ALENTAR LA ESPERANZA DE LOS HOMBRES
“Cuando la primera vela de la corona de Adviento se enciende en la capilla del monasterio – en la parroquia -, y las suaves y claras voces que han entonado los cantos y las inolvidables melodías toda su vida inauguran la primera de las vigilias de este mismo Adviento, nos encontramos sin duda en un momento fuera del tiempo. Es el inicio del año litúrgico. Quedan cuatro semanas para la Navidad. Es el momento en que un nuevo ciclo de viejas ideas se agitará dentro de nosotros. Estamos iniciando una travesía espiritual por aguas oscuras, guiados únicamente por una antigua carta de navegación marcada por una estrella. Aquí, en la oscuridad, daremos comienzo a la búsqueda de luz en el alma” (Joan Chittister).
Cada nuevo año litúrgico iniciamos la celebración eucarística con una petición sencilla y profunda: pedimos a Dios Padre que avive, reavive “en nosotros el deseo de salir al encuentro de Cristo que viene”.
Leo unas palabras de Benedicto XVI que me parecen de una profunda actualidad y que le dan un nuevo color a este “deseo” de la Venida del Señor, al Adviento: «Hemos dicho que esta venida del Señor, por la Encarnación en María, es singular. (…). En cierto sentido, el Señor desea venir siempre a través de nosotros, y llama a la puerta de nuestro corazón: ¿estás dispuesto a darme tu carne, tu tiempo, tu vida? Esta es la voz del Señor, que quiere entrar también en nuestro tiempo, quiere entrar en la historia humana a través de nosotros. Busca también una morada viva, nuestra vida personal. Esta es la venida del Señor. Esto es lo que queremos aprender en el tiempo de Adviento, que el Señor puede venir a través de nosotros».
Algo de semejante hondura encuentro en las palabras que el Santo Padre dijo este primer domingo de Adviento al rezo del Angelus: «Hoy iniciamos en toda la Iglesia el nuevo Año litúrgico: un nuevo camino de fe, a vivir juntos en las comunidades cristianas, pero también, como siempre, a recorrer dentro de la historia del mundo, para abrirla al misterio de Dios, a la salvación que viene de su amor».
Adviento, pues, no es sólo deseo de que Jesús vuelva a nacer en la ‘nova Nativitas’ de la Liturgia, ni es sólo espera de la venida del Esposo al final de nuestra vida o al final de la historia. El Adviento es también invitación a abrirnos al mundo, a la historia y hacer posible que en ella pueda hacerse “vivo y presente” nuestro Dios, el Evangelio, Jesucristo.
Hemos entrado en el Adviento que prepara también el Sínodo sobre la nueva evangelización. La dimensión que nos ofrecen las palabras de Benedicto XVI ensancha el alma, ayuda a vivir la Liturgia, a escuchar la Palabra, las profecías de Isaías con un respiro actualizador de amplios horizontes y con esperanza viva expresada de manera fuerte con la oración de la Iglesia.
Que los cristianos en este Adviento aprendamos a «alentar la esperanza de los hombres» nuestros hermanos. ¡”Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente”!
“De las espadas forjarán arados, de las lanzas podaderas. No alzará la espada pueblo contra puedo, no se adiestrarán para la guerra”.
¡¡Ojalá!!
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