las mujeres.
Dice el p. Ska, sj: «Las
mujeres, como todos saben, realizan un rol esencial en los relatos de la
resurrección. Nuestra fe en la
resurrección de Jesucristo depende y gira en torno al testimonio, y sólo al
testimonio de las mujeres. Son ellas las que asistieron a la crucifixión, a
la sepultura y que descubren la tumba vacía el primer día de la semana. Sólo las mujeres pueden certificar que el
cuerpo que estaba en la cruz ha sido sepultado en el sepulcro que descubren
vacío la mañana de Pascua».
El Santo Padre Francisco, en la homilía de la Vigilia pascual también
destaca: «En el Evangelio de esta Noche luminosa encontramos primero a las
mujeres que van al sepulcro, con aromas para ungir su cuerpo. Van a hacer un
gesto de compasión, de afecto, de amor; un gesto tradicional hacia un ser
difunto (…). Pero en las mujeres permanecía el amor, y es el amor a Jesús lo que
las impulsa a ir al sepulcro…».
Los cuatro evangelistas refieren el camino de las mujeres para ir al
sepulcro.
Juan se fija en una mujer: María Magdalena (Jn 20,11-18) y narra la
aparición de Jesús resucitado, mejor, el encuentro del Maestro resucitado con
su discípula María de Magdala con todo detalle. Por eso la Liturgia reservará
un día, el martes de Pascua, para ofrecernos este texto precioso.
Quiero recordar el comentario que, en sus mínimos particulares, todos
ellos significativos, refería el mismo p. Ska en una meditación del año 2011.
La cito por entero, porque me parece importante.
«El evangelio de Juan dice lo mismo, obviamente, pero pone en escena una
sola mujer, María, la Magdalena. La
narración que encontramos sólo en Juan describe el encuentro de la Magdalena con el resucitado, pero añade algunos particulares de relieve,
a mi parecer, para quien quiere saber qué significa dar testimonio de la
resurrección de Jesucristo.
El relato
inicia con el llanto de María Magdalena ante la tumba vacía. Ve dos ángeles,
pero esta visión no la consuela. La conversación con los dos ángeles tiene como
finalidad única hacer comprender el motivo del dolor inconsolable de María
Magdalena: no encuentra más a su Señor.
La
narración, con gran precisión, nos dice que María Magdalena se vuelve, mira detrás
de ella, y ve a alguien, pero no lo
conoce. El narrador – el evangelista
– nos revela, a nosotros lectores, que se trata de Jesús resucitado.
Nos preguntamos inmediatamente si,
cuándo y cómo María Magdalena reconocerá a Jesús.
Es
esencial representarse bien la escena. Al
principio, María Magdalena se encuentra ante la
tumba vacía. El texto dice incluso
que se asoma al sepulcro. Se podría
también traducir: “Se inclinó con la
cabeza dentro del sepulcro”. Lo importante es que se asoma al sepulcro.
Jesús, cuando aparece, se encuentra detrás de María, no en la tumba. Para verlo, tiene, pues, que girar la
cabeza y es lo que describe el v. 14.
Sigue la conversación entre Jesús y la
Magdalena que piensa que está hablando con el
jardinero. Jesús le hace la pregunta que le habían hecho ya los ángeles: “¿Por qué lloras”? Añade sólo: “¿A quién buscas?” María Magdalena
responde a Jesús sustancialmente lo que había constestado a los ángeles, pero
con alguna diferencia: “Señor, si lo has
llevado tú, dime dónde lo has puesto y yo iré a cogerlo” (20, 15). Esta vez expresa su voluntad de ir a “coger” a su Señor. Hay una cierta
progresión entre la conversación entre la Magdalena y los ángeles por una
parte, y la de la Magdalena con el resucitado por la otra. María Magdalena está más decidida a reencontrar a su Señor.
Pero hay otra diferencia a destacar entre las primeras dos partes del
relato. La posición de María Magdalena
ha cambiado. Al principio, está frente al sepulcro, y hasta con la cabeza dentro. Cuando habla con Jesús, se vuelve y mira, no ya la tumba,
sino hacia atrás donde se encuentra
Jesús.
En el tercer momento de la narración,
Jesús se da a conocer cuando dice: “María”. Basta llamarla por nombre y ella reconoce a Jesús. En este momento,
si comprendo bien el texto, se vuelve
completamente hacia Jesús y confiesa su fe: “Ella, se dio la vuelta y le dijo” en hebreo: “’¡Rabbuní!’ que significa ‘¡Maestro!’” (20,16). Es necesario de
nuevo visualizar la escena. María,
ahora, gira completamente las espaldas al sepulcro y se encuentra cara a cara
con Jesús.
Así, y solamente así, puede reconocerlo y confesar su fe en el Resucitado.
En otras palabras, para reconocer
al Resucitado, es necesario dar la espalda al sepulcro vacío. Jesús no está
en la tumba. Está en el camino delante
del sepulcro. Jesús después le dice a María que vaya a anunciar la resurrección a los discípulos.
María se convierte en la primera
anunciadora de la resurrección, la primera misionera de la Pascua en
el evangeliode Juan.
La tumba, en esta narración, no es un
punto final. Se convierte en el punto de salida de un camino de
evangelización, de anuncio de la buena noticia de la resurrección. La
narración, en conclusión, muestra cuál es – concretamente – el camino de
conversión.
Quien quiera encontrar al Resucitado,
está llamado a dar la espalda al sepulcro, y a ver en
cambio en el sepulcro vacío no un punto de llegada sino un punto de partida. Jesús obliga a María Magdalena a darse la
vuelta y a ponerse en camino hacia los “hermanos”. Jesús está allí, no en
el sepulcro vacío; está en el camino que
conduce a los “hermanos”».
De nuevo, el Papa Francisco en la audiencia general del miércoles 3 de abril subraya el papel de las mujeres en las narraciones de la Resurrección. Los primeros testigos de este evento fueron las mujeres... Son impulsadas por el amor y saben acoger este anuncio con fe: creen, y en seguida lo transmiten, no se lo reservan para sí, lo transmiten. (...)
En los Evangelios de la Resurrección las mujeres tienen un rol primario, fundamental.
Es ésta un poco la misión de las mujeres: ¡de las madres, de las mujeres! Dar testimonio de que Jesús esta vivo, es el viviente, ha resucitado. Madres y mujeres, ¡adelante con este testimonio!
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