domingo, 20 de abril de 2008

«¡Ha resucitado de veras mi Amor y mi Esperanza!»


Con las maletas ya casi preparadas, con el alma repleta de gratitud al Maestro Resucitado que, con la gracia y fuerza de su Espíritu, nos acompañó en todo momento, a lo largo de estos casi 20 días de Capítulo, a las 7 de la mañana nos reunimos en la capilla para elevar en comunión con toda la Iglesia nuestra alabanza matutina a la Santa Trinidad.
Casi como “salmo invitatorio”, una hermana proclama la invitación a todos los pueblos de la tierra para que se unan en esta alabanza y glorificación al Dios tres veces santo.
Transcribo en la forma posible esta “invitación”, que una vez más ha tenido en cuenta nuestra asamblea representante de los cinco Continentes:


¡Venid a alabar al Señor, pueblos todos!
Venid del
Norte y del Sur de la vieja Europa,
alabad al Señor con los vientos,
el sol, las montañas, la tierra, el color de todas las banderas,
con el corazón de los niños, de los jóvenes, de los adultos,
de los ancianos,
con
la Familia Paulina que tiene sus raíces en Europa
con cada una de sus diez voces,
¡venid todos y alabad al Resucitado!

Venid a alabar al Señor, pueblos de la bella África.
Alabadle con el mar, la danza, la tierra,
alabad al Señor con el dolor, la esperanza,
los colores y la liturgia;
alabad al Señor con el canto de los pájaros,
con la voz de cada tribu, nación y pueblo;
alabad al Señor con el trabajo, el arte,
alabad con fuerza al Señor,
¡
anunciad, como las discípulas, que el Señor ha resucitado!

¡Alabad al Señor, pueblos todos de Asia,
desde el surgir del sol hasta su ocaso!
Venid,
con los discípulos de cada nación.
Alabad y aclamad al Señor con la fiesta,
la adoración, el perfume del incienso, de la mirra, del áloe.
Con la belleza del mar y los atardeceres,
con el trabajo y la creatividad.
Alabad al Señor hombres y mujeres, niños y jóvenes
que custodiáis en el corazón las riquezas de grandes tradiciones,
y signos de los tiempos nuevos,
¡decid a todos que el Señor ha resucitado!

¡Venid, pueblos todos de Oceanía!
Alabad al Señor y cantad sus maravillas,
alabadlo con el canto, la cultura, la naturaleza,
alabadlo con las discípulas, con los jóvenes, los niños,
¡alabadlo y gritad al mundo, con todo ser que vive y alienta,
que Cristo ha resucitado y camina con nosotros!

¡Pueblos de las Américas,
alabad y bendecid al Señor!
Alabadlo con la belleza de las estaciones,
con
los grandes ríos y la verde Amazona,
alabad y bendecid al Señor con la música y el canto,
las flores y la nieve, la creatividad y el trabajo.
Alabadlo con la riqueza de vuestras diversas culturas, lenguas,
y tradiciones, los pueblos indígenas.
¡Alabadlo, naciones de América,
alabadlo y decid a todos los pueblos
que el Señor ha resucitado y camina con nosotros!

Pías Discípulas del mundo,
¡venid a anunciar
que el amor del Divino Maestro es grande!
Alabémoslo con la
Eucaristía,
el servicio Sacerdotal, y la Liturgia,
y con todos los medios que el nuevo mundo nos ofrece.

(inspirado en: Anna Maria Mazzurana, pddm)

Se clausura algo más tarde nuestra Asamblea Capitular con la Concelebración eucarística. La celebración del “memorial del Misterio Pascual” del Señor Jesús, acoge, juntamente con el pan y el vino, nuestra nueva Regla de Vida y Directorio, destinados a convertirnos, por la fuerza del Espíritu, en discípulas suyas cada día más auténticas, que quieren seguir su destino, vivir para gloria del Padre y bien de toda la iglesia y la humanidad.

También, en el momento de la presentación de las ofrendas, no podía faltar un gesto que expresara nuestra comunión con toda la humanidad, con toda la iglesia presente en los cinco Continentes del mundo: cinco hermanas, representantes de cada uno de los Continentes, presentaban una lámpara encendida, con el deseo de realizar, bajando a nuestras “Galileas”, el mandato del Maestro Divino:
“Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes... Y sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo(Mt 28,19.20).

Con el impulso apostólico que caracterizó al beato Santiago Alberione y a nuestra primera Madre, la Sierva de Dios Sor M. Escolástica Rivata, después del ágape fraterno, con saludos y despedidas, cada una nos fuimos orientando hacia trenes, autobuses, aviones..., seguras de que el Señor está con nosotras, con todos sus hijos, “todos los días” y en todos los lugares, también donde aún no es conocido.
Hemos vivido días intensos de trabajo, animadas por la celebración del Misterio Pascual que la Liturgia de la Iglesia nos ha ido ofreciendo con una “novedad” que podemos decir coincidía con el espíritu de la tarea de cada día.
Ahora, la llamada a seguir viviendo este Misterio Pascual, hasta su cumplimiento en Pentecostés, y hasta la celebración en la Liturgia del cielo.
Sabemos que no estamos solas ni solos. Jesús Maestro nos aseguraba: “No os dejaré huérfanos... Yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad” (Jn 14, 18. 16).

El Espíritu del Padre y del Hijo será nuestro “Paráclito”, abogado y consolador y Él, como nos recuerda con palabras consoladoras la Gaudium el Spes, está presente y actúa en todos, en todo tiempo y lugar: “El Espíritu Santo ofrece a todo ser humano la posibilidad de ser asociado al misterio pascual, de un modo que sólo Dios conoce” (GS 22).

¡Amén! ¡Aleluya! ¡Amén! ¡Aleluya! ¡Amén! ¡Aleluya!

2 comentarios:

DE LA MANO DE TERESA DE JESUS dijo...

Que hermoso salmo para hoy, el hoy del mundo. Me ha gustado muchisimo.

Que Dios las bendiga y bendiga la obra.

Unidos en la Oracion, Teresa

Concepción, pddm dijo...

¡Muchas gracias por vuestros ánimos!
Trabamos en la misma onda.
También yo soy entusiasta de los snatosdel Carmelo, especialmente de Teresa de Jesús, del Niño Jesús, Benedicta de la Cruz, Isabel de la T.
De veras, sólo Dios basta.
Me gusta vuestra página.
Que el Espíritu nos visite y nos llene!!
Amén. Concepción G.