domingo, 28 de noviembre de 2010

Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación”

En el final del Año litúrgico, la Iglesia nos invita, con palabras del mismo Jesús,
a “levantarnos, a levantar la cabeza”, porque nuestra redención, nuestra liberación está cerca .
La misma invitación la encontraremos con frecuencia a lo largo del Adviento,
especialmente en el Oficio de lectura de la Liturgia de las Horas.

La liturgia de la Palabra en las últimas semanas del Año litúrgico
nos hablaba del fin de Jerusalén y del fin de los tiempos y de la historia.
El Maestro nos ha ido repitiendo una y otra vez: “No sabéis el día ni la hora”.
Pero concluía también con una palabra de clara esperanza:
Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.

Junto con el discurso ‘escatológico’ de los últimos días en la celebración eucarística
discurso que reaparecerá también, como cada año, en este primer domingo de Adviento,
hemos encontrado en la eucología la llamada a una esperanza que se convierte en alegría,
casi haciendo resonar la recomendación del apóstol Pablo a los Romanos:
Vivid “alegres en la esperanza” (Rm 12,12).

Decía la oración colecta del domingo XXXIII del Tiempo Ordinario:

“Señor Dios, concédenos vivir siempre
alegres en tu servicio,
porque en servirte a ti, creador de todo bien,
consiste el gozo pleno y verdadero”.

Si la oración colecta en la liturgia eucarística tiene la función de ‘recoger’ las intenciones,
y el espíritu de la asamblea y de toda la celebración,
podemos decir que es la “alegre esperanza” la que anima
toda la celebración eucarística del domingo 33 del TO,
un domingo en el que la Palabra de Dios,
el texto evangélico en particular (Lc 21, 5-19) nos llamaba precisamente
a la vigilancia, al
“¡cuidado que nadie os engañe!”.
La alegría, la verdadera y única felicidad del cristiano
es la que se puede descubrir y que se disfruta en el ‘servicio’ de Dios,
del Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.

«ADVIENTO - La Vigilia de la Esposa»

Con esa invitación a la esperanza y a la alegría que descubría en la liturgia de las últimas semanas del Tiempo Ordinario, nos adentramos con la Iglesia en el tiempo del Adviento.

La guía segura sigue siendo una vez más la liturgia de la Iglesia,
tan rica en su eucología y en la Palabra.
Conducidos por ella, es más fácil vivir “en vigilante espera” del Señor que viene, manteniéndonos “velando en oración y cantando su alabanza”.

La celebración eucarística del primer domingo de Adviento se abre
con el canto del salmo 24, 1-3: “A ti, Señor, levanto mi alma:
Dios mío, en ti confío; no quede yo defraudado;
que no triunfen de mí mis enemigos,
pues los que esperan en ti no quedan defraudados”.

Odo Casel, a la luz de este salmo, contempla el Adviento como “la Vigilia de la Esposa”:
«“A Ti, Señor, levanto mi alma; Dios mío, en ti confío” (Sal 24, 1).
Todos los años nos impresiona de nuevo esta primera mirada de la Iglesia de Dios.
Es como un niño recién nacido que abre sus ojos por vez primera y contempla el mundo,
y ve por primera vez a su padre y a su madre, aunque inconscientemente.

La Ekklesía, en cambio, busca con plena conciencia los ojos del Padre.
Eleva su mirada a Dios directamente, sin intermediarios.
Este poder mirar directamente a los ojos de Dios es
lo que más profundamente nos conmueve en el canto de la Iglesia.

"A Ti, mi Dios". Con estas palabras indica la Ekklesía para quién vive ella.
No para sí misma, ni para criatura alguna -aunque sea la más elevada-, ni para los ángeles y Potestades. No, su mirada pasa por alto a todos ellos
y por encima de ellos
se dirige a Aquel a quien ama y busca exclusivamente.

En espera».


Mientras, sintiéndome Iglesia, también yo quiero contemplar al Dios
que ha venido y que viene en Jesucristo, escucho
y oro con la oración colecta del primer domingo,
oración que resuena en el corazón con acentos de gozo y esperanza:

Dios todopoderoso,
aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento,
el deseo de salir al encuentro de Cristo que viene,
acompañados por las buenas obras,
para que, colocados un día a su derecha,
merezcan poseer el reino eterno.

En la oración empiezo fijándome en la palabra,
el verbo con que se abre la oración en su versión castellana.
Aunque el original en latín sea más corriente, con “da” y otras versiones “concede”,
me pareció bonito el verbo usado en castellano, para pedir con la Iglesia al Padre hoy que vivifique, reavive, reanime, anime, encienda en nosotros
el ‘deseo’ de no quedarnos dormidos en este Adviento,
sino de animarnos con entusiasmo, con ganas a salir de nuestras perezas o pesimismos
para ir al encuentro de Cristo - "obviam Christo" - ‘el que vino, que viene y que vendrá’ de manera nueva
en el ‘hodie de la celebración de la “nova Nativitas”.

María, la Virgen-Madre
, tan presente en la liturgia del Adviento, “tiempo mariano por excelencia” (MC), acompaña a la Iglesia, nos acompañará a cada cristiano
en este camino que hoy emprendemos con el primer domingo de Adviento,
inicio de un nuevo Año litúrgico.


domingo, 14 de noviembre de 2010

31 DE OCTUBRE DE 2010
SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO DIVINO MAESTRO

Hace pocos días, el último domingo de octubre, la Familia Paulina extendida por los cinco continentes, celebraba la solemnidad de JESUCRISTO, DIVINO MAESTRO, titular de las Pías Discípulas del Divino Maestro y del Instituto Jesús Sacerdote de la misma Familia Paulina, fundada por el Beato Santiago Alberione.
Esta solemnidad fue aprobada por la Santa Sede el 20 de enero de 1958 por petición del mismo p. Alberione.

La espiritualidad paulina está centrada en Cristo Maestro, Camino, Verdad y Vida. Su solemnidad anual pretende ser “punto de partida y meta de una intensa vida espiritual, estímulo para no dejar nunca de ahondar en la que para cada uno de nosotros significa estar a la escuela del Maestro Divino”.
El beato Santiago Alberione, ilustrando esta devoción y espiritualidad, afirmaba: «Esta devoción no se reduce a la simple oración o a algún canto, sino que envuelve a toda la persona».
En efecto, la devoción a Jesús Maestro no quiere ser simplemente un conjunto de prácticas, sino un estilo de vida, un modo de pensar, de razonar, de sentir y de obrar.
« ¿Cuál es el ideal paulino?- se preguntaba el Fundador. ¿Cómo y cuándo se realiza y se vive?» Y él mismo respondía: «Cuando se puede decir, como san Pablo: “Vivo yo, pero ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí”».
Y así, la espiritualidad centrada en Jesucristo Divino Maestro supone y tiene como meta: “una transformación total en Jesucristo, en la que Jesucristo y el alma se entregan recíprocamente, transfundiendo el uno en el otro la total posesión de sí mismo… Se consigue así la personalidad en Cristo, que predican san Juan evangelista y el apóstol san Pablo” .

En muchas ocasiones habló sobre este tema el Beato Santiago Alberione. Y así, en una meditación de Navidad de 1957 decía: «Debemos acercarnos al pesebre con el mismo espíritu de María y tratar de comprender bien qué es lo que quería indicarnos el Señor cuando nos dijo: “YO SOY EL CAMINO, Y LA VERDAD Y LA VIDA”, qué comprende la Iglesia, qué comprende el Evangelio. ¡Comprender y amar!...
Seamos agradecidos para con la providencia de Dios, que nos ha concedido la inmensa riqueza de comprender mejor a Jesucristo. Aceptemos lo que es obligatorio, lo que constituye el espíritu, el alma del Instituto; es decir, VIVIR LA DEVOCIÓN A JESÚS MAESTRO, CAMINO, VERDAD Y VIDA (…). Porque la voluntad de Dios, la adquisición del auténtico espíritu paulino, consiste en esto, que es el alma de la Congregación… No es una frase bonita, no es un consejo: es la esencia de la Congregación; ¡es ser o no ser paulinos…!»

La eucología de la celebración eucarística de la Solemnidad enlaza con el principio del evangelio de san Juan (Jn 14,6) en cuyo horizonte el p. Alberione siempre ha presentado el misterio del Magisterio del Señor. Jesús es “Maestro” completo, según la misma definición que él dio de sí mismo en la última Cena: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”.
Toda la celebración litúrgica recuerda también el pasaje del mismo evangelio de Juan en el cap. 13, tan significativo para el magisterio de Jesús, “Maestro y Señor”: el título que él mismo se dio: “Vosotros me llamáis ‘el Señor y el Maestro’, y decís bien porque lo soy. Pues si yo que soy el Señor y el Maestro os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros” (Jn 13,14).

Cito sólo la oración colecta y el prefacio de la Misa:

Oh Dios, Padre de la luz,
que en la plenitud de los tiempos
has hablado a los hombres por tu Hijo amado,
concede a quienes
lo confesamos Señor y Maestro
ser fieles discípulos suyos,
y
anunciarlo al mundo
como camino, verdad y vida
.
Él que vive y reina…

PREFACIO
CRISTO MAESTRO ÚNICO Y UNIVERSAL

En verdad es justo y necesario,
en nuestro deber y salvación,
glorificarte, Padre santo,
Dios de misericordia infinita,
que, desde toda la eternidad,
ofreces a los hombres tu vida inmortal.

Tú creaste el mundo
y con amor infinito lo conservas.
Como Padre bueno, velas por tus criaturas
y reúnes en una sola familia
a todos los hombres
creados para gloria de tu nombre,
redimidos por la cruz de tu Hijo
y señalados con el sello de tu Espíritu.

Te damos gracias por Jesucristo,
a quien nos diste como Maestro único y universal.
Él es tu Palabra viviente,
el camino seguro que nos conduce hacia ti,
la verdad eterna que nos hace libres,
y la vida sin fin que nos colma de alegría.

Por este don de tu benevolencia,
unidos a los ángeles y a los santos,
te entonamos nuestro canto
y proclamamos tu alabanza:
SANTO, SANTO, SANTO...

lunes, 21 de junio de 2010

Entrevista publicada en el semanario "Cataluña Cristiana"


«Hemos de darnos cuenta que celebramos el misterio, la historia de la Salvación»

«La adoración eucarística tiene que ser como el puente entre la celebración y la vida»

Hna. Concepción González, pddm, congresista y licenciada en Liturgia

R.M.J.

La hermana Concepción González pertenece a la congregación de las Pías Discípulas del Divino Maestro, cuyo carisma propio resume en las tres palabras: Eucaristía-Sacerdocio-Liturgia; es licenciada en Liturgia. Ha sido directora del Secretariado de la Comisión Episcopal de Liturgia y se dedica, desde hace años, además de las actividades de su Congregación, a la formación litúrgica de seminaristas, religiosas, y laicos. Además tiene un blog titulado «Liturgia Viva» (www.discipulasdm.org). El Congreso Eucarístico Nacional de Toledo ha sido el tercero en el que ha participado la hna. Concepción. En 1993 participó en el Congreso Internacional de Sevilla y en 1999 en el Congreso Nacional de Santiago de Compostela, donde tuvo una comunicación sobre la adoración.

¿Cómo se dedicó a la liturgia?
Estuve varios años en Italia y en Regina Mundi tuve como profesor al p. Cipriano Vagaggini, que influyó mucho en la reforma litúrgica, y creo que influyó también sobre mi formación y amor a la liturgia. Con él hice mi tesina sobre la Eucaristía en el Sacramentario Veronense. Me impactó la presentación de la liturgia en una clave teológica y espiritual. Ya en el noviciado había recibido formación litúrgica, pero él me aportó otra visión. La presentación de la Misa desde la perspectiva del misterio de Cristo, de la historia de la salvación que se realiza en el Misterio pascual me llamó poderosamente la atención. Fue un don del Señor; creí en la gracia del carisma eucarístico-sacerdotal-litúrgico de mi Congregación y creo que esta fe me ha dado impulso para el estudio, no sólo, sino también sobre todo para el amor a la liturgia, primero en Regina Mundi, luego varios años más tarde, en el Pontificio Instituto Litúrgico San Anselmo de Roma, que va creciendo a lo largo de la vida. En San Anselmo aprendí muchas cosas nuevas a nivel académico e intelectual, aunque creo que el primer impacto de encuentro con la teología litúrgica dejó una huella indeleble. Me interesa la historia de la liturgia, pero sobre todo me interesa el Misterio pascual de Cristo que celebramos en la Eucaristía y en todas las acciones litúrgicas.

¿No se valora lo suficiente la liturgia?
No se puede generalizar, por supuesto, pero creo que quizás no cuidamos siempre suficientemente la liturgia, en la catequesis, en los estudios, en las celebraciones, en la vida… No me atrevo a generalizar, pero sí creo que andamos escasos de formación litúrgica. Hay casos en los que te das cuenta que se subraya demasiado una liturgia “ritualista”; otros quizás una comprensión casi «espiritualista», desencarnada, sin explicación de los signos que se están haciendo, y que son tan importantes dentro de la “sacramentalidad”, por la que Dios Padre, por Cristo, en el Espíritu, nos salva y nosotros le damos culto, gloria: la dimensión “ascendente y descendente” de la liturgia, sobre la que insistía el p. Vagaggini.
Recuerdo haber oído decir a algún Obispo, refiriéndose de manera especial a celebraciones de la Confirmación, que había ‘especialistas’ en «montar» celebraciones… Y es verdad que los signos y símbolos son importantes, porque la liturgia tiene que ser encarnada y tiene que entrar por los ojos, por los oídos..., por todos los sentidos, pero no se trata de “montar” nada, si por “montar” entendemos “inventar”, aunque también en la liturgia es importante y mucho la “fidelidad creativa”… La liturgia es la “obra de la Trinidad”, la “acción de Cristo”, el Verbo encarnado; su obra de salvación, el misterio de la redención, y nosotros la celebramos. Es lo que decía Mons. Ricardo Blázquez, en su intervención en este Congreso, cuando le preguntaban cómo celebrar la Eucaristía. Habrá que rezar los textos, preparar la celebración...- decía – porque no se puede pasar directamente de la calle a la sacristía y de la sacristía al altar, debemos dedicar momentos a orar los textos de la Palabra de Dios, los textos oracionales. La celebración litúrgica no se improvisa…

Éste es el tercer Congreso Eucarístico en el que usted participa...
El Congreso Eucarístico Internacional de Sevilla, en 1993, fue una experiencia muy buena, preparada con una especie de providencial recorrido por algunas Diócesis, compartiendo el amor y conocimiento de la adoración eucarística especialmente con religiosas de vida contemplativa y con seglares.
Una novedad de este X Congreso Eucarístico quizás sea la celebración de la Misa en rito hispano-mozárabe, que me ha hecho vivir quizás un poco más la riqueza, la profundidad, el sentido del misterio en este rito. La celebración del Congreso en Toledo, creo que ha favorecido las celebraciones en rito hispano-mozárabe – no sólo la Misa, sino también la “acogida de la Cruz” y la “Vigilia de acción de gracias por la Iniciación cristiana”-, han quedado muy bien enmarcadas. Es un rito de una gran riqueza de la liturgia en España que tenemos que profundizar. Creo que se está creando una tradición litúrgica y espiritual, de conocimiento, y de vida que puede ser fecunda de frutos de bien. He escuchado a varias personas que han agradecido estas celebraciones; para algunas han sido ‘nuevas; han descubierto una riqueza litúrgica y espiritual que pensaban reservada a los sacerdotes y liturgistas.

Además del rito hispano-mozárabe, este Congreso Eucarístico Nacional ha querido hacerse muy próximo a los jóvenes. ¿Es un gran reto acercar la Eucaristía a la juventud?
Sí, es un reto que todos sentimos. Toda la Iglesia está comprometida en la tarea de introducir a adolescentes y jóvenes en el amor a la Eucaristía. Recuerdo el proyecto, el fin que Juan Pablo II proponía en 2003 como “fruto del Año eucarístico”: “reavivar en todas las comunidades cristianas la celebración de la Misa dominical e incrementar la adoración eucarística fuera de la Misa”. Con otras palabras, pero con idéntico fin, son los objetivos que se ha fijado la Conferencia Episcopal Española con la celebración del X Congreso Eucarístico Nacional. Y la atención reservada a niños, adolescentes y jóvenes creo que ha sido muy positiva.
La experiencia de algunos grupos de oración parece que indica un despertar de la práctica de la adoración eucarística por parte también de los jóvenes. El camino puede ser esperanzador. Presentar el culto a la Eucaristía fuera de la Misa en su dimensión de prolongación de la celebración eucarística, que es como la presentan Juan Pablo II y Benedicto XVI: la adoración eucarística como prolongación de la Misa, no como un acto de práctica de piedad devocional, que también lo es, sino como prolongación de lo que hemos escuchado, orado y celebrado, para que podamos asimilarlo. Estoy convencida de que la adoración eucarística puede ser incluso casi como una terapia psicológica y espiritual, o como queramos llamarla, que puede dar equilibrio, unidad y sentido profundo a la vida. También es necesario que sepamos educar a los jóvenes en el silencio, en la interioridad, en el descanso... La adoración eucarística tiene que ser como el puente entre la celebración y la vida. En la oración silenciosa profundizamos en lo que hemos celebrado, y, por la gracia del Espíritu, asumimos opciones de vida y de servicio en la Iglesia y en la sociedad.

¿Cuál es la incidencia de un Congreso Eucarístico en la vida de la Iglesia?
Entre los objetivos de este Congreso Eucarístico Nacional, como en el fondo de todos los Congresos Eucarísticos, según los principios establecidos en el Ritual del Culto a la Eucaristía fuera de la Misa, figuraban revitalizar la celebración eucarística, la adoración eucarística y la eucaristía como expresión de caridad. El Congreso siempre da la posibilidad de profundizar en el conocimiento de algunos aspectos del Misterio eucarístico, y también tiene que irradiarse a través de al menos una obra social caritativa que se vincula al Congreso celebrado. Porque la caridad es fundamental en la Eucaristía. La Eucaristía tiene que ser celebrada, adorada y vivida.

Para vivir la celebración eucarística hay que participar en ella, sin embargo, ¿cómo hay que entender esta participación?
Fundamentalmente la actitud que debemos tener es la de darnos cuenta que estamos celebrando el misterio de la salvación y que lo estamos celebrando a través de los signos, las palabras, los cantos, los silencios..., que constituyen la celebración litúrgica; nuestra participación ha de ser consciente: “comprendiendo bien” (“bene inteligentes per ritus et preces”) que comprendamos qué significan las palabras, los gestos que se realizan, las oraciones, los silencios; y la participación ha de ser activa y fructuosa, como pide la Constitución litúrgica SC n. 48.

Existen voces que piden una «reforma de la reforma litúrgica», ¿hay razones para ello?
No hace falta una reforma de la reforma, creo. Hemos de dar muchísimas gracias a Dios por el legado de la reforma litúrgica que nos dejó Pablo VI. La reforma litúrgica, está en gran parte aún por descubrir.

¿Por ejemplo?

Me viene a la mente el sacramento de la Reconciliación. ¿En cuántos casos este sacramento, en la confesión individual, se hace siguiendo el ritual? Éste pide, entre otras cosas, que haya presencia de la Palabra de Dios – como en la celebración de todos los sacramentos -. En la confesión individual, ¿cuándo aparece la Palabra de Dios? Es verdad que se aconseja que ya la preparación al Sacramento se haga a partir de la Palabra del Señor, pero en la celebración litúrgica, ¿dónde está? Éste es sólo un pequeño detalle, ciertamente importante, pero hay muchos aspectos de la reforma litúrgica por descubrir y por profundizar.

Mujer y liturgista, no es una combinación muy frecuente, ¿no?
No es frecuente, no. Parece que la liturgia no atrae demasiado para los estudios. Es cierto que en España la mujer dedicada a ‘liturgia’ es “bendita entre los hombres”, pero así es la realidad, aunque yo puedo decir que me he sentido siempre muy acogida, a gusto y que he aprendido y aprendo de los amigos y hermanos ‘liturgistas’. Creo que la mujer, como en todos los sectores de la vida de la Iglesia, también en la catequesis y formación litúrgica puede aportar el don que Dios le ha dado para el servicio eclesial, sin complejos.
Y sería buena, supongo, una mayor presencia de la mujer, con su idiosincrasia y características propias también en este sector de la vida de la Iglesia… No se trata de fingir, ni de forzar nada; simplemente de ser lo que somos y de presentar la liturgia como esa vivencia que, por supuesto, no sólo es del sacerdote, sino de todos los miembros de la Iglesia.

miércoles, 16 de junio de 2010

LA ÚLTIMA CIMA. Recordando...

Alumnos del Bienio de Liturgia de san Dámaso hace tiempo me comunicaron que se estrenaría un film-documental sobre don Pablo Domínguez, el querido decano de la Facultad de Teología de san Dámaso. La noticia me sorprendió al tiempo que suscitó en mí alegría e interés.
Los medios, algunos medios, fueron difundiendo la noticia; y creció en mí el deseo, las ganas de ver este documental. No me lo quería perder, si era posible...


Finalmente, el miércoles día 9 de junio lo pude ver. Me alegró ver la sala de TOLETUM repleta de público: algún sacerdote, religiosas, muchos laicos, familias y algunos jóvenes. Una señora de la parroquia que estaba a mi lado, junto a su marido, comentaba cierto temor a que su esposo que había querido acompañarla quedase decepcionado.
Al final de la sesión, el esposo se levantó antes que nosotras dos y la señora me comentaba llena de gozo: «ha quedado muy contento y a mí también me ha gustado mucho;.merece la pena dar a conocer la noticia y yo voy a difundir y correr la voz entre mis amigas y los matrimonios...»


Es verdad que también quedaba la impresión de los que, preguntados, entrevistados en la calle sobre su experiencia del trato con curas, ésta no era muy positiva. Otras experiencias eran buenísimas. Buenísimo el testimonio, los testimonios sobre Pablo Domínguez: sus padres, el hermano, la hermana, los sobrinos, el ahijado…; sacerdotes, alumnos, jóvenes, chicas: personas que se relacionaron con Pablo en su ministerio sacerdotal, en las clases, en el roce sencillo de la vida del día a día: un trato siempre humano, cercano, sacerdotal, amigo…

A mí me gustó y me emocionó lo que vi y escuché en el documental; creo que a nadie o a muy pocos puede dejar indiferente el testimonio de este joven sacerdote de cuerpo entero: alegre, servicial, cura por todos los costados…
Yo no tuve la suerte de conocer y tratar mucho a Pablo; pero lo suficiente para tener de él una impresión muy positiva. Realmente don Pablo comunicaba paz y también deseo de hacer de lo que había recibido con el estudio de la teología, de la liturgia, hacerlo vida: para mí y para los demás: con la enseñanza y sobre todo con la vida y la entrega de cada día: con una vida realmente “eucarística” como creo que fue la que de Pablo refleja el documental.

Escuché una breve entrevista con el autor: hoy se estrena en Roma LA ÚLTIMA CIMA. De Italia a estados Unidos, a varias naciones de América. Ha sido pedida no sólo por las 60 salas de España, en las que está arrasando, sino también por unos 80 Países.
Escuchando la entrevista, o parte de ella, destaco que me gustó la ‘gratuidad y sencillez’ con la que Cotelo respondía al que le entrevistaba: ¿Este documental podrá hacer surgir vocaciones sacerdotales? – «No; las vocaciones sacerdotales tienen su origen sólo en Dios; vienen de Dios… Si él quiere servirse de medios humanos, de una película, o de otros medios, eso es cosa suya...».

Recordando a don Pablo, me viene espontáneo recordar san Dámaso y antes aún la Escuela Diocesana de agentes de pastoral, la Escuela superior de Liturgia y luego ya más recientemente, el Bienio de Liturgia.

Llegué en los años ’90 en la Escuela Superior de liturgia, frecuentada en la casi totalidad de alumnos por sacerdotes, párrocos; casi todos de Madrid y alrededores y unos cuantos, siempre fieles cada año, enviados puntualmente por el recordado cardenal Marcelo, desde Toledo.

Han sido varios años, los primeros dedicados a la actividad docente aquí en España. Unas experiencias muy vivas, profundas, también gratificantes. La experiencia también de una timidez que poco a poco iba despareciendo: ¡tan cercanos y buenos eran aquellos curas!
Los recuerdo con una inmensa gratitud; a varios de ellos los encuentro por Toledo; otros en Madrid o en encuentros de liturgia en alguna otra diócesis.
Creo que aquellos años en el Instituto teológico san Dámaso – antes de que fuera reconocida la Facultad de Teología – fueron años de vida, de iniciativa, de fraternidad sacerdotal, en la que, por vocación-misión me sentí metida de lleno, por gracia de Dios y por la bondad de quienes me empujaron a lanzarme por estos caminos y servicios eclesiales: don Andrés Pardo, el hoy card. don Antonio Cañizares, don Luis Domingo; y la lista podría seguir…
Reconozco con gratitud al Maestro Divino y a los hermanos que la Escuela Superior de Liturgia me ha marcado y me ha afianzado más y más en la vocación-misión eucarístico-sacerdotal-litúrgica de Discípula del Divino Maestro.

¡¡Al Padre, por, con y en Cristo Jesús, y en el Espíritu Santo: omnis honor et gloria!!

Recuerdo también con gratitud la Escuela Diocesana de agentes de pastoral, por la que cada miércoles pasaron durante muchos años – no sabría decir cuántos – laicos, religiosas, religiosos: Liturgia de las Horas y Culto a la Eucaristía fuera de la Misa, que, mientras intentas darlo a los demás, sientes la llamada a vivir en mayor profundidad y verdad lo que estudias, dices y enseñas.
Todo, de veras, gracia del Señor, motivo para vivir en alabanza, para hacer de la vida un ¡gracias!, una eucaristía

Y el Bienio de Liturgia con sacerdotes, diáconos, seminaristas, algún religioso, religiosa, un laico. Aquí ya de la mano de don Manuel González, el coordinador del Bienio de Liturgia en la Facultad de san Dámaso. Fue desde el Bienio cómo pude conocer a Pablo Domínguez, decano después de don Alfonso Carrasco (hoy obispo de Lugo).

De vez en cuando, hay ocasiones, que son como ‘kairós’, en las que el Señor permite o quiere que rebobine mi vida, para que aprenda a no olvidar que la providencia nos acompaña siempre y que lo que a mí me toca es alabar, bendecir, dar gracias: a la Trinidad santa y a la gente; sí a mucha gente: a mi congregación y a mucha gente, personas ‘cuyos nombres están’, muchos en el corazón, y todos en el libro de la vida y lo que más importa, en el corazón de Dios.

sábado, 12 de junio de 2010

Recordando el X Congreso Eucarístico Nacional

"Que esta comunión en tus misterios, Señor,
expresión de nuestra unión contigo,
realice la unidad de tu Iglesia".


La oración después de la comunión de este domingo XI del Tiempo Ordinario me recuerda una vez más el Congreso Eucarístico celebrado hace pocos días aquí en Toledo. Y en particular me recuerda la ponencia de don Ricardo Blázquez sobre La Eucaristía y la unidad de la Iglesia. Fue la segunda ponencia que he podido escuchar durante el Congreso.
Me impactó, aunque no me sorprendió, la profundidad doctrinal y la convicción con la que trató el tema el actual arzobispo de Valladolid, al que conozco, y aprecio sinceramente desde hace años.
La respuesta a las muchas cuestiones que le fueron planteadas, resumidas por nuestro Provicario don Ángel Collado, fue también sencilla, fraternal, experiencial.

Dejó inteligentemente a los juristas, a los liturgistas… algunas respuestas técnicas, pero sus pocas palabras de respuesta - porque el tiempo no permitía extenderse - fueron respuesta inspirada, clara, animada de verdadero espíritu pastoral, de amor.

Desde que terminó el X Congreso Eucarístico Nacional, en los ambientes en los que he tenido ocasión de moverme para motivos de trabajo, de apostolado, las preguntas sobre su desarrollo, eficacia, repercusión a nivel nacional… han sido y siguen siendo varias. No me he propuesto evadir las preguntas ni he querido dar respuestas que pueda considerar evasivas, aunque sí quiero objetivamente fijarme sobre todo en lo que me parece fundamental en todo Congreso Eucarístico, olvidando un poco otras respuestas que podrían ser a lo mejor más ‘técnicas’, pero que no tocarían el verdadero espíritu de los Congresos eucarísticos como lo vemos reflejado en el Ritual del Culto a la Eucaristía.
Una palabra sincera me viene de la experiencia de personas, especialmente laicos y laicas, que han participado en lo que han podido del Congreso: sobre todo en las celebraciones. Y me parece que esta respuesta es muy positiva.
No les he oído comentario sobre las ponencias, puesto que la mayoría de estas personas que espontáneamente han querido compartir su experiencia han participado casi sólo en las ‘celebraciones’, en lo que estaba abierto a todos.

Una pregunta frecuente y quizás más 'técnica': ¿Qué en las celebraciones se ha hecho mucho uso del rito hispano-mozárabe? Es verdad.
Y también es verdad que estas personas me decían: para mí ha sido una novedad; ¡qué bonito! De manera especial, aunque no sólo, he escuchado comentarios de este tipo sobre la ‘Vigilia en acción de gracias por la iniciación cristiana’ iniciada en la sinagoga La Blanca, y desde allí, con Jesús eucarístico hasta la Catedral, donde tuvo lugar la adoración toda la noche.
Para esta Vigilia de adoración han llegado grupos de adoradores y adoradoras de varias diócesis de España; sólo para la "noche de vela" con el Señor en el Misterio eucarístico. Y estaban contentos, y felices regresaban a sus diócesis de origen después de la Misa “Statio Ecclesiarum Hispanae” con que se clausuró el Congreso.

Reflexionando sobre todo esto, recuerdo el texto de la Constitución sobre la Liturgia en su n. 48: habla de la “participación de los fieles” en las celebraciones litúrgicas. Desde hace muchos años un participio presente junto con un adverbio me han parecido especialmente importantes: el “bene intelligentes” seguido del “per ritus et preces”:

“La Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe (el Misterio eucarístico) como extraños y mudos espectadores, sino que comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen conscientes, piadosa y activamente en la acción sagradas, sean instruidos con la palabra de Dios, se fortalezcan en la mesa del Cuerpo del Señor…”.

Los ritos, la liturgia bien celebrada es ‘mistagogía’ que ayuda a penetrar en el misterio.
Es importante el ‘ars celebrandi’; aún teniendo bien claro que ésta no excluye, sino que pide también la instrucción, la catequesis, la formación litúrgica. Una catequesis y formación que sea verdadera mistagogía, como nos enseñan los Padres de la Iglesia, y como vuelve a pedirnos la reforma litúrgica y el magisterio actual de la Iglesia.

También aquí me digo: don y tarea; vocación y misión; regalo y compromiso: como discípula del Divino Maestro, al servicio al pueblo de Dios.

sábado, 29 de mayo de 2010

El sacerdocio de Cristo y el ministerio de los sacerdotes

La eucología mayor de la Fiesta de Jesucristo, sumo y eterno Sacerdote
es rica y resume la doctrina del "sacerdocio" en la Iglesia:
- el sacerdocio de Jesucristo,
- el sacerdocio bautismal de todo cristiano
- el sacerdocio ministerial.

Medito este prefacio, dando gracias, bendiciendo,
alabando, en comunión con toda al Iglesia del cielo y de la tierra,
a la santa Trinidad por el kairós del SACERDOCIO:

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.

Que constituiste a tu único Hijo
Pontífice de la Alianza nueva y eterna
por la unción del Espíritu Santo,
y determinaste, en tu designio salvífico,
perpetuar en la Iglesia su único sacerdocio
.


Él no sólo confiere el honor del sacerdocio real
a todo su pueblo santo,
sino también, con amor de hermano,
elige a hombres de este pueblo,
para que, por la imposición de las manos,
participen de su sagrada misión.

Ellos renuevan en nombre de Cristo
el sacrificio de la redención,
preparan
a tus hijos el banquete pascual,
presiden a tu pueblo santo en el amor,
lo alimentan con tu palabra
y lo fortalecen con los sacramentos.

Tus sacerdotes, Señor, al entregar su vida por ti
y por la salvación de los hermanos,
van configurándose a Cristo,
y han de darte así testimonio constante de fidelidad y amor.

Por eso,
nosotros, Señor,
con los ángeles y los santos
cantamos tu gloria diciendo:
SANTO, SANTO, SANTO

Y grito: ¡Santo, Santo, Santo Dios,
eterno, justo y fiel!
Y grito: ¡Santo, Santo, Santo Dios!
es grande tu poder.

En presencia de tu inmenso poder
digno eres de adorar;
¡al Cordero: gloria, fuerza y honor,
la justicia es sólo de Él!

En presencia de mi Santo Dios,
yo le adoro en su altar.
Es su nombre gloria, honra y poder,
majestad y santidad.



Jesucristo, sumo y eterno Sacerdote

El 27 de mayo celebra la Iglesia que peregrina en España
la Fiesta de Jesucristo, sumo y eterno Sacerdote, y abre la celebración solemne del X CONGRESO EUCARÍSTICO NACIONAL.
Dos efemérides importantes, dentro del marco del ‘AÑO SACERDOTAL’,
ya casi en vísperas de su clausura.
Sigo viviendo con la intensidad y participación posible los dos acontecimientos y momentos litúrgicos, tan vinculados al carisma específico de las Discípulas del Divino Maestro.
La liturgia de la Palabra de la Fiesta establecía la profunda relación del Sacerdocio de Cristo Jesús con la Eucaristía: el texto evangélico tomado de Lucas 22, 14-20, no podía establecer de manera más profunda la íntima relación: Sacerdocio y Eucaristía:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.» -

«Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros

Comentando la promesa de la nueva Alianza en Jeremías (31, 31-34), el p. Vanhoye dice: El oráculo de Jeremías abre perspectivas maravillosas, pero no explica de qué modo podrá realizarse esta extraordinaria promesa de Dios. Nos lo revela, sin embargo, Jesús en la última cena, cuando instituye la Eucaristía. Jesús toma el cáliz y dice: “Esto es la sangre de mi Alianza.” La nueva Alianza debe estar fundada en la sangre, como la primera Alianza; no en la sangre de animales, sino en la sangre de Cristo, una sangre “derramada por muchos para remisión de los pecados”, según la promesa de la nueva Alianza: “Yo perdonaré su iniquidad” (Jr 31, 34).
Y concluía el cardenal en su meditación de Ejercicios al Santo Padre y a la Curia romana, con la invitación:

Meditemos, pues, sobre esta maravillosa promesa a la luz de la Eucaristía.
Pidamos la gracia de acoger verdaderamente esta promesa divina
y de percibir su extraordinaria novedad.

Es lo que, llegados de las diversas diócesis y rincones de España,
Obispos, sacerdotes, religiosos y laicos,
hemos intentado vivir y queremos seguir
meditando, viviendo, adorando, celebrando, intercediendo
ante Jesús Maestro eucarístico, para que el fruto de este ‘kairós’ de gracia que es el Congreso, sea una vida de la Iglesia y de los cristianos asentada cada vez más abierta y establemente
sobre la Eucaristía: celebrada-adorada-vivida.

Siento que éste será el mejor servicio que hoy podemos ofrecer a nuestra sociedad, enferma y preocupada por tantos problemas.

domingo, 16 de mayo de 2010

CANTO DE AMOR A LA MADRE

Hablando de la Virgen, me place citar y transcribir
una Letanía que considero como serie de “piropos encantadores”,
cual niño a ‘la Madre’:
Santa Maria, Mare de Déu, PREGUEU PER NOSALTRES
Jardí tancat del nou Paradís Terrenal
Arbre frondós de la Ciència del Bé
Prat relaxant de verds pasturatges
Branca d’Olivera desprès del Diluvi
Raïm que regalima Sang d’ Aliança
Calze florit del Fruit de la Vida
Espiga de Blat del Pa de Vida
Lliri d’Aigua de blancor castíssima
Poncella desclosa a l’Esguard del Pare
Rosa vermella d’Amor i de Sang
Violeta blava de perfum humil
Llorer que anuncia divina Victòria
Rosella rogenca de Sang de l’Agnell
Taula parada on es llesca el Pa blanc
Altar del Sacrifici de la nova Víctima
Rebost del Fruit de l’Esperit Sant
Cervolla grácil que es sacia de la Font eternal
Coloma d’ulls bells, missatgera humil de la paraula
Papalona que xucla del mateix Déu
Abella que fabrica el motllo del nom de Jesús
Tòrtora que fa sentir arreu el seu cant
Gasela que saltirona per la Muntagnya de les Espècies
Llac silente que reflexa el Rostre de Déu
Oasi ufanós d’alteroses palmeres
Font segellada d’Aigua puríssima
Cascada virginal de la Força de l'Altíssim
Mar inmens de Gràcia i de Veritat
Rosada suau de Pregària Contemplativa
Plutja fecunda dels Dons de l’Esperit
Lluna d’argent, réflex Fidel de la Llum
Marinada refrescant del Buf de l’Esperit
Estrella del Matí
que es fon en el Sol Ixent
Santa Maria, Mare del Homes, PREGUEU PER NOSALTRES

Fray Josep-Maria Massana

jueves, 13 de mayo de 2010

EL DON PROMETIDO

En camino hacia el día Quincuagésimo de Pascua, preparados para acoger el Don prometido, los discípulos de Jesús, en las parroquias, en este mes de mayo están inmersos en la luz de la primavera, pero sobre todo en los luminosos domingos de Pascua.
La presencia del Señor, que se aparece resucitado, hace el Día del Señor. Vivimos este “Día” que, durando siete semanas, en el día quincuagésimo, el de la plenitud, concluye con las lenguas de fuego que purifican y encienden. Envían, hacen salir, testimoniar, anunciar las grandes obras de Dios.


Los niños y chavales que reciben los sacramentos pascuales de la iniciación cristiana alegran a todo el pueblo de Dios. La oración de la «Madre Iglesia» sobre y para estas tiernas plantitas, es solícita y constante.
Entre el Calvario y el Cenáculo, la Cincuentena pascual está toda ella habitada por la presencia orante de ‘la Madre’, la Hija de Sión, María. Junto a los Doce y a los discípulos y discípulas de su Hijo, ella es la “omnipotencia suplicante”, garantía de fe y motivo de segura esperanza para todos sus hijos e hijas.

A ella, la Virgen-Madre, la piedad cristiana le dedica este mes de mayo, iluminado por el sol de Pascua, más que por el de la primavera.
Con María nos preparamos a Pentecostés, la plenitud de la Pascua. Dejarnos formar por el Espíritu Santo a través de la liturgia, es el camino infalible para hacernos ‘cristianos’ discípulos y discípulas, configuradas y conformes a nuestro Maestro y Señor, hasta que el Padre complacido, pueda decir al mirarnos: ¡”hijo mío – hija mía”! Todo lo demás es pasajero.


Guiada por la liturgia especialmente jugosa de la semana VII de Pascua, en intensa invocación del DON PROMETIDO sobre la Iglesia entera, con María, Reina de los Apóstoles, la Madre de Jesús, con las mujeres y con todos los hermanos, suplico:

Ven. Espíritu Santo
llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos el fuego de tu AMOR.
Y con ‘la Madre’ orante en el Cenáculo:
Señor, Dios nuestro,
que has querido que la Madre de tu Hijo
estuviese presente y participase
en la oración de la primera comunidad cristiana.
Concédenos perseverar junto a ella
con un solo corazón y una sola alma
en la espera del ESPÍRITU,
y así gustar los frutos suaves u duraderos de nuestra redención. Amén.

lunes, 10 de mayo de 2010

PRO EIS EGO SANCTIFICO MEIPSUM, UT SINT ET IPSI SANCTIFICATI IN VERITATE

El Tiempo Pascual está siendo rico de Congresos en varias partes de la geografía española y también eclesial. El Año Sacerdotal, convocado por el Santo Padre Benedicto XVI ofrece también motivo para seminarios y encuentros, mensajes de los obispos y cartas pastorales.

La próxima celebración del X Congreso Eucarístico Nacional, en Toledo, es otra ocasión de encuentros de oración-adoración, conciertos de música religiosa, mensaje de la Conferencia Episcopal reunida en la reciente Asamblea plenaria de abril.
El momento social español con todos los temas acuciantes de la crisis económica, el problema de la Educación, y otros muchos, es tiempo también de particular actividad y preocupación de instituciones, partidos políticos y de todos los ciudadanos.
Son todos temas que me interpelan y que siento y presento como intenciones vivas de intercesión ante Jesús, el Maestro eucarístico.


Entre todos los encuentros, he podido y querido participar en el Congreso Internacional organizado por la Universidad Pontificia de Comillas con el lema: El ser sacerdotal: fundamentos y dimensiones constitutivas.
Ya pasó tiempo, pero el recuerdo sigue vivo. Al inscribirnos, me preguntaba: ¿Cabía la participación de mujeres, laicas y religiosas, en este Congreso? Ciertamente, y por eso hemos participado.


Me atrevo e escribir que, precisamente por ser Discípulas del Divino Maestro debíamos participar. Entre otras razones teológico-eclesiales importantes, como discípula, quería profundizar en el tema del “ser sacerdotal”; descubrir, también en la escucha atenta y en la reflexión, inspiración, pautas para, en la fidelidad creativa al carisma del Beato Alberione, en la realización cada día más actualizada de lo que dice nuestra Regla de Vida: Insertadas por el bautismo en el único sacerdocio de Cristo, participamos en la misión de los ministros ordenados, en el espíritu de María Santísima. Como mujeres asociadas al celo sacerdotal, con la oración y el servicio, acompañamos las vocaciones al presbiterado y cooperamos en su formación… (RV 144).

Si puedo seccionar la vocación-misión de la Pía Discípula, que, como dice la Regla de Vida y como siempre nos ha repetido el Fundador, brota de una única fuente y está dirigida a un solo fin que es el amor a JESÚS viviente en la Eucaristía, en el Sacerdocio y en la liturgia, creo que el Señor me ha concedido la gracia de sentir con fuerza especial la que las Constituciones anteriores llamaban: la dimensión sacerdotal.
Por eso, considero también privilegio el haber podido participar dos días en el Congreso El ser sacerdotal.
Más que subrayar mis vivencias, quiero ahora recordar algunos flashes que me quedaron grabados de manera especial:
El sacerdote, hombre llamado a ser testigo de misericordia en un mundo herido. Puente entre dos orillas.
Los sacerdotes: servidores de la mediación de Cristo; no son ellos mediadores… Siempre puede haber en la Iglesia la tentación de volver al AT; en cambio es necesario estar abiertos al amor de Dios.
La absoluta unicidad de la mediación sacerdotal de Cristo, de la que el presbítero es sacramento, no admite suplencias ni sustituciones.
… nos apremia el amor de Cristo: el amor de Cristo es algo que a Pablo le ha sobrecogido, cautivado, seducido, atrapado. Texto particularmente importante en el conjunto de la carta
(2 Co 2, 14—7,4).

Agradecida al Señor por lo que he podido escuchar y aprender, siento más viva no sólo la responsabilidad, sino también y sobre todo el kairós de la vocación que la Trinidad santa ha sembrado en mi corazón casi desde niña. Vocación hermosa, misión actual que quiero seguir viviendo en alabanza, adoración y servicio.


En esta casi ya conclusión del Año Sacerdotal, me acompaña – junto con la abundante palabra del Santo Padre – el libro Acojamos a Cristo nuestro Sumo Sacerdote, del card. Albert Vanhoye, sj. Desde el inicio me impactó la reflexión sobre las primeras palabras de la carta a los Hebreos: Dios nos ha hablado. Hice mía la invitación: Podemos repensar la historia de la palabra de dios en nuestra vida: esto es un modo muy útil de unión con el Señor, porque en nuestra vida la palabra de dios ha sido decisiva en algunos momentos. Desde nuestra niñez, en nuestra adolescencia y todavía en nuestra vocación, son tantas las palabras del Señor que han tenido una influencia decisiva en nuestra vida. Este recuerdo debe desembocar en una plegaria de admiración: « ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él? ¿El hijo del hombre para que cuides de él?», y en una plegaria de amor agradecido.

Unas palabras de nuestra Madre general me inspiran y acompañan también en este momento ‘eclesial’. Os escribo en la alegría de este tiempo de Pascua, que resplandece en la fragilidad de la naturaleza humana. Expresamos nuestra solidaridad e intensificamos la oración por la persona del Santo Padre en su delicado cometido de guiar con firmeza la barca de Pedro. En efecto, la tormenta mediática de este último tiempo (…) no nos puede dejar indiferentes. Esto toca la naturaleza de nuestra identidad eclesial y nos impulsa a multiplicar la oración y las invenciones de la caridad apostólica especialmente a favor de los ministros ordenados, como es nuestra vocación de Pías discípulas.




sábado, 8 de mayo de 2010

MARÍA, "MUJER EUCARÍSTICA" (IV)

CONCLUSIÓN

Vivir en la Eucaristía el memorial de la muerte de Cristo, a la que siempre va unida la resurrección, significa, en palabras del Siervo de Dios, asumir el compromiso de conformarnos a Cristo, aprendiendo de su Madre y dejándonos acompañar por ella
[1].
Acabamos casi de celebrar el ‘Año paulino’. Y pienso en voz alta: si Pablo se atrevió a afirmar que para él la vida es Cristo (Flp 1, 21), y que Cristo Jesús casi se había convertido en el ‘sujeto’ de su misma existencia: no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí (Gál 2,20), ¡con cuánta mayor razón podía afirmar esto la Virgen Madre, que tuvo una relación única con su Hijo, no sólo en los meses de la gestación, sino durante toda su vida!
Con el Hijo y como él, como madre y discípula, ella vivió en la escucha de la Palabra y en la obediencia de la fe.
Ella pudo decir también físicamente: Cristo vive en mí. Y, como afirma san Agustín: María concibió a su Hijo antes en la mente, en la fe, que en el seno
[2].
Jesús mismo, acogiendo y respondiendo al piropo de la mujer que aclamó dichosa a aquélla que le había dado la vida y le había criado, pudo decir, incluyendo ciertamente a su Madre como primera entre ‘los dichosos’: dichosos más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen (Lc 11, 23).

Como María, la Iglesia, todos nosotros, digamos:
todo honor y toda gloria al Padre, por, con, en Cristo, y en la unidad del Espíritu Santo.


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[1] Ibíd., 57
[2] san agustín, Ibíd.

viernes, 7 de mayo de 2010

MARÍA, "MUJER EUCARÍSTICA" (III)

II. MARÍA, MODELO INSUSTITUIBLE DE VIDA EUCARÍSITCA

María modelo insustituible de ‘vida eucarística’, afirma Benedicto XVI.
Y Juan Pablo II habla de una relación profunda de María con el Santísimo Sacramento.
Creemos que el nexo María-Eucaristía es la consecuencia de la relación entre María y la Iglesia. Y, así como Iglesia y Eucaristía son un binomio inseparable, lo mismo se puede decir del binomio María y Eucaristía.
Si el binomio María-Iglesia es inseparable, si la Iglesia ha de tomar a María como modelo, ha de imitarla también en su relación con este santísimo Misterio
[1].

En esta breve reflexión, al hilo del 6º cap. de la encíclica, quisiera intentar no descubrir, porque ya las descubrió el Papa, pero sí subrayar algunas ‘actitudes eucarísticas de María’ a lo largo de su vida, a partir de lo que conocemos del NT. La referencia a las ‘actitudes’ de María es la ‘clave de lectura’ que elijo para adentrarme en el binomio ‘María-Eucaristía’.

2. 1. María ‘peregrina de la fe’

Ya el Vaticano II define a la Virgen como peregrina de la fe[2].
Benedicto XVI recuerda esta doctrina del Concilio, relacionando de manera directa a María con el sacrificio eucarístico: ... María es quien recibe en sus brazos el cuerpo entregado, ya exánime, de Aquel que de verdad ha amado a los suyos hasta el extremo. Por esto, cada vez que en la liturgia eucarística nos acercamos al cuerpo y Sangre de Cristo, nos dirigimos también a Ella que, adhiriéndose plenamente al sacrificio de Cristo, lo ha acogido para toda la Iglesia (...) María de Nazaret, icono de la Iglesia naciente, es el modelo de cómo cada uno de nosotros está llamado a recibir el don que Jesús hace de sí mismo en la Eucaristía
[3].
Juan Pablo II había presentado a la Virgen Madre como realización perfecta de la obediencia de la fe, por la que el hombre se confía libre y totalmente a Dios
[4].
En la Redemptoris Mater comentaba: A los pies de la cruz, María participa, por medio de la fe, en el desconcertante misterio del ‘despojamiento’ de Cristo. Es ésta tal vez la profunda «kénosis» de la fe en la historia de la humanidad. Por medio de la fe la Madre participa en la muerte del Hijo, en su muerte redentora
[5].
Y en la encíclica EdE profundiza en la ‘fe‘ de María, poniendo de relieve cómo Ella ha practicado su fe eucarística, antes incluso de que ésta fuera instituida, al aceptar ofrecer su seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios (...), anticipando así lo que en cierta medida se realiza sacramentalmente en todo creyente que recibe el cuerpo y la sangre del Señor
[6].
Insiste no sólo en la ‘fe’ de María’, sino también en la que ejerce y vive la comunidad que celebra la Eucaristía; encuentra, en efecto, una analogía profunda entre el ‘fiat’ pronunciado por María a las palabras del Ángel y el ‘amén’ que cada fiel pronuncia cuando recibe el cuerpo del Señor
[7].
En el número anterior, establece una significativa relación entre el mandato de Jesús en la Cena Haced esto en memoria mía y la invitación- casi el mandato- de la Madre en las bodas de Caná, cuando pide a los sirvientes: ‘Haced lo que él os diga’.
Es admirable, en este contexto, constatar la ternura entrañable de las palabras con las que el Papa imagina a la Virgen convenciéndonos a nosotros que ‘no titubeemos’ en nuestra fe: si su hijo ha sido capaz de cambiar el agua en vino en Caná, también lo será, y lo es, de convertir el pan y el vino en su cuerpo y sangre.
En la Anunciación, el ángel le había dicho a María que el Hijo de sus entrañas se llamaría “Hijo del Altísimo”. La Virgen, con su ‘hágase’, acepta y presa el obsequio de su fe; cree., se fía de la Palabra escuchada. Cree cuando el hijo se va formando en su seno virginal, cree en Belén, en Nazaret, en la vida pública de Jesús; cree en el Calvario identificada con la obediencia del Siervo sufriente, que es su Hijo, y cree con alegría y júbilo en el Hijo resucitado.
Se fía de Dios, de su Palabra, con la fe consciente y humilde de los ‘anawim’.
Cuando no entiende – y son muchos estos momentos – pregunta; y luego, conserva la Palabra meditando en su corazón.
Podemos decir que María cree y adora. Adora en la doble dimensión de este verbo, según la explicación del Papa Benedicto XVI: con la adoración, que es comunión-beso, identificación con el Hijo, el ‘Hijo del Altísimo’ ‘ad-os’, y adora con la obediencia de la fe, la sumisión al proyecto del Padre, una vez más identificada con los sentimientos de Jesús ‘proskýnesis’.
María es, pues, modelo de la actitud espiritual con que la Iglesia celebra los divinos Misterios, de la actitud con la que ‘prolonga la gracia del Sacrificio’ en el Sacramento permanente; modelo de profunda actitud de adoración ‘en el Espíritu y la verdad (cf. Jn 4,23).

* Actitud sacrificial de entrega incondicional

El recuerdo del mandato del Maestro y Señor en la última Cena ‘Haced esto en memoria mía’, hace pensar en otra ‘actitud’ de la Virgen, que abarca su vida entera: la entrega en obediencia y entrega incondicional a la voluntad del Padre.
Lo que pide el Señor a los Apóstoles es que renueven, que ‘hagan’ no sólo el rito de partir el pan, dar gracias y distribuirlo, sino que tengan en cuenta qué es ahora lo que él está distribuyendo: su mismo cuerpo entregado y la sangre vertida, derramada, anticipación sacramental de lo que se realizará en la Cruz.
Este mandato que, en cuanto rito consecratorio, será realizado por los apóstoles, por sus sucesores y los presbíteros ungidos por ellos, en el sentido existencial ciertamente es aplicable a todo discípulo que quiera seguir las huellas del Maestro. Y María, discípula y madre
[8], vivió ciertamente esa radical obediencia de la fe que la llevó a hacer suya la ofrenda sacrificial del Hijo, que se rebajó, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz (Flp 2,8). En ella se realizó en grado sumo el deseo que san Pablo expresa a los Filipenses: Tened en vosotros los mismos sentimientos de Cristo Jesús (Flp 2,5).
En Ecclesia de Eucharistia, Juan Pablo II habla de la dimensión sacrificial de la Eucaristía, la dimensión que María hizo suya con toda su vida junto a Cristo, preparándose día a día para el Calvario, ya desde la Anunciación con su ‘hágase’, y sobre todo, desde que acogió el anuncio del anciano Simeón, que aquel Niño sería “señal de contradicción”; la Madre vivió así una especie de ‘Eucaristía anticipada’ a lo largo de toda su existencia.
El Papa, en el final de la encíclica, se asoma a la conmoción de María e imagina sus sentimientos al escuchar de la boca de Pedro, Juan, Santiago y los otros Apóstoles, las palabras de la Última Cena: «Esto es mi cuerpo que es entregado por vosotros». ¡Era el mismo cuerpo concebido en su seno, cuyo corazón había latido al unísono con el suyo!
[9].
Al escuchar el mandato de Jesús «Haced esto en memoria mía», junto con el memorial de Jesús en el Calvario, Juan Pablo II y todos nosotros vemos lo que Cristo ha realizado también con su Madre para beneficio nuestro.
Por eso, nos atrevemos a pensar: memorial del Hijo, recuerdo y presencia de la Madre. Y ‘memoria’ no sólo del momento en que, estando de pie, vivió profundamente, participando en la muerte del Señor Jesús, sino también ‘memoria de toda la vida del Hijo con la Madre y de la Madre con el Hijo, en una existencia entregada, ofrecida, consumada, en íntima y singularísima comunión e identificación
.

2.2. Acción de gracias: «Magnificat» en perspectiva eucarística

En el último número del 6º capítulo de la encíclica EdE, , al referirse a la lecciones que la Ssma Virgen nos ofrece en su “escuela”, el Papa subraya el ‘Magnificat, en perspectiva eucarística’[10].
“Eucaristía” significa “acción de gracias”. Escribe el Papa: La Eucaristía, como el canto de María, es ante todo, alabanza y acción de gracias. La Iglesia alaba al Padre «por» Jesús, «en» Jesús y «con» Jesús. Y la Virgen, cuando lleva a Jesús en su seno siendo primer ‘tabernáculo de la historia’, y a lo largo de toda su existencia, vive la ‘actitud eucarística’ más auténtica. Y la vive, recordando las maravillas que Dios ha hecho en la historia de la salvación y en su propia historia.
Canta el «
[H1] cielo nuevo» y la «tierra nueva» que se anticipan en la Eucaristía.
En los Hechos de los Apóstoles, Lucas habla de la “alegría” que caracterizaba la celebración doméstica de la fracción del pan y el alimento compartido. Usa el mismo sustantivo y el mismo verbo en el texto de Hechos 2, 46 y en el inicio del Magnificat (Lc 1, 47s.9). Habla de "exultación- agalliásei”, alegría exultante, júbilo: la alegría que produce y suscita la presencia viva del Resucitado en medio de los suyos
[11], comparada con la de María que canta las maravillas realizadas por el Dios santo y poderoso, que se ha inclinado sobre ella, la ‘pobre de Yahvé’, poniendo los ojos en su humillación y, por esa razón, todas las generaciones desde ahora la llamarán bienaventurada.
Nada más sugerente y apropiado, pues, que seguir el consejo del Papa: releer el «Magnificat» en perspectiva eucarística; nada nos ayudará a vivir mejor el Misterio eucarístico que esta espiritualidad, la espiritualidad del Magnificat, que expresa la espiritualidad de María. Porque, concluye el Papa: ¡La Eucaristía se nos ha dado para que nuestra vida sea, como la de María, toda ella un ‘magnificat’!
[12]
El Papa nos recuerda que en la Eucaristía, Jesús vuelve a decirnos también He aquí a tu madre y nos la entrega a cada uno de nosotros, como don suyo, testamento filial y fraterno.
Acoger continuamente este don, es vivir eucarísticamente, adverbio repetidas veces usado por el Papa, sobre todo en los documentos y discursos de la última etapa de su vida, con ocasión de su último regalo: la celebración del año eucarístico.

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[1] Ibíd. 57. 53
[2] concilio vaticano ii, Lumen Gentium, 58
[3] BENEDICTO xvi, ‘Sacramentum Caritatis’, 33
[4] juan Pablo ii, ‘Redemptoris Mater’, n. 13
[5] cf. JUAN Pablo II, ibíd, 18
[6] EdE, Ibíd., n. 55
[7] Ibíd.
[8] Cf. san AGUSTÍN, Sermón 25, 7-8, en Liturgia de las Horas, oficio de lectura en la fiesta de la Presentación de la Ssma Virgen
[9] ibíd., 56
[10] Ibíd., 58
[11] cf. Juan Pablo II, Dies Domini, 31
[12] Juan Pablo II, Carta encíclica ‘Ecclesia de Eucharistia’, 58

[H1]Lo nuevo»

jueves, 6 de mayo de 2010

MARÍA, "MUJER EUCARÍSTICA" (II)

I.MARÍA Y LA EUCARISTÍA

Con unas sencillas pinceladas, quisiera detenerme brevemente sobre la relación de María con la Ssma Eucaristía, fijando mi atención en algunas posibles ‘fuentes’.

1.1. En el Nuevo Testamento

A primera vista, dice el mismo Papa, el Evangelio no habla de este tema. En el relato de la institución, la tarde del Jueves santo, no se menciona a María. Se sabe, sin embargo, que estaba junto a los Apóstoles, “concordes en la oración” (Hch 1,14) en la primera comunidad reunida después de la Ascensión en espera de Pentecostés
[1].
El cardenal Angelo Amato, autor de la voz “Eucaristía” en el Diccionario de Mariología, comienza constatando que el tema de la “relación entre María y la comunidad que celebra la Eucaristía es infrecuente en la gran teología. Y prosigue con la decidida afirmación de que es no sólo legítimo, sino bíblicamente necesario, redescubrir ese nexo profundo. Citando a R. Laurentin, afirma también que no se puede de modo absoluto excluir la presencia de la Madre de Jesús en la última Cena, porque según el rito judío de la cena pascual, correspondía a la madre de familia, y todavía corresponde, encender las luces; es posible, pues, que fuera María la que cumpliera este rito también en la última Cena”
[2].
El mariólogo Stefano de Fiores sostiene la misma opinión, aclarando, sin embargo, de antemano que, si la Virgen tomó parte junto a aquellos a los cuales Cristo dijo: ‘Tomad y comed’, en todo caso no estaba incluida entre aquellos a los que se dirigían las palabras de la institución: ‘Haced esto en memoria mía’
[3].
Juan Pablo II, después de reconocer en la encíclica que el evangelio no menciona a María en el relato de la última Cena, afirma que su presencia no pudo faltar ciertamente en las celebraciones eucarísticas de los fieles de la primera generación cristiana, asiduos “en la fracción del pan” (ibíd. 2, 42). Y recordando esta presencia de la Ssma Virgen en la celebración de la Cena del Señor, presidida por alguno de los apóstoles, el Papa deja rienda suelta a su corazón para imaginar los sentimientos de la Madre en aquellos preciosos momentos
[4].

1.2. En el Magisterio de la Iglesia

La propuesta de María como “mujer eucarística”, no la encontramos en la Escritura; es una expresión inédita, una intuición fruto no tanto quizás de la imaginación, cuanto de la inteligencia y el amor del Papa Juan Pablo II. Pero ciertamente podemos afirmar también que la raíz, el ‘humus’ diría de este título, el Papa lo asumió del Magisterio del Vaticano II y de los Papas antecesores suyos, cuya doctrina le era muy bien conocida.
Recordamos sólo algún texto.
El Concilio en la Constitución dogmática sobre la Iglesia, dedica todo el capítulo VIII a la presentación de las relaciones entre la bienaventurada Virgen María y la Iglesia. En él se afirma que María, por su especial participación en la historia de la salvación, reúne e irradia todos los datos de la fe (LG 65). Y la Eucaristía, Mysterium fidei, pertenece por excelencia a estos datos de la fe. En la línea de la mejor tradición patrística, la LG presenta también a María como “modelo y tipo de la Iglesia, en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo (LG 63).
Unos años más tarde, el Papa Pablo VI, con la Marialis cultus, ofrece, en cierta medida, el desarrollo, en ámbito cultual, litúrgico de la relación María-Iglesia tan subrayada por el Concilio. El Papa Montini ofrece también algunas referencias claras a la relación de María con la Santísima Eucaristía.
Con sus palabras, en efecto, podemos decir que en María, la comunidad cristiana encuentra, el modelo de la actitud espiritual con que la Iglesia celebra y vive los divinos misterios (...), el modelo extraordinario de aquella disposición interior con que la Iglesia, estrechamente asociada a su Señor, lo invoca y por su medio rinde culto al Padre Eterno
[5].
Ella, la Virgen oyente, orante, madre y oferente
[6], está siempre presente en el sacrificio eucarístico que la Iglesia realiza en comunión con los santos del cielo y, en primer lugar, con la bienaventurada Virgen.
El Papa no menciona aquí explícitamente la Eucaristía, pero es obvia la referencia al Misterio y Sacramento por excelencia, el Mysterium fidei, cumbre y fuente de toda la liturgia cristiana.
No encontramos en estos textos del Magisterio la expresión, ‘made Juan Pablo II’, María ‘mujer eucarística’, sí podemos decir que esta doctrina está – como era lógico pensar – en perfecta consonancia con toda la tradición de la Iglesia.
La ‘fórmula novedosa’ nace y brota, como consecuencia, de la originalidad y capacidad creativa, poética y mística, propias del Papa Woltyla, y de su profunda espiritualidad eucarística y mariana.

1.3 En la liturgia de la Iglesia

La fe secular de la Iglesia, que une a María con la divina Eucaristía, se expresa también desde el inicio del cristianismo, en su lex orandi, la liturgia. Desde la antigüedad, la liturgia ha recordado a la Virgen Madre de Dios en su plegaria oficial, es más, en el corazón mismo de la celebración eucarística.
Desde la Traditio Apostólica hasta la reforma promovida por el Vaticano II, en el corazón de la Eucaristía, aparece la memoria de María, tanto en la tradición occidental como en la oriental. Siempre la Iglesia ha celebrado y celebra el Misterio Pascual del Señor, en comunión con la Virgen Madre de Dios, venerando ante todo su memoria
[7] .
Es lo que la Iglesia profesa también explícitamente en el canto, que es una verdadera profesión de fe, Ave verum Corpus natum de Maria Virgine... Lo recuerda Juan Pablo II en la conclusión de su encíclica
[8], y hace explícita y devota referencia a él Benedicto XVI, precisamente en el contexto de la Plegaria eucarística: Por eso, (porque la Iglesia ve en María ‘mujer eucarística’ el modelo insustituible de vida eucarística), en presencia del ‘verum Corpus natum de Maria Virgine’ sobre el altar, el sacerdote, en nombre de la asamblea litúrgica, afirma con las palabras del canon: ‘Veneramos la memoria, ante todo de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor’[9].
En la tradición oriental, la santa Madre de Dios, no sólo es invocada en los cánones (Anáforas) como en la liturgia romana y en las otras liturgias occidentales, sino que es representada en el iconostasio frente al altar. Y esto, lo mismo entre los orientales católicos como entre los ortodoxos
[10]..
Todos estos testimonios nos dicen cuán acertada es la intuición por la que el Siervo de Dios Juan Pablo II llamó a Virgen Santa ‘mujer eucarística’. Son profundos los lazos existentes entre María y la Eucaristía, porque la Eucaristía es siempre el misterio del Cuerpo de Cristo, nacido de María, ahora glorificado a la derecha del Padre, y sacramentalmente vivo y operante, bajo el velo de los signos del pan y del vino, en el Misterio eucarístico.
Aunque los evangelios no hablen, pues, de ‘la presencia y participación de la Virgen María en el Banquete eucarístico’, - que ‘no pudo faltar’, en palabras del mismo Papa -, él descubre esta ‘profunda relación’ que se puede delinear indirectamente a partir de la ‘actitud interior’ de la Virgen; y por lo mismo Juan Pablo II puede concluir afirmando que María es mujer ‘eucarística’ con toda su vida
[11].

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[1] ibíd.
[2] amato a., Eucaristía, en Nuevo Diccionario de Mariología, Paulinas 1986, pp. 720-735; especialmente 723
[3] stefano de fiores, En la escuela de María, mujer eucarística, (Guadalajara, México, 8.X.2008) p. 4, en internet
[4] juan Pablo ii, Ibíd.. 56
[5] Ibíd.., 16.
[6] Pablo vi, ‘Marialis cultus’, nn. 17-20
[7] cf. Hipólito de Roma, Traditio Apostolica; Canon romano; plegaria eucarística de san Basilio...; las plegarias eucarísticas II, III, IV de la liturgia romana (1968)
[8] JUAN Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, 59
[9] Benedicto XVI, ibíd. y Homilía del 8 de diciembre de 2005
[10] AMATO A., ibíd., p. 722
[11] juan Pablo ii, Ibíd. 53

miércoles, 5 de mayo de 2010

MARÍA, "MUJER EUCARÍSTICA" (I)

A continuación, expongo en varios post, mi comunicación "María, Mujer Eucarística" de las Jornadas Nacionales de Liturgia 2009

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INTRODUCCIÓN

Sabemos que el título de María ‘mujer eucarística’ salió de la pluma, de la inteligencia y del corazón del siervo de Dios Juan Pablo II en la última de sus 14 encíclicas, la Ecclesia de Eucharistia (= EdE).
Fue para muchos de nosotros una grata ‘sorpresa’, que hemos acogido con gozo y también con el propósito de querer “saber” qué nos quiso decir el Papa con este novedoso y sugerente título.
Recuerda su Carta apostólica “Rosarium Virginis Mariae, en la que nos invitaba a contemplar con María el rostro de Cristo
[1], y, para ello, incluyó entre los misterios de la luz la institución de la Eucaristía[2]. Siguiendo la misma estela, nos enseña que la Virgen Madre será también la que nos guíe hacia el Santísimo Sacramento, con el que ella tiene una relación profunda. Mirando a María, es cómo podremos aprender a celebrar y vivir el Misterio eucarístico, tesoro de la Iglesia y corazón del mundo.
Toda la encíclica EdE viene a ser así, ‘testimonio’ no sólo de la honda espiritualidad eucarística del Papa Woltyla, sino también de su espiritualidad mariana, y este ‘testimonio’ culmina al invitarnos a entrar en la
escuela de María, “mujer eucarística”.
Ya a través de sus documentos, homilías, discursos, en su largo y fecundo pontificado, habíamos podido captar esta profunda espiritualidad. Y no es ciertamente una casualidad que dos de sus últimos documentos – [“Rosarium Virginis Mariae”, de octubre del 2002, y esta encíclica del Jueves santo de 2003] – traten precisamente de lo que podríamos identificar casi como los tres grandes ‘amores’ de Juan Pablo II:
María-la Eucaristía-la Iglesia.
No fue éste su último documento, aunque sí la última encíclica. Le seguiría en el año siguiente la Carta apostólica sobre el mismo tema eucarístico, Mane nobiscum, Domine, promulgada el 7 de octubre de 2004 para convocar el “año eucarístico”, dentro del cual el Siervo de Dios sería llamado y admitido a la ‘contemplación del rostro de Cristo con María’, tema sobre el que nos ha dejado también textos preciosos, manifestación de anhelo y de profunda vivencia de toda su persona.
Lo que escribió en esta última encíclica el Papa “venido de lejos”, como él mismo se definió, creo que tiene todo el valor también de un ‘testamento espiritual’ para la Iglesia, a través del cual quiere confortar también nuestra fe en la Santísima Eucaristía.
La mejor valoración del título dado por el Papa Wojtyla a la Virgen María es la que hace el mismo Benedicto XVI en la Exhortación apostólica Sacramentum Caritatis: La Iglesia ve en María, ‘mujer eucarística’ – como la ha llamado el Siervo de Dios Juan Pablo II - su icono más logrado, y la contempla como modelo insustituible de vida eucarística
[3].

Me pregunto: ¿dónde recurrir para encontrar alguna ‘fuente’ que quizás haya podido inspirar al mismo Juan Pablo II para ofrecernos esta nueva ‘advocación’ mariana?

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[1] cf. juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae, 9. 10
[2] ibíd. 20; Juan Pablo ii, Ecclesia de Eucharistia, 53
[3] BENEDICTO XVI, Sacramentum Caritatis, 96

jueves, 18 de marzo de 2010

PARA ALABANZA DE LA GLORIA DE LA TRINIDAD SANTA

Doy gracias al Señor por las oportunidades que me ha va ofreciendo a lo largo de este curso 2009/2010 de poder compartir con hermanos y hermanas el amor a la liturgia de la Iglesia.

Lo siento como un regalo precioso, que implica una responsabilidad también, pero que siento sobre todo como motivo de alabanza y acción de gracias al Padre dador de todo don perfecto, al Maestro divino que me hace sentir de esta forma discípula que con la luz que Él siempre generosamente comunica, puede ir irradiando el amor al Misterio de Cristo celebrado.

EN LOECHES – MADRID

Hace años, con algunas hermanas Discípulas del Divino Maestro, hacíamos en Loeches, en la Casa de espiritualidad de la Fraternidad Misionera Verbum Dei una tanda de Ejercicios Espirituales, animados por la hermana Tiziana Dal Masetto.

No pensaba que el Señor me tendría preparado aquí un grupo de misioneros/as con los que este curso puedo compartir el estudio de la liturgia.

Ambiente juvenil, misionero, inquietud por conocer para poder evangelizar, para poder transmitir en la evangelización, en la catequesis, en el ministerio ordenado, aquí o en otros países el amor a Jesucristo presente en la acción litúrgica de la Iglesia, en la historia de la salvación actualizada en la celebración de los divinos Misterios.

Octubre del 27 al 30: MARÍA, MUJER EUCARÍSTICA

En las JORNADAS NACIONALES DE LITURGIA 2009, con un tema que rezaba así:
LA EUCARISTÍA, FUENTE DE LA VIDA CRISTIANA en la exhortación «Sacramentum Caritatis»”, en el marco del “Año Sacerdotal”. entre ponencias de carácter bíblico, teológico, espiritual, siempre con carácter litúrgico, una Comunicación dedicada totalmente a la Virgen María: “MARÍA, MUJER EUCARÍSTICA”

La oportunidad de reflexionar antes en el silencio y meditación, luego en voz alta sobre este título de la Virgen salido de la pluma y del corazón del siervo de Dios Juan Pablo II, lo considero un verdadero kairós del Señor. Me parece que vivo todavía, por lo menos a ratos, en la alegría y la unción que siempre da el meterse de corazón en las entrañas de la Madre María.

No he descubierto cosas nuevas, pero sí matices que no tenía muy presentes.
Y me sorprendió gratamente el interés de algunos sacerdotes que, después de la comunicación, me fueron haciendo sugerencias interesantes para profundizar en el tema, para seguir escribiendo y ofreciendo material sobre el tema tan entrañable.

Algún laico también me envió nada menos que un estandarte de una cofradía que sale cada Jueves santo y que representa a la Virgen María de manera interesante en su relación con la santísima Eucaristía.

Un hermano sacerdote me llamó entusiasmado enviándome una de las Cenas de Fray Angelico, en la que María es la primera que ha recibido la comunión de manos de su Hijo, que la sigue distribuyendo a los Doce; y la Madre está en la izquierda de la mesa, arrodillada en el suelo, en actitud profunda de adoración.

He impreso a todo color la imagen y la tengo ante los ojos conde trabajo y descanso: recuerdo familiar de María, la Madre, “mujer eucarística”, primera y perfecta discípula de su Hijo Jesús.

7-15 de febrero: CON RELIGIOSAS DEL CÍSTER CALATRAVAS – EJERCICIOS ESPIRITUALES

Por explícito deseo de la Comunidad, los Ejercicios tuvieron un tema único: la Liturgia de la Iglesia.

En las meditaciones con sencillez tocamos los temas que más podían interesar para la vivencia de Monjas cuya jornadas gira también materialmente como horario, en torno a la celebración de la sagrada liturgia, de la Eucaristía y en particular del Oficio divino.

Pero soy consciente y estoy segura que el fruto de los Ejercicios hay que ponerlo en la misma celebración. Fue para mí una grata experiencia oír, desde las 5,30 de la mañana, hasta las horas 21 tocar la campana del monasterio, que invitaba a levantarse del trabajo o de otros quehaceres y pasar al coro para cantar las alabanzas del Señor, con la liturgia de la Iglesia.

Entendí más profundamente el ‘nihil opponatur operi Dei de san Benito. Lo sabía en teoría; pero el vivirlo durante una semana fue una grata experiencia que conservo con profunda gratitud al Señor.

No fue la primera vez que se me brindó esta oportunidad; hace unos años también con Monjas del Císter, pero parece que este año lo he sentido y vivido de manera más fuerte.

Y también por esto doy gracias al Señor y a las Hermanas, que llevo en el corazón y que estoy segura en más de un momento se acordarán de mí y de pedir que sea buena… y que transforme en lex vivendi la lex orandi y la lex credendi: para que de veras la liturgia, que celebra y expresa la fe de la Iglesia, sea vida.

20 de febrero: ADORACIÓN EUCARÍSTICA, en Ourense.

EN OURENSE, en mi tierra querida, en mi Diócesis, que visito muy pocas veces y de tarde en tarde, pero que sigo sintiendo – a pesar de que en cada Diócesis donde la obediencia me va colocando, me siento miembro vivo de ella – la Diócesis donde una nación siempre suscita un amor especial y un sentido de pertenencia particular.

En mi tierra se me pidió que habláramos sobre la ADORACIÓN EUCARÍSTICA. Confieso que ha sido una experiencia de profunda alegría: en la Diócesis se han tomado muy en serio lo establecido en el Plan de Pastoral, de acuerdo con el plan de la Conferencia Episcopal y de la Comisión Episcopal de Liturgia. Todo centrado en el MISTERIO EUCARÍSTICO y este año, después de haber reflexionado sobre la Eucaristía como Misterio que se ha de creer (primer año), Misterio que se ha de celebrar (segundo año), Misterio que se ha de vivir (tercer año), este cuarto año, casi como colofón: la Eucaristía Misterio que se ha de adorar.

El encuentro fue sencillo y fraterno; sacerdotes y laicos participaron con vivacidad, hondura y fraternidad en la reflexión y comunicaron sus experiencias. El ambiente no podía haber sido más acogedor, casi diría, “eucarístico”.

Mi mayor alegría, además de este encuentro, fue el poder constatar concretamente en alguna parroquia de la ciudad cómo la “adoración y la vida eucarística” no se quedaba en palabras, en temas de estudio y reflexión, sino que ya era una práctica vivida, creo que con entusiasmo, por las comunidades parroquiales.

Aunque la Diócesis está nuevamente en vísperas de quedar ‘huérfana’, porque una vez más el Pastor, ahora, Mons. Luis Quinteiro ha sido nombrado por el Santo Padre Obispo de la diócesis hermana de Tui-Vigo, al nuevo Pastor diocesano que la Iglesia envíe podrá ofrecer frutos de vida eucarística. Y creo que ésta es la mayor y mejor gracia que un Obispo puede desear.

CON LAS MONJAS CARMELITAS DESCALZAS

El admirable e incansable delegado diocesano de Liturgia, don Ramiro González Cougil, me brinda una nueva posibilidad de encuentro por la tarde, para aprovechar el tiempo. Esta vez con las Monjas Carmelitas Descalzas, cuyo monasterio está en las inmediaciones del Seminario mayor, donde tuvimos el encuentro de la mañana.

Una comunidad viva, alegre, que contagiaba su entusiasmo. En los encuentros de Ourense me quiso acompañar mi hermana, que vive con su familia en la provincia de Alicante. Me acompañó también en el monasterio, y quedó muy positivamente impactada por la comunidad religiosa y por cada una de las Monjas.

El encuentro no fue largo, pero muy bueno. Y realmente fraternal.
Algunas hermanas son mayores, otras jóvenes. Cinco llegadas de Latino América; muy vivas, alegres y dinámicas.
El tema del encuentro fue también la Adoración eucarística, en clave vivencial.

Hacía mucho tiempo que tenía olvidado el blog. Empecé con entusiasmo, con deseos de ahondar, también a través de este medio, en la eucología de las celebraciones del año litúrgico. No he perdido el entusiasmo, pero no siempre se puede encontrar el tiempo para detener el ritmo.


Una sola palabra, la final de este paseo por las actividades que han ocupado estos meses:

“¡¡GRACIAS!!” PARA ALABANZA DE LA GLORIA DE LA TRINIDAD SANTA.