viernes, 7 de mayo de 2010

MARÍA, "MUJER EUCARÍSTICA" (III)

II. MARÍA, MODELO INSUSTITUIBLE DE VIDA EUCARÍSITCA

María modelo insustituible de ‘vida eucarística’, afirma Benedicto XVI.
Y Juan Pablo II habla de una relación profunda de María con el Santísimo Sacramento.
Creemos que el nexo María-Eucaristía es la consecuencia de la relación entre María y la Iglesia. Y, así como Iglesia y Eucaristía son un binomio inseparable, lo mismo se puede decir del binomio María y Eucaristía.
Si el binomio María-Iglesia es inseparable, si la Iglesia ha de tomar a María como modelo, ha de imitarla también en su relación con este santísimo Misterio
[1].

En esta breve reflexión, al hilo del 6º cap. de la encíclica, quisiera intentar no descubrir, porque ya las descubrió el Papa, pero sí subrayar algunas ‘actitudes eucarísticas de María’ a lo largo de su vida, a partir de lo que conocemos del NT. La referencia a las ‘actitudes’ de María es la ‘clave de lectura’ que elijo para adentrarme en el binomio ‘María-Eucaristía’.

2. 1. María ‘peregrina de la fe’

Ya el Vaticano II define a la Virgen como peregrina de la fe[2].
Benedicto XVI recuerda esta doctrina del Concilio, relacionando de manera directa a María con el sacrificio eucarístico: ... María es quien recibe en sus brazos el cuerpo entregado, ya exánime, de Aquel que de verdad ha amado a los suyos hasta el extremo. Por esto, cada vez que en la liturgia eucarística nos acercamos al cuerpo y Sangre de Cristo, nos dirigimos también a Ella que, adhiriéndose plenamente al sacrificio de Cristo, lo ha acogido para toda la Iglesia (...) María de Nazaret, icono de la Iglesia naciente, es el modelo de cómo cada uno de nosotros está llamado a recibir el don que Jesús hace de sí mismo en la Eucaristía
[3].
Juan Pablo II había presentado a la Virgen Madre como realización perfecta de la obediencia de la fe, por la que el hombre se confía libre y totalmente a Dios
[4].
En la Redemptoris Mater comentaba: A los pies de la cruz, María participa, por medio de la fe, en el desconcertante misterio del ‘despojamiento’ de Cristo. Es ésta tal vez la profunda «kénosis» de la fe en la historia de la humanidad. Por medio de la fe la Madre participa en la muerte del Hijo, en su muerte redentora
[5].
Y en la encíclica EdE profundiza en la ‘fe‘ de María, poniendo de relieve cómo Ella ha practicado su fe eucarística, antes incluso de que ésta fuera instituida, al aceptar ofrecer su seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios (...), anticipando así lo que en cierta medida se realiza sacramentalmente en todo creyente que recibe el cuerpo y la sangre del Señor
[6].
Insiste no sólo en la ‘fe’ de María’, sino también en la que ejerce y vive la comunidad que celebra la Eucaristía; encuentra, en efecto, una analogía profunda entre el ‘fiat’ pronunciado por María a las palabras del Ángel y el ‘amén’ que cada fiel pronuncia cuando recibe el cuerpo del Señor
[7].
En el número anterior, establece una significativa relación entre el mandato de Jesús en la Cena Haced esto en memoria mía y la invitación- casi el mandato- de la Madre en las bodas de Caná, cuando pide a los sirvientes: ‘Haced lo que él os diga’.
Es admirable, en este contexto, constatar la ternura entrañable de las palabras con las que el Papa imagina a la Virgen convenciéndonos a nosotros que ‘no titubeemos’ en nuestra fe: si su hijo ha sido capaz de cambiar el agua en vino en Caná, también lo será, y lo es, de convertir el pan y el vino en su cuerpo y sangre.
En la Anunciación, el ángel le había dicho a María que el Hijo de sus entrañas se llamaría “Hijo del Altísimo”. La Virgen, con su ‘hágase’, acepta y presa el obsequio de su fe; cree., se fía de la Palabra escuchada. Cree cuando el hijo se va formando en su seno virginal, cree en Belén, en Nazaret, en la vida pública de Jesús; cree en el Calvario identificada con la obediencia del Siervo sufriente, que es su Hijo, y cree con alegría y júbilo en el Hijo resucitado.
Se fía de Dios, de su Palabra, con la fe consciente y humilde de los ‘anawim’.
Cuando no entiende – y son muchos estos momentos – pregunta; y luego, conserva la Palabra meditando en su corazón.
Podemos decir que María cree y adora. Adora en la doble dimensión de este verbo, según la explicación del Papa Benedicto XVI: con la adoración, que es comunión-beso, identificación con el Hijo, el ‘Hijo del Altísimo’ ‘ad-os’, y adora con la obediencia de la fe, la sumisión al proyecto del Padre, una vez más identificada con los sentimientos de Jesús ‘proskýnesis’.
María es, pues, modelo de la actitud espiritual con que la Iglesia celebra los divinos Misterios, de la actitud con la que ‘prolonga la gracia del Sacrificio’ en el Sacramento permanente; modelo de profunda actitud de adoración ‘en el Espíritu y la verdad (cf. Jn 4,23).

* Actitud sacrificial de entrega incondicional

El recuerdo del mandato del Maestro y Señor en la última Cena ‘Haced esto en memoria mía’, hace pensar en otra ‘actitud’ de la Virgen, que abarca su vida entera: la entrega en obediencia y entrega incondicional a la voluntad del Padre.
Lo que pide el Señor a los Apóstoles es que renueven, que ‘hagan’ no sólo el rito de partir el pan, dar gracias y distribuirlo, sino que tengan en cuenta qué es ahora lo que él está distribuyendo: su mismo cuerpo entregado y la sangre vertida, derramada, anticipación sacramental de lo que se realizará en la Cruz.
Este mandato que, en cuanto rito consecratorio, será realizado por los apóstoles, por sus sucesores y los presbíteros ungidos por ellos, en el sentido existencial ciertamente es aplicable a todo discípulo que quiera seguir las huellas del Maestro. Y María, discípula y madre
[8], vivió ciertamente esa radical obediencia de la fe que la llevó a hacer suya la ofrenda sacrificial del Hijo, que se rebajó, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz (Flp 2,8). En ella se realizó en grado sumo el deseo que san Pablo expresa a los Filipenses: Tened en vosotros los mismos sentimientos de Cristo Jesús (Flp 2,5).
En Ecclesia de Eucharistia, Juan Pablo II habla de la dimensión sacrificial de la Eucaristía, la dimensión que María hizo suya con toda su vida junto a Cristo, preparándose día a día para el Calvario, ya desde la Anunciación con su ‘hágase’, y sobre todo, desde que acogió el anuncio del anciano Simeón, que aquel Niño sería “señal de contradicción”; la Madre vivió así una especie de ‘Eucaristía anticipada’ a lo largo de toda su existencia.
El Papa, en el final de la encíclica, se asoma a la conmoción de María e imagina sus sentimientos al escuchar de la boca de Pedro, Juan, Santiago y los otros Apóstoles, las palabras de la Última Cena: «Esto es mi cuerpo que es entregado por vosotros». ¡Era el mismo cuerpo concebido en su seno, cuyo corazón había latido al unísono con el suyo!
[9].
Al escuchar el mandato de Jesús «Haced esto en memoria mía», junto con el memorial de Jesús en el Calvario, Juan Pablo II y todos nosotros vemos lo que Cristo ha realizado también con su Madre para beneficio nuestro.
Por eso, nos atrevemos a pensar: memorial del Hijo, recuerdo y presencia de la Madre. Y ‘memoria’ no sólo del momento en que, estando de pie, vivió profundamente, participando en la muerte del Señor Jesús, sino también ‘memoria de toda la vida del Hijo con la Madre y de la Madre con el Hijo, en una existencia entregada, ofrecida, consumada, en íntima y singularísima comunión e identificación
.

2.2. Acción de gracias: «Magnificat» en perspectiva eucarística

En el último número del 6º capítulo de la encíclica EdE, , al referirse a la lecciones que la Ssma Virgen nos ofrece en su “escuela”, el Papa subraya el ‘Magnificat, en perspectiva eucarística’[10].
“Eucaristía” significa “acción de gracias”. Escribe el Papa: La Eucaristía, como el canto de María, es ante todo, alabanza y acción de gracias. La Iglesia alaba al Padre «por» Jesús, «en» Jesús y «con» Jesús. Y la Virgen, cuando lleva a Jesús en su seno siendo primer ‘tabernáculo de la historia’, y a lo largo de toda su existencia, vive la ‘actitud eucarística’ más auténtica. Y la vive, recordando las maravillas que Dios ha hecho en la historia de la salvación y en su propia historia.
Canta el «
[H1] cielo nuevo» y la «tierra nueva» que se anticipan en la Eucaristía.
En los Hechos de los Apóstoles, Lucas habla de la “alegría” que caracterizaba la celebración doméstica de la fracción del pan y el alimento compartido. Usa el mismo sustantivo y el mismo verbo en el texto de Hechos 2, 46 y en el inicio del Magnificat (Lc 1, 47s.9). Habla de "exultación- agalliásei”, alegría exultante, júbilo: la alegría que produce y suscita la presencia viva del Resucitado en medio de los suyos
[11], comparada con la de María que canta las maravillas realizadas por el Dios santo y poderoso, que se ha inclinado sobre ella, la ‘pobre de Yahvé’, poniendo los ojos en su humillación y, por esa razón, todas las generaciones desde ahora la llamarán bienaventurada.
Nada más sugerente y apropiado, pues, que seguir el consejo del Papa: releer el «Magnificat» en perspectiva eucarística; nada nos ayudará a vivir mejor el Misterio eucarístico que esta espiritualidad, la espiritualidad del Magnificat, que expresa la espiritualidad de María. Porque, concluye el Papa: ¡La Eucaristía se nos ha dado para que nuestra vida sea, como la de María, toda ella un ‘magnificat’!
[12]
El Papa nos recuerda que en la Eucaristía, Jesús vuelve a decirnos también He aquí a tu madre y nos la entrega a cada uno de nosotros, como don suyo, testamento filial y fraterno.
Acoger continuamente este don, es vivir eucarísticamente, adverbio repetidas veces usado por el Papa, sobre todo en los documentos y discursos de la última etapa de su vida, con ocasión de su último regalo: la celebración del año eucarístico.

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[1] Ibíd. 57. 53
[2] concilio vaticano ii, Lumen Gentium, 58
[3] BENEDICTO xvi, ‘Sacramentum Caritatis’, 33
[4] juan Pablo ii, ‘Redemptoris Mater’, n. 13
[5] cf. JUAN Pablo II, ibíd, 18
[6] EdE, Ibíd., n. 55
[7] Ibíd.
[8] Cf. san AGUSTÍN, Sermón 25, 7-8, en Liturgia de las Horas, oficio de lectura en la fiesta de la Presentación de la Ssma Virgen
[9] ibíd., 56
[10] Ibíd., 58
[11] cf. Juan Pablo II, Dies Domini, 31
[12] Juan Pablo II, Carta encíclica ‘Ecclesia de Eucharistia’, 58

[H1]Lo nuevo»

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