domingo, 2 de octubre de 2011

LA VIÑA DEL SEÑOR ES LA CASA DE ISRAEL

Domingo XXVII del Tiempo ordinario



Cada día la Iglesia, a través de su liturgia, nos acompaña con gran sabiduría.


Dios todopoderoso y eterno,

que con amor generoso desbordas los méritos
y deseos de los que te suplican;derrama sobre nosotros tu misericordia,
para que libres nuestra conciencia de toda inquietud
y nos concedas aun aquello que no nos atrevemos a pedir.

Descubrimos esta sabiduría especialmente en la liturgia dominical, también en los domingos del Tiempo Ordinario.


Quiero hoy fijar mi atención orante en el formulario del domingo XXVII: en su eucología y en la Palabra de Dios.


La oración colecta se abre con una invocación particularmente solemne: Dios todopoderoso y eterno. Hay personas a las que les parece, y este discurso se lee y se oye comentar que hoy el título de “todopoderoso” no es propio de Dios según la mentalidad de nuestro tiempo. La oración colecta del domingo pasado aparecería casi como respuesta clarificadora a esta dificultad: Dios es “todopoderoso”, sí, y manifiesta su “omnipotencia” sobre todo perdonando y teniendo misericordia, es “la omnipotencia del amor misericordioso”.


Es el Dios omnipotente en el perdón y en el amor, un amor compasivo y todo bondad. Su poder está puesto casi totalmente al servicio de nuestra indigencia y necesidad. Por eso la Iglesia pide en la colecta de este domingo al Dios que desborda nuestros méritos y deseos, que derrame sobre nosotros su misericordia y que perdone todo lo que crea inquietud en nuestra conciencia, lo que nos pesa...

Me fijo ahora en la oración después de la comunión:
Concédenos, Señor todopoderoso,

que de tal manera saciemos nuestra hambre
y nuestra sed en estos sacramentos,
que nos transformemos en lo que hemos recibido.

El texto original latino habla casi con cierto atrevimiento de la “embriaguez”- quizás la “sobria embriaguez del Espíritu”- : "inebriemur atque pascamus”: “ser hartados con el pan eucarístico, ser emborrachados con tu vino”. Texto vigoroso donde los haya, texto significativo de un abierto realismo eucarístico, que recuerda las palabras del Maestro Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, en el discurso sobre el Pan de vida (Jn 6), que viene después del milagro de la multiplicación de los panes en el que todos se saciaron (cf Jn 6,12), Marcos dice más claramente “comieron todos y se hartaron” 6,42).


La petición de esta oración de post comunión, consecuencia de la ‘comida y bebida eucarísticas’ nos recordaba espontáneamente, casi como referencia directa, el texto tan conocido de san Agustín: "¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad! ... Y, cuando te conocí por vez primera, fuiste tú quien me elevó hacia ti… Y me di cuenta de la gran distancia que me separaba de ti, por la gran desemejanza que hay entre tú y yo, como si oyera tu voz que me decía desde arriba: «Soy alimento de adultos: crece, y podrás comerme. Y no me transformarás en substancia tuya, como sucede con la comida corporal, sino que tú te transformarás en mí»".


Es la doctrina común de los Padres de la Iglesia, san Juan Crisóstomo y san León m., en particular.



La Liturgia de la Palabra es particularmente sugerente y delicada al tiempo que fuerte en las exigencias que presenta. Llevamos tres domingos en los que el texto evangélico tiene como casi protagonista ‘la viña’. En verdad, el protagonista es siempre ‘el dueño de la viña’, el Padre.


Quizás por el recuerdo de mi infancia estos textos, la referencia tan insistente a la viña se me hace particularmente cercana. Me recuerda a mi padre, el interés, la atención, los cuidados ‘por sus viñas’; no eran muchas, pero sí eran siempre las primeras en su cuidado y cultivo. Y ¡qué bonitos los días de la vendimia! Eran casi días de fiesta de la familia, días que disfrutábamos todos, mi padre de manera singular. Siempre venían los tíos que vivían en otro pueblo, y todos - incluidos los niños, en la forma correspondiente – estaban alegremente ocupados en la tarea.


Pues Jesús también tiene palabras muy bonitas sobre la viña, la vid, los sarmientos.


Las parábolas que cuenta en estos tres domingos están dirigidas “a sus discípulos” (domingo XXV), y “a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo” (dom. XXVI y XXVII). En los tres textos termina la narración con una enseñanza, con una fuerte llamada de atención. En la del domingo XXVII parece que Jesús ve ya cercana su Pasión, la entrega por parte de los sumos sacerdotes y de los ancianos del pueblo. Y su interés al narrar esta parábola, la intención de Jesús es ciertamente la salvación, la conversión de todos ellos. Su enseñanza es una llamada apremiante para todos ellos, y también para mí, para cada uno de nosotros. Con ese fin la Iglesia nos recuerda estas palabras de Jesús en su liturgia dominical.
 




El mismo cuadro lo vemos en la 1ª lectura, tomada de Isaías 5, 1-7. Es un canto de amor a la viña, pero a una viña que al final en vez de producir uvas dio agrazones. El texto comienza como un poema en el que el autor entona un canto de amor a la viña de su amigo“plantel preferido del Señor de los ejércitos” -. Pronto el canto, el poema se convierte en triste lamento: esperó uvas y dio agrazones. Después de haber hecho por su viña todo lo más que pudo, Dios observa dolorido la situación y su terrible decisión y consecuencia: “Ahora os diré a vosotros lo que voy a hacer con mi viña: quitar su valla para que sirva de pasto, destruir su tapia para que la pisoteen. La dejaré arrasada: no la podarán ni la escardarán, crecerán zarzas y cardos; prohibiré a las nubes que lluevan sobre ella”.


El salmo responsorial hace eco orante y contemplativo, en una oración intensa y apremiante. Pide a Dios que no abandone su viña, “la cepa que su diestra plantó”; que vuelva a visitarla, que se fije en ella. Para nosotros, su viña, le pide sobre todo “vida”, para que volvamos a invocar su nombre. Y que así, su amor nos restaure; nos haga nuevos.


El beato Santiago Alberione, fundador de la Familia Paulina, en los años fundacionales de sus Congregaciones, recitaba cada día este salmo 79. Y a nosotras Pías Discípulas del Divino Maestro nos invitaba a que nuestra configuración con Cristo eucarístico fuese tan profunda y viva que nos convirtiéramos en “el vino para el santo Sacrificio".
 
 
 

Con este recuerdo cargado de afecto y deseo de que así lo viva, quiero orar hoy el salmo:



R/. La viña del Señor es la casa de Israel

Sacaste una vid de Egipto,
expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste.
extendió sus sarmientos hasta el mar,
y sus brotes hasta el Gran Río.

¿Por qué has derribado su cerca
para que la saqueen los viandantes,
la pisoteen los jabalíes
y se la coman las alimañas?

 

mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó
y que tú hiciste vigorosa.

No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre.
Señor Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.












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