lunes, 24 de octubre de 2011

YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA

La devoción a Jesús Maestro es un estilo de vida...
En la liturgia, tanto dominical como diaria, nos está acompañando el apóstol Pablo, patrono y protector de la Familia Paulina. Le escuchamos y seguimos con amor. Esta semana, que coincide con la 'novena a Jesús Maestro', la carta a los Romanos es como la luz y la guía que ilumina y refuerza el camino paulino, cuya meta y fundamento no puede ser otro que: Jesús Maestro, el Camino, la Verdad, la Vida. Hoy, lunes de la semana XXX del Tiempo ordinario, el Apóstol nos urge a vivir según el Espíritu y conmducidos por él, para ser de veras hijos de Dios: "Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios". ¡Qué mejor preparación espiritual y apostólica para la fiesta entrañable de nuestro único Maestro Jesús!

Otra óptima preparación es también la de ir escuchando-orando-contemplando a lo largo de los  días de la novena la Palabra tan rica y abundante que se proclamará en la celebración litúrgica, tanto de la Eucaristía como de la Liturgia de las Horas. Cito los textos del ciclo A:
1ª lectura: Is 50, 4-7/ Salmo responsorial: sal 24, 4-5. 10. 12-15/ 2ª lectura: 2Pe 1, 16-19/ vers. al Evangelio: Jn 14, 6/ Evangelio: Jn 13, 1-17. Y la Liturgia de las Horas: Rm 15,8-12//Prov 8, 12-14. 17.22-32// 1Jn 2,24.27-28// 1Jn 5,20//1Jn 5,11-12// 2Jn 9-10// Ef 2,4-7. Y la segunda lectura del Oficio de lectura ofrece dos textos: uno de san :Buenaventura, Serm. de Temp: "No se debe llamar ni considerar como maestro a nadie más que a Cristo" y como alternativo un texto del beato Santiago Alberione, que ya en las primeras palabras de este texto resume el contenido de todo el escrito que se remonta al año 1963 y que sintetiza en lo que constituyó el centro y el ideal del p. Alberione transmitido a toda la Familia Paulina: "Todo el mensaje de san Pablo se puede resumir así: configurarnos con Cristo, para alcanzar la perfección a la que todos estamos llamados".
En Roma la Familia Paulina está preparando con particular esmero la Solemnidad de Jesucristo Maestro. Todos los domingos del mes de octubre están teniendo un relieve especial, cuidando las Celebraciones litúrgica con participación de miembrosde las instituciones paulinas en la Eucaristía, las Vísperas y una conferencia sobre temas específicos centrados en Jesús Maestro.


Se propone también una novena:


NOVENA A JESÚS MAESTRO
(para introducir en la celebración de Vísperas o Laudes)
Dios mío, ven en mi auxilio…


Lucernario o Invitatorio: ant. Venid, adoremos a Jesucristo, nuestro único Maestro


Te alabamos y te adoramos, Jesús verdad para nuestra inteligencia, te damos gracias por el don del Evangelio. Tú iluminas a todo hombre que acoge tu palabra,Tú iluminas y confirmas nuestros pasos
¡Vive en nuestra mente, Jesús Verdad!


Ant. Venid, adoremos a Jesucristo, nuestro único Maestro


Te alabamos y te adoramos, Jesús camino para nuestra voluntad. Tú eres nuestro modelo: desde el pesebre hasta el Calvario nos has trazado el camino divino del amor al Padre, a los hermanos, camino de pureza infinita y de amor a la entrega, al sacrificio. Haznos conocer tu camino como camino seguro, único, infalible. Que sigamos tus huellas de pobreza, castidad, obediencia. Sustituye mi voluntad por la tuya.


Ant. Venid, adoremos a Jesucristo, nuestro único Maestro


Te alabamos y te adoramos, Jesús vida para nuestro corazón, que nos revistes de gracia y nos sostienes en el camino hacia el cielo. Tú has venido para que los hombres tengan la vida en abundancia. Tú eres la vid verdadera que el Padre ha plantado y cultiva: Concédenos permanecer en ti, sacar la savia en las fuentes de la gracia para dar frutos de santidad y de apostolado. Vive en nosotras, para que, nos hagamos siempre más discípulas auténticas y el Padre sea glorificado en nosotras.


Ant. Venid, adoremos a Jesucristo, nuestro único Maestro


Te alabamos y te adoramos Jesús, Maestro perfecto, que nos das ejemplo, nos enseñas y nos fortaleces a nosotras, tus discípulas, en tu seguimiento. Por ti, contigo, en ti, alabamos y adoramos al Padre y al Espíritu Santo.




HIMNO:


Gloria a ti, Señor y Maestro, Palabra eterna en el Espíritu, amor del Padre.


Tú eres e lcamino, la verdad y la vida. Pastor y Maestro: ¡Gloria a ti! Gloria a ti, gloria a ti. or la fe de la Iglesia y de tus santos,¡Kyrie eleison!


Tú, grano de trigo oculto en la tierra, Palabra encarnada: ¡Gloria a ti! Envías hoy a los heraldos de tu Reino: ¡Gloria a ti, gloria a ti! Por la esperanza de la Iglesia y de tus santos, Kyrie eleison!
Alumbras las tinieblas del mundo y del hombre. Luz eterna del padre: ¡Gloria a ti! Envías hoy mensajeros de la paz: ¡Gloria a ti, gloria a ti! Por el amor de la Iglesia y de tus santos, Kyrie eleison!

(Se puede elegir entre los varios himnos de Jesús Maestro)


SALMOS Y CÁNTICO


Los pasajes bíblicos que siguen se pueden leer después de la Lectura breve correspondiente:


Primer día:  El Padre quiere que escuchemos a Jesús, el Hijo en el que se complace/ Lect. Mt 17, 1-5
Segundo día: Jesús es Maestro de vida/ Lect. Jn 5, 24-27. 30

Tercer día: Jesús, el Maestro cuyo yugo es ligero, es modelo de la acción de gracias/ Lect. Mt 11, 25-30
Cuarto día:  Hemos sido predestinados a ser conformes a la imagen de Jesús Maestro/Lect. Rm 8, 28-32.
Quinto día: El Padre es glorificado cuando nosotros permanecemos en Jesús y en él damos fruto/Lect. Jn 15, 4-5.7-11
Sexto día: En Jesús Maestro se cumple perfectamente la voluntad del Padre y nosotros somos santificados
Lect. Hb 10, 5-10
Séptimo día: Jesús Maestro en el servicio por amor, nos indica el camino de la bienaventuranza/Lect. Jn 13, 12-17
Octavo día: Jesús vive siempre en comunión con el Padre; si nosotros permanecemos en su Palabra, la verdad nos hará libres/ Lect. Jn 8, 28-32
Noveno día: Jesús Maestro único/ Lect. Mt 23, 8-11


Ant. Al Magnificat o al Benedictus: Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad. Aleluya.


Oración final para todos los días de la Novena:
Dios todopoderoso y eterno, que has enviado a tu Hijo como Maestro único y universal, haz que, asimilando su doctrina, consigamos alcanzar las realidades eternas.




CANTO FINAL


"No temáis, no temáis: Yo estoy con vosotros. Desde aquí quiero iluminar. Vivid en continua conversión".

































NOVENA A JESÚS MAESTRO


Para introducir en la celebración de Vísperas o Laudes

Dios mío, ven en mi auxilio…

Lucernario o Invitatorio: ant. Venid, adoremos a Jesucristo, nuestro único Maestro

Te alabamos y te adoramos, Jesús verdad para nuestra inteligencia, te damos gracias por el don del Evangelio.

Tú iluminas a todo hombre que acoge tu palabra,

Tú iluminas y confirmas nuestros pasos.

¡Vive en nuestra mente, oh Jesús Verdad!

Ant. Venid, adoremos a Jesucristo, nuestro único Maestro

Te alabamos y te adoramos, Jesús camino para nuestra voluntad. Tú eres nuestro modelo: desde el pesebre hasta el Calvario nos has trazado el camino divino del amor al Padre, a los hermanos, camino de pureza infinita y de amor a la entrega, al sacrificio.

Haznos conocer tu camino como camino seguro, único, infalible.

Que sigamos tus huellas de pobreza, castidad, obediencia. Sustituye mi voluntad por la tuya. Ant. Venid, adoremos a Jesucristo, nuestro único Maestro

Te alabamos y te adoramos, Jesús, vida para nuestro corazón, que nos revistes de gracia y nos sostienes en el camino hacia el cielo.

Tú has venido para que los hombres tengan la vida en abundancia.

Tú eres la vid verdadera que el Padre ha plantado y cultiva:

Concédenos permanecer en ti, sacar la savia en las fuentes de la gracia para dar frutos de santidad y de apostolado.

Vive en nosotros, para que, nos hagamos siempre más discípulas auténticas y el Padre sea glorificado en nosotras.

Ant. Venid, adoremos a Jesucristo, nuestro único Maestro

Te alabamos y te adoramos Jesús, Maestro perfecto, que nos das ejemplo, nos enseñas y nos fortaleces a nosotras, tus discípulas, en tu seguimiento.

Por ti, contigo, en ti, alabamos y adoramos al Padre y al Espíritu Santo.



HIMNO:

Gloria a ti, Señor y Maestro, Palabra eterna en el Espíritu, amor del Padre.

Tú eres e lcamino, la verdad y la vida.

Pastor y Maestro: ¡Gloria a ti!

Gloria a ti, gloria a ti.

Por la fe de la iGlesia y de los santos,

Kyrie eleison.



Tú, grano de trigo oculto en la tierra,

Palabra encarnada: ¡Gloria a ti!

Envías hoy a los heraldos de tu Reino: ¡Gloria a ti, gloria a ti!

Por la esperanza de la Igelsia y de tus santos, Kyrie eleison.



Alumbras las tinieblas del mundo y del hombre.

Luz eterna del padre: ¡Gloria a ti!

Envías hoy mensajeros de la paz:

¡Gloria a ti, gloria a ti!

Por el amor de la Iglesia y de tus santos,

Kyrie eleison.





Se puede elegir entre los varios himnos de Jesús Maestro



SALMOS Y CÁNTICO



Los pasajes bíblicos que siguen se pueden leer después de la Lectura breve correspondiente:



Primer día:



Guía: El Padre quiere que escuchemos a Jesús, el Hijo en el que se complace



Lect. Mt 17, 1-5



Segundo día:



Guía: Jesús es Maestro de vida



Lect. Jn 5, 24-27. 30



Tercer día:



Guía: Jesús, el Maestro cuyo yugo es ligero, es modelo de la acción de gracias



Lect. Mt 11, 25-30



Cuarto día: Guía: Hemos sido predestinados a ser conformes a la imagen de Jesús Maestro



Lect. Rm 8, 28-32.



Quinto día: Guía: El Padre es glorificado cuando nosotros permanecemos en Jesús y en él damos fruto.



Lect. Jn 15, 4-5.7-11



Sexto día: Guía: En Jesús Maestro se cumple perfectamente la voluntad del Padre y nosotros somos santificados



Lect. Hb 10, 5-10



Séptimo día: Guía: Jesús Maestro en el servicio por amor, nos indica el camino de la felicidad (bienaventuranza)



Lect. Jn 13, 12-17



Octavo día: Guía: Jesús vive siempre en comunión con el Padre; si nosotros permanecemos en su Palabra, la verdad nos hará libres.



Lect. Jn 8, 28-32



Noveno día: Guía: Jesús Maestro único



Lect. Mt 23, 8-11



Ant. Al Magnificat o al Benedictus:



Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad. Aleluya.



Oración final para todos los días de la Novena:



Dios todopoderoso y eterno, que has enviado a tu Hijo como Maestro único y universal, haz que, asimilando su doctrina, consigamos alcanzar las realidades eternas.

Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.





CANTO FINAL

No temáis, no temáis: Yo estoy con vosotros. Desde aquí quiero iluminar. Vivid en continua conversión.



En los apuntes biográficos escritos por petición insistente de los primeros Paulinos, en el año 1954, a los 40 años de la fundación de la Familia paulina, en tercera persona escribe el beato Santiago Alberione: “En el sueño que tuvo después, le pareció tener una respuesta. Jesús maestro, en efecto, decía: «No temáis. Yo estoy con vosotros. Desde aquí quiero iluminar. Vivid en continua conversión».

Estas palabras, según parece, las oyó en latín. «Nolite timere. Ego vobiscum sum. Ab hiinc illuminare volo. Cor paenitens tenete».

El “sueño” al que se refiere nuestro Beato Fundador, debió tener lugar en 1923, cuando cayó en una grave enfermedad, de la que se libró de manera prodigiosa, como insinúa él mismo en AD 64.

martes, 18 de octubre de 2011

JESUCRISTO MAESTRO ÚNICO Y UNIVERSAL

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO DIVINO MAESTRO




Dentro de pocos días, el último domingo de octubre, la Familia Paulina extendida por los cinco continentes, celebrará la solemnidad de JESUCRISTO DIVINO MAESTRO, SOLEMNIDAD titular de las Pías Discípulas del Divino Maestro y del Instituto Jesús Sacerdote de la misma Familia Paulina, fundada por el Beato Santiago Alberione. Esta solemnidad fue aprobada por la Santa Sede el 20 de enero de 1958 a petición del mismo p. Alberione. Los formularios de la Misa y de la Liturgia de las horas fueron revisados y puestos en relación y sintonía con la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II.


En múltiples ocasiones el p. Santiago Alberione explicó el sentido de la espiritualidad paulina, centrada en Cristo Maestro, cuya celebración anual pretende ser “punto de partida y meta de una intensa vida espiritual, estímulo para no dejar nunca de ahondar en la que para cada uno de nosotros significa estar en la escuela del Maestro Divino”. El beato Santiago Alberione, ilustrando la devoción a Jesús Maestro sobre la que está centrada la espiritualidad paulina, afirmaba: «Esta devoción no se reduce a la simple oración o a algún canto, sino que envuelve toda la persona».

En efecto, la devoción a Jesús Maestro no quiere ser simplemente un conjunto de prácticas, sino un estilo de vida, un modo de pensar, de razonar y de obrar.


« ¿Cuál es el ideal paulino?- se preguntaba el P. Alberione. ¿Cómo y cuándo se realiza y se vive?»Y él mismo responde así escuetamente a las preguntas planteadas: «Cuando se puede decir, como san Pablo: “Vivo yo, pero ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí”». Y así, la espiritualidad centrada en Jesucristo Divino Maestro supone y tiene como meta “una transformación total en Jesucristo, en la que Jesucristo y el alma se entregan recíprocamente, transfundiendo el uno en el otro la total posesión de sí mismo… Se consigue así la personalidad en Cristo que predican san Juan evangelista y el apóstol san Pablo”.


En una meditación de Navidad de 1957 decía también el Fundador: «Debemos acercarnos al pesebre con el mismo espíritu de María y tratar de comprender bien qué es lo que quería indicarnos el Señor cuando nos dijo: “YO SOY EL CAMINO, Y LA VERDAD Y LA VIDA”, qué comprende la Iglesia, qué comprende el Evangelio. ¡Comprender y amar!... ».



«Seamos agradecidos para con la providencia de Dios, que nos ha concedido la inmensa riqueza de comprender mejor a Jesucristo. Aceptemos lo que es obligatorio, lo que constituye el espíritu, el alma del Instituto; es decir, VIVIR LA DEVOCIÓN A JESÚS MAESTRO, CAMINO, VERDAD Y VIDA (…). Porque la voluntad de Dios, la adquisición del auténtico espíritu paulino, consiste en esto, que es el alma de la Congregación… No es una frase bonita, no es un consejo: es la esencia de la Congregación; ¡es ser o no ser paulinos…!»


La eucología de la Misa enlaza con el principio del evangelio de san Juan (Jn 14,6) en cuyo horizonte el p. Alberione siempre ha presentado el misterio del Magisterio del Señor. «Jesús es “Maestro” completo, según la misma definición que él dio de sí mismo en la última Cena: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”».


Recuerda también el pasaje del mismo evangelio de Juan en el cap. 13, tan significativo para el magisterio del Señor Jesús, “Maestro y Señor”: el título que él mismo se dio: “Vosotros me llamáis ‘el Señor’ y’ el Maestro’, y decís bien porque lo soy. Pues si yo, que soy el Señor y el Maestro os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros” (Jn 13,14). Esta perícopa del evangelio de Juan 13,1-20 lo encontramos precisamente en el ciclo A, en la Eucaristía de este día.

La oración colecta dice:

Oh Dios, Padre de la luz, que en la plenitud de los tiempos has hablado a los hombres por tu Hijo amado, concede a quienes lo confesamos Señor y Maestro, ser fieles discípulos suyos, y anunciarlo al mundo como camino, verdad y vida.Él que vive y reina…






PREFACIO de CRISTO MAESTRO ÚNICO Y UNIVERSAL


En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, glorificarte, Padre santo, Dios de misericordia infinita, que, desde toda la eternidad, ofreces a los hombres tu vida inmortal.


Tú creaste el mundo y con amor infinito lo conservas. Como Padre bueno, velas por tus criaturas y reúnes en una sola familia a todos los hombres creados para gloria de tu nombre, redimidos por la cruz de tu Hijo y señalados con el sello de tu Espíritu.


Te damos gracias por Jesucristo, a quien nos diste como Maestro único y universal. Él es tu Palabra viviente, el camino seguro que nos conduce hacia ti, la verdad eterna que nos hace libres, y la vida sin fin que nos colma de alegría.


Por este don de tu benevolencia, unidos a los ángeles y a los santos, te entonamos nuestro canto y proclamamos tu alabanza:


Liturgia de la Palabra
1ª lectura: Is 50, 4-7


“El Señor Yahvé me ha dado lengua dócil, que sabe decir al cansado palabras de aliento. Temprano, temprano despierta mi oído para escuchar igual que los discípulos. El Señor me ha abierto el oído. Y yo no me resistí, ni me hice atrás…”

Confronto la traducción de la biblia de Jerusalén, con la de la Casa de la Biblia y la de la Conferencia Episcopal Española:
Lengua – oído: “lengua dócil – lengua de iniciado” Lengua que “temprano temprano – cada mañana” escucha como discípulo la Palabra, el querer del Señor, que lo manda a comunicar al “cansado – al abatido” “palabras de aliento” (BJ) y compasión, esas mismas palabras que él ha escuchado en la mañana y que ahora, convertido en apóstol, puede anunciar y transmitir.


“El Señor me ha dado una lengua de discípulo para que sepa sostener con mi palabra al abatido. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos. El Señor me ha abierto el oído, y yo no me he resistido ni me he tirado atrás. (…) no volví la cara ante los insultos y salivazos” (La Casa de la Biblia).


“El Señor me ha dado lengua de discípulo, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos. El Señor me abrió el oído; yo no me resistí ni me tiré atrás (…) no escondí el rostro ante insultos y salivazos” (CEE).


Escuchando el comentario de este testo de Isaías a J.M: Martín Moreno, me impactó una frase que no he olvidado con el pasar de los años. Decía: “No hay lengua de apóstol, si no ha habido oído de discípulo”.

Y estas palabras con frecuencia resuenan en mí, que por el don recibido con la vocación deseo ser “discípula” fiel de Jesús Maestro. En este mes de octubre en el que de manera especial toda la Familia Paulina queremos vivir, celebrar, anunciar a Jesucristo, el Maestro Divino, la expresión escuchada hace muchos años cobra actualidad y viveza: queremos ser apóstoles, a esto estamos llamados por el don del Espíritu; pues la condición para ser apóstoles eficaces al servicio de la Iglesia y de la sociedad, es la de ser. Verdaderos discípulos, discípulas.


Volviendo al texto bíblico de Is 50 reflexiono que yo puedo correr el riesgo de calificar las palabras del Siervo, puestas en la liturgia de la solemnidad de Jesús Maestro, como un bello discurso poético, pero no puedo olvidar que se trata del tercer canto del Siervo doliente de Yahvé.


Y es así que, ante la voluntad del Padre que le abre el oído para que escuche, el Siervo-discípulo se adhiere en filial y sufriente obediencia, no opone resistencia, no se tira atrás; no retire el rostro ante los insultos y salivazos. Acepta la Pasión y la muerte. La respuesta a la voluntad del Padre, que ha escuchado, se hace sometimiento, obediencia filial “hasta la muerte y muerte de cruz”. Se anticipa aquí la oración del Getsemaní: ”…no sea como yo quiero, sino como quieres tú”, como aparece en los Sinópticos o como la recoge con expresión sobrecogedora la carta a los Hebreos: "Cristo en los días de su vida mortal ofreció su sacrificio con lágrimas y grandes clamores. Dirigió ruegos y súplicas a aquel que lo podía salvar de la muerte, y fue escuchado por su sumisión. Y aunque era Hijo, aprendió sufriendo a obedecer” (Hb 5,7-8).

La asamblea litúrgica ha escuchado silente la Palabra; recuerda que “los caminos de Dios no son nuestros caminos”, Y pide, por el salmo responsorial, que sea Dios mismo el que nos eneñe, que sea su Espíritu el que nos introduzca en las sendas de Dios, para que podamos caminar con rectitud y lealtad:

R/ Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas.


Haz que camine con lealtad, enséñame porque tú eres mi Dios y Salvador. Las sendas del Señor son misericordia y lealtad para los que guardan su alianza y sus mandatos. R.


¿Hay alguien que tema al Señor? Él le enseñará el camino escogido: su alma vivirá feliz, su descendencia poseerá la tierra. R.


El Señor se confía con sus fieles y les da a conocer su alianza. Tengo los ojos puestos en el Señor, porque él saca mis pies de la red. R.

domingo, 2 de octubre de 2011

LA VIÑA DEL SEÑOR ES LA CASA DE ISRAEL

Domingo XXVII del Tiempo ordinario



Cada día la Iglesia, a través de su liturgia, nos acompaña con gran sabiduría.


Dios todopoderoso y eterno,

que con amor generoso desbordas los méritos
y deseos de los que te suplican;derrama sobre nosotros tu misericordia,
para que libres nuestra conciencia de toda inquietud
y nos concedas aun aquello que no nos atrevemos a pedir.

Descubrimos esta sabiduría especialmente en la liturgia dominical, también en los domingos del Tiempo Ordinario.


Quiero hoy fijar mi atención orante en el formulario del domingo XXVII: en su eucología y en la Palabra de Dios.


La oración colecta se abre con una invocación particularmente solemne: Dios todopoderoso y eterno. Hay personas a las que les parece, y este discurso se lee y se oye comentar que hoy el título de “todopoderoso” no es propio de Dios según la mentalidad de nuestro tiempo. La oración colecta del domingo pasado aparecería casi como respuesta clarificadora a esta dificultad: Dios es “todopoderoso”, sí, y manifiesta su “omnipotencia” sobre todo perdonando y teniendo misericordia, es “la omnipotencia del amor misericordioso”.


Es el Dios omnipotente en el perdón y en el amor, un amor compasivo y todo bondad. Su poder está puesto casi totalmente al servicio de nuestra indigencia y necesidad. Por eso la Iglesia pide en la colecta de este domingo al Dios que desborda nuestros méritos y deseos, que derrame sobre nosotros su misericordia y que perdone todo lo que crea inquietud en nuestra conciencia, lo que nos pesa...

Me fijo ahora en la oración después de la comunión:
Concédenos, Señor todopoderoso,

que de tal manera saciemos nuestra hambre
y nuestra sed en estos sacramentos,
que nos transformemos en lo que hemos recibido.

El texto original latino habla casi con cierto atrevimiento de la “embriaguez”- quizás la “sobria embriaguez del Espíritu”- : "inebriemur atque pascamus”: “ser hartados con el pan eucarístico, ser emborrachados con tu vino”. Texto vigoroso donde los haya, texto significativo de un abierto realismo eucarístico, que recuerda las palabras del Maestro Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, en el discurso sobre el Pan de vida (Jn 6), que viene después del milagro de la multiplicación de los panes en el que todos se saciaron (cf Jn 6,12), Marcos dice más claramente “comieron todos y se hartaron” 6,42).


La petición de esta oración de post comunión, consecuencia de la ‘comida y bebida eucarísticas’ nos recordaba espontáneamente, casi como referencia directa, el texto tan conocido de san Agustín: "¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad! ... Y, cuando te conocí por vez primera, fuiste tú quien me elevó hacia ti… Y me di cuenta de la gran distancia que me separaba de ti, por la gran desemejanza que hay entre tú y yo, como si oyera tu voz que me decía desde arriba: «Soy alimento de adultos: crece, y podrás comerme. Y no me transformarás en substancia tuya, como sucede con la comida corporal, sino que tú te transformarás en mí»".


Es la doctrina común de los Padres de la Iglesia, san Juan Crisóstomo y san León m., en particular.



La Liturgia de la Palabra es particularmente sugerente y delicada al tiempo que fuerte en las exigencias que presenta. Llevamos tres domingos en los que el texto evangélico tiene como casi protagonista ‘la viña’. En verdad, el protagonista es siempre ‘el dueño de la viña’, el Padre.


Quizás por el recuerdo de mi infancia estos textos, la referencia tan insistente a la viña se me hace particularmente cercana. Me recuerda a mi padre, el interés, la atención, los cuidados ‘por sus viñas’; no eran muchas, pero sí eran siempre las primeras en su cuidado y cultivo. Y ¡qué bonitos los días de la vendimia! Eran casi días de fiesta de la familia, días que disfrutábamos todos, mi padre de manera singular. Siempre venían los tíos que vivían en otro pueblo, y todos - incluidos los niños, en la forma correspondiente – estaban alegremente ocupados en la tarea.


Pues Jesús también tiene palabras muy bonitas sobre la viña, la vid, los sarmientos.


Las parábolas que cuenta en estos tres domingos están dirigidas “a sus discípulos” (domingo XXV), y “a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo” (dom. XXVI y XXVII). En los tres textos termina la narración con una enseñanza, con una fuerte llamada de atención. En la del domingo XXVII parece que Jesús ve ya cercana su Pasión, la entrega por parte de los sumos sacerdotes y de los ancianos del pueblo. Y su interés al narrar esta parábola, la intención de Jesús es ciertamente la salvación, la conversión de todos ellos. Su enseñanza es una llamada apremiante para todos ellos, y también para mí, para cada uno de nosotros. Con ese fin la Iglesia nos recuerda estas palabras de Jesús en su liturgia dominical.
 




El mismo cuadro lo vemos en la 1ª lectura, tomada de Isaías 5, 1-7. Es un canto de amor a la viña, pero a una viña que al final en vez de producir uvas dio agrazones. El texto comienza como un poema en el que el autor entona un canto de amor a la viña de su amigo“plantel preferido del Señor de los ejércitos” -. Pronto el canto, el poema se convierte en triste lamento: esperó uvas y dio agrazones. Después de haber hecho por su viña todo lo más que pudo, Dios observa dolorido la situación y su terrible decisión y consecuencia: “Ahora os diré a vosotros lo que voy a hacer con mi viña: quitar su valla para que sirva de pasto, destruir su tapia para que la pisoteen. La dejaré arrasada: no la podarán ni la escardarán, crecerán zarzas y cardos; prohibiré a las nubes que lluevan sobre ella”.


El salmo responsorial hace eco orante y contemplativo, en una oración intensa y apremiante. Pide a Dios que no abandone su viña, “la cepa que su diestra plantó”; que vuelva a visitarla, que se fije en ella. Para nosotros, su viña, le pide sobre todo “vida”, para que volvamos a invocar su nombre. Y que así, su amor nos restaure; nos haga nuevos.


El beato Santiago Alberione, fundador de la Familia Paulina, en los años fundacionales de sus Congregaciones, recitaba cada día este salmo 79. Y a nosotras Pías Discípulas del Divino Maestro nos invitaba a que nuestra configuración con Cristo eucarístico fuese tan profunda y viva que nos convirtiéramos en “el vino para el santo Sacrificio".
 
 
 

Con este recuerdo cargado de afecto y deseo de que así lo viva, quiero orar hoy el salmo:



R/. La viña del Señor es la casa de Israel

Sacaste una vid de Egipto,
expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste.
extendió sus sarmientos hasta el mar,
y sus brotes hasta el Gran Río.

¿Por qué has derribado su cerca
para que la saqueen los viandantes,
la pisoteen los jabalíes
y se la coman las alimañas?

 

mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó
y que tú hiciste vigorosa.

No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre.
Señor Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.












domingo, 18 de septiembre de 2011

MI VIVIR ES CRISTO

PARA MÍ VIVIR ES CRISTO

Durante cuatro semanas del Tiempo Ordinario del ciclo A la liturgia dominical nos ha ofrecido como segunda lectura un pasaje de la carta de san Pablo a los Filipenses, una carta realmente entrañable, que refleja el corazón humano y cristiano del Apóstol.


El domingo XXV, la liturgia nos ofrecía primer texto tomado de Flp 1, 20-24.27. El Santo Padre Benedicto XVI que, casi cada domingo, si no concurre alguna circunstancia particular, en el discurso antes del rezo del Ángelus comenta la perícopa del evangelio, en este domingo se detuvo en el texto de Pablo. Su comentario es precioso, y además sitúa a Pablo y su ejemplo en el camino actual de la “nueva evangelización”.
Subrayo estas palabras del Papa:




«¡Queridos hermanos y hermanas!
En la liturgia de hoy empieza la lectura de la Carta de San Pablo a los Filipenses, es decir a los miembros de la comunidad que el Apóstol mismo fundó en la ciudad de Filipos, importante colonia romana en Macedonia, hoy Grecia septentrional. Pablo llegó a Filipos durante su segundo viaje misionero, procedente de la costa de la Anatolia y atravesando el Mar Egeo. Fue esa la primera vez que el Evangelio llegó a Europa. Estamos en torno al año 50, por tanto unos veinte años después de la muerte y la resurrección de Jesús. Sin embargo, la Carta a los Filipenses, contiene un himno a Cristo que ya presenta una síntesis completa de su misterio: encarnación, es decir, humillación hasta la muerte de cruz, y glorificación.
Este mismo misterio se hace una unidad con la vida del apóstol Pablo, que escribe esta carta mientras se encuentra en la cárcel, a la espera de una sentencia de vida o de muerte. Él afirma: “Para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia” (Fil 1,21). Es un nuevo sentido de la vida, de la existencia humana, que consiste en la comunión con Jesucristo vivo; no sólo con un personaje histórico, un maestro de sabiduría, un líder religioso, sino con un hombre en el que habita personalmente Dios. Su muerte y resurrección es la Buena Noticia que, partiendo de Jerusalén, está destinada a llegar a todos los hombres y a todos los pueblos, y a transformar desde el interior todas las culturas, abriéndolas a la verdad fundamental: Dios es amor, se ha hecho hombre en Jesús que con su sacrificio ha rescatado a la humanidad de la esclavitud del mal dándole una esperanza fiable.


San Pablo era un hombre que condensaba en sí mismo tres mundos: el judío, el griego y el romano. No por casualidad Dios le confió la misión de llevar el Evangelio desde Asia Menor a Grecia y después a Roma, construyendo un puente que habría proyectado el Cristianismo hasta los extremos confines de la tierra.


Hoy vivimos en una época de nueva evangelización. Vastos horizontes se abren al anuncio del Evangelio, mientras regiones de antigua tradición cristiana están llamadas a redescubrir la belleza de la fe.


Son protagonistas de esta misión hombres y mujeres que, como san Pablo, pueden decir: “Para mí vivir es Cristo”. Personas, familias, comunidades que aceptan trabajar en la viña del Señor, según la imagen del Evangelio de este domingo (cfr Mt 20,1-16). Trabajadores humildes y generosos que no piden otra recompensa que la de participar en la misión de Jesús y de la Iglesia. “Si el vivir en la carne -escribe todavía san Pablo- significa para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger” (Fil 1,22): si la unión plena con Cristo más allá de la muerte, o el servicio a su cuerpo místico en esta tierra.






Queridos amigos, el Evangelio ha transformado el mundo, y todavía lo está transformando, como un río que riega un inmenso campo. Dirijámonos en oración a la Virgen María, para que en toda la Iglesia maduren vocaciones sacerdotales, religiosas y laicales para el servicio de la nueva evangelización».



domingo, 17 de julio de 2011

¡¡ES DOMINGO!!

¡Es domingo! El XVI de los 34 domingos del Tiempo Ordinario, de los ‘domingos verdes’, que no son nada más, ¡¡¡pero tampoco nada menos!!! que eso: DOMINGO.



Hace ya bastantes días, leyendo el libro “Jesús de Nazaret – 2º” de Benedicto XVI, quedé casi felizmente sorprendida al leer una página del Papa sobre el Domingo, hablando del misterio de la resurrección de Jesucristo. Se refería exactamente al artículo del Credo: “resucitó al tercer día”. Trascribo por entero la página, porque me parece importante. Escribe Joseph Ratzinger-Benedicto XVI:


«Volvamos a nuestro Credo. El artículo siguiente dice: «Resucitó al tercer día, según las Escrituras». (…) Para el tercer día no existe un testimonio bíblico directo. La tesis según la cual “el tercer día” se habría deducido quizás de Oseas 6, 1 es insostenible. (…) Ni en el NT ni tampoco a lo largo de todo el siglo II se cita este texto. Pudo convertirse en una referencia anticipada a la resurrección al tercer día sólo cuando el acontecimiento del domingo después de la crucifixión del Señor hubo dado a este día un sentido particular.


El tercer día no es una fecha “teológica”, sino el día de un acontecimiento que para los discípulos ha supuesto un cambio decisivo tras la catástrofe de la cruz. Josef Blank lo ha formulado así: «La expresión “el tercer día” indica una fecha según la tradición cristiana, que es primordial en los Evangelios y se refiere al descubrimiento del sepulcro vacío» (Paulus und Jesus, p.156).


Yo añadiría: se refiere al primer encuentro con el Señor resucitado. El primer día de la semana – el tercero después del viernes – está atestiguado desde los primeros tiempos en el NT como el día de la asamblea y el culto de la comunidad cristiana (cf. 1 Co 16,2; Hch 20,7; Ap 1,10). En Ignacio de Antioquia el domingo – como hemos visto [Para Ignacio de Antioquia (+ ca. 110) vivir “según el Día del Señor” se ha convertido en la característica distintiva de los cristianos contra los que celebran el sábado (cf. Jesús de Nazaret, p. 170) - es atestiguado como una característica nueva, propia de los cristianos, en contraposición con la cultura sabática judía: «Ahora bien, si los que se habían criado en el antiguo orden de las cosas vinieron a la novedad de la esperanza, no guardando ya el sábado, sino viviendo según el domingo, día en que también amaneció nuestra vida por gracia del Señor y mérito de su muerte…» (carta ad Magn. 9,1).


Si se considera la importancia que tiene el sábado en la tradición veterotestamentaria, basada en el relato de la creación y en el Decálogo, resulta evidente que sólo un acontecimiento con una fuerza sobrecogedora podía provocar la renuncia al sábado y su sustitución por el primer día de la semana. Sólo un acontecimiento que se hubiera grabado en las almas con una fuerza extraordinaria podría haber suscitado un cambio tan crucial en la cultura religiosa de la semana. Para esto no habrían bastado las meras especulaciones teológicas. Para mí, la celebración del Día del Señor, que distingue a la comunidad cristiana desde el principio, es una de las pruebas más fuertes de que ha sucedido una cosa extraordinaria en ese día: el descubrimiento del sepulcro vacío y el encuentro con el Señor resucitado». (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, p. 300-302).

 Esta página del Papa Benedicto me hace recordar otra página, ésta del beato Juan Pablo II en la bellísima Carta apostólica “Dies Domini”:


«”Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Esta promesa de Cristo sigue siendo escuchada en la Iglesia como secreto fecundo de su vida y fuente de su esperanza. Aunque el domingo es el día de la resurrección, no es sólo el recuerdo de un acontecimiento pasado, sino que es celebración de la presencia viva del Resucitado en medio de los suyos». (DD n. 31).


Y Juan Pablo concretiza este sentido del Domingo centrándose en la Misa dominical. «Precisamente en la Misa dominical es donde los cristianos reviven de manera particularmente intensa la experiencia que tuvieron los apóstoles la tarde de Pascua, cuando el Resucitado se les manifestó estando reunidos. (…) Al volver Cristo entre ellos “ocho días después”, se ve prefigurada en su origen la costumbre de la comunidad cristiana de reunirse cada octavo día, en el “día del Señor” o domingo… (DD n. 33).


Estas palabras del Papa Wojtyla evocan otras, estas ya tomadas de su testamento eucarístico en la “Mane nobiscum Domine”, cuando al convocar el año eucarístico, el Papa, pocos meses antes de su paso a la Casa del Padre, concretaba los  frutos que esperaba produjese este ‘año’ para la Iglesia:


«Si el fruto de este Año se limitara al de reavivar en todas las comunidades cristianas la celebración de la Misa dominical e incrementar la adoración eucarística fuera de la Misa, este Año de gracia conseguiría un resultado significativo» (MnD n. 29).


¡Es domingo! éste es el día,
día del Señor es la Pascua,
día de la creación nueva
y siempre renovada.

¡Es domingo! de su hoguera
brilla toda la semana
y vence oscuras tinieblas
en jornadas de esperanza”

¡¡Aleluya!! ¡¡ALELUYA!!



domingo, 8 de mayo de 2011

¡Resucitó de veras mi Amor y mi Esperanza!




“Los discípulos se llenaron de alegría…”, cantamos cada día en el responsorio de Vísperas del Tiempo pascual. Y la razón de tal alegría es siempre: “al ver al Señor”, el ver al Maestro resucitado.

Este júbilo
se le regala a toda la comunidad cristiana, a la asamblea litúrgica reunida para la celebración de la Pascua del Señor, todos los días, todos los domingos de manera particularísima, a toda la Iglesia –
“tu Iglesia exultante de gozo”.
En la oración sobre las ofrendas la Liturgia no teme presentar así a la Iglesia, como una realidad ya actual, presente, no sólo como un deseo y súplica. La alegría desbordante es como el atributo que constituye la característica inseparable de la Iglesia, una cosa sola con su nombre. Siempre y de manera especial en la Pascua prolongada en los cincuenta días que culminarán con la efusión plena del Espíritu Santo.

En la oración colecta, de manera diferente a como se expresa en la oración sobre las ofrendas, el júbilo y la exultación aparecen como don que la liturgia invoca y pide al Padre de todo bien:
“Que tu pueblo, Señor, exulte siempre…” y la justificación de este júbilo, de esta alegría desbordante es la constatación de cuanto ha producido ya el él la resurrección de Jesucristo:
“al verse renovado y rejuvenecido en el espíritu…”.


Exactamente lo que les aconteció a los discípulos de Emaús.
                           
          
El encuentro con el Maestro resucitado, la escucha de su palabra que produce ‘fuego’
- ¿«no ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino?» -, el verle hacer los gestos familiares de la bendición y la fracción del pan, producen el milagro, el estallido de la alegría y la exultación, rejuvenece el paso y da alas a los pies para volver a toda prisa a Jerusalén y compartir con los hermanos el gozo irreprimible de ‘saber’ , de haber experimentado que el Señor está vivo.

Su presencia, en este momento invisible, inflama una vez más el corazón.

Comenta C. Urtasun: “Debemos a san Atanasio aquella frase lapidaria, a propósito de la resurrección del Señor: «Jesucristo resucitado convierte la vida del hombre en una fiesta continua». Siguiendo, paso a paso, día a día, semana tras semana, las celebraciones del misterio pascual, uno queda profundamente ganado por el tono de optimismo incontenible que desbordan los textos de las celebraciones litúrgicas (…).

Este ‘clima’ se percibe, de manera extraordinaria, en los textos de las oraciones de este domingo. De manera vibrante en la colecta, que desborda gozo, alegría, felicidad, optimismo, viéndose con el alma rejuvenecida por la fuera incontenible de la resurrección de aquel que nos ha resucitado”
(Las oraciones del Misal, escuela de espiritualidad de la Iglesia, p. 263).

Con la confianza y seguridad de que el don de este gozo exultante el Espíritu quiere derramarlo también hoy sobre cada creyente, en respuesta a la intercesión de la Iglesia orante, también yo canto:

“Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano.

Bendeciré al Señor que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor;
con él a mi derecha no vacilare´.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.”



miércoles, 12 de enero de 2011

La Bienaventurada Virgen María en la “Collectio” de 1987


La reforma litúrgica del Vaticano II, iluminada por la doctrina conciliar (cf. en particular, la LG. nn. 65-67), y por el Magisterio pontificio (en particular de Pablo VI – Exh. Apost. Marialis Cultus, 1974 y Juan Pablo II con la encíclica Redemptoris Mater, 1987), se ha propuesto también destacar el lugar que ocupa la Virgen María en la celebración del misterio de Cristo.

Ya la Constitución sobre la sagrada liturgia, la SC, había ofrecido el principio esencial de la relación entre María y la liturgia dentro del Año litúrgico, subrayando el significado de la presencia de la Virgen Madre en el misterio de Cristo: «En la celebración del círculo anual de los misterios de Cristo, la santa Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Virgen Madre de Dios, la Virgen María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo…» (SC 103). 

            Ya hemos recordado que éste es el texto más importante con relación al culto litúrgico de María, además de ser también el primer texto mariano del Concilio Vaticano II. Se puede afirmar que estas palabras constituyen la guía y clave de lectura y comprensión de muchos otros textos marianos del Concilio, del  Magisterio y de la misma Liturgia.

La memoria de la Virgen en la liturgia de la Iglesia queda en estas palabras sobradamente motivada y justificada, precisamente porque la liturgia es anámnesis, actualización, presencia de la obra de salvación de Jesucristo; a ella la Virgen estuvo y está siempre ‘indisolublemente unida”.

Si la reforma del año litúrgico y del Calendario romano, siguiendo las directrices y petición del Concilio Vaticano II (cf. LG 67), había revisado y renovado cuanto se refiere a las solemnidades, fiestas y memorias de la Virgen santísima, y así aparecen renovadas en el Misal de Pablo VI del año 1970, a esta reforma se añaden en agosto de 1986 las Misas de la Virgen María, la “Collectio Missarum Beatae Virginis Mariae (CMBVM)”, promulgadas por la Congregación del Cuto divino y de la disciplina de los Sacramentos.

El Misal Romano (=MR) de Pablo VI, en cuanto al depósito eucológico, constituía ya, en su conjunto, un notable progreso respecto al anterior MR de san Pío V. Sin embargo, parece que ese progreso no era tan evidente particularmente en la eucología de las Misas del Común de Santa María Virgen[1].
 
De todas formas, sí se podía afirmar con toda verdad, que la eucología litúrgica renovada, también la eucología mariana, había seguido fielmente el principio conciliar del “progreso en la fidelidad a la tradición” (SC 23),  y de esta forma se convertía también ciertamente en una auténtica escuela, educadora de la oración de los creyentes.

Sin embargo, la “Collectio”, hecha pública en vísperas del año mariano (1987-1988), con sus 42 formularios de Misas de la Virgen, supone sin falta un enriquecimiento mucho mayor aún, considerado incluso como “el mayor florecimiento de la historia litúrgico-mariana”. En la base de estas Misas y de sus Prenotandos, se entrevé ciertamente una profunda y actualizada reflexión teológico-litúrgica y una piedad iluminada y filial hacia la Virgen Madre. (Recodamos al p. Ignacio Calabuig!!)

La  Collectio ha sido un libro que, a primera vista, no parecía previsto por la reforma litúrgica; llegado no sé si casi  algo inesperado y silenciosamente, pero al mismo tiempo también ciertamente fruto de los deseos, quizás no explicitados, del pueblo de Dios, en particular de los rectores de los Santuarios marianos y también de la atención de los mismos responsables eclesiales de la liturgia romana[2]

Leemos en el Decreto de promulgación de la misma Congregación del Culto divino y la disciplina de los Sacramentos: [Es una cita un poco larga, pero puede ser interesante] «Cuando los Padres reunidos en el Concilio ecuménico Vaticano II, investigaron con mayor profundidad la doctrina sobre la bienaventurada Virgen María en el misterio de Cristo y de la Iglesia y promulgaron los principios y normas de la reforma litúrgica, las Iglesias particulares y muchos Institutos religiosos revisaron sus Propios de Misas, acudiendo a los documentos litúrgicos, considerando atentamente los escritos de los santos Padres, tanto de Oriente como de Occidente, reflexionando sobre los documentos del magisterio eclesiástico, armonizando, en último término, con sabiduría lo antiguo y lo nuevo. Consecuencias de esta labor de renovación ha sido que se han examinado también con precisión y corregido o redactado de nuevo Misas de la bienaventurada Virgen María.

Así pues, a petición de numerosos pastores y fieles, y muy especialmente de regentes de los santuarios marianos, pareció oportuno recoger en un compendio algunos formularios de Misas entre aquellos que se distinguen por su mucha doctrina, por su piedad e importancia de los textos, y distribuirlos adecuadamente por el curso del año para que, también con la eficacia de este medio litúrgico, se fomente la auténtica piedad, tanto en comunidades como de fieles en particular, hacia la Madre del Señor».

En una mirada general al conjunto de la CMBVM, se puede decir que, por su riqueza teológica, por su capacidad de inspirar una piedad mariana más bíblica y eclesial[3], y por el lenguaje más asequible y actual, las Misas de la virgen María constituyen una de las respuestas más significativas de la Iglesia de nuestro tiempo a la petición conciliar de promover sobre todo el culto litúrgico a la Virgen María: «El sacrosanto Sínodo enseña en particular y exhorta al mismo tiempo a todos los hijos de la Iglesia a que cultiven generosamente el culto, sobre todo litúrgico, hacia la Bienaventurada Virgen, como también estimen mucho las prácticas y ejercicios de piedad hacia ella, recomendados en el curso de los siglos por el Magisterio…» (LG 67).

Inspirándose, como ya se subrayaba anteriormente,  en esta exhortación de los Padres del Vaticano II y en el Magisterio, estas Misas se sitúan acertadamente en la línea de una respuesta, concreta y eficaz, a la exigencia advertida particularmente en los santuarios dedicados a la Virgen María y en las comunidades eclesiales con marcada espiritualidad mariana: disponer de una amplia serie de Misas en honor de la Virgen.

El recordado liturgista P. José Aldazábal, en la ‘Presentación’ del libro del también Salesiano Manlio Sodi, Con María hacia Cristo. Misas de la Virgen María, destacaba algunas características de los formularios de la Collectio, además de las que he recordado más arriba. Escribe: 

            “Estamos aquí ante un ejemplo de creatividad eclesial en su eucología
§  La CMBVM supone una variedad mayor en la eucología y en la selección de las lecturas bíblicas;
§  Las mismas claves de lenguaje mariano de la LG y de la MC aparecen aquí convertidas en oración
§  Estas Misas son un resumen de la teología mariana posconciliar, a la vez que estimulante tratado de espiritualidad cristiana,
§  El lenguaje usado es un modelo de equilibrio (…)  entre la centralidad de Cristo, el protagonismo del Espíritu y de la Iglesia, y la vivencia personal de cada cristiano en su camino de fe
§  Pueden resultar muy beneficiosas para educar en la fe a los cristianos tanto en su momento celebrativo como en el estilo evangélico de vida.
§  Se vuelve a producir una fecunda interacción entre la “lex orandi” de estas celebraciones, la “lex credendi” de la fe de la comunidad cristiana, y la “lex vivendi” que debe inspirar la vivencia de cada uno de los que miramos a María como modelo del seguimiento de su Hijo.
§  Estos textos nos “educan a vivir el misterio de Cristo con María y como María”.

Los formularios de la Collectio se rigen, ante todo, por un principio ordenador, plenamente litúrgico, que tiene en cuenta las peculiaridades de los varios tiempos litúrgicos, y no directamente las fechas del calendario. Efectivamente, los formularios de Misas, según las características y el contenido de los textos eucológicos y bíblicos, están distribuidos en los varios tiempos del Año litúrgico. [Por obvias razones, su uso será naturalmente más frecuente en las ferias del Tiempo ordinario].

El otro principio cristocéntrico, fundamental, ya recordado, es que con estas Misas de la Virgen María no se ha querido en absoluto destacar un ‘ciclo mariano’ dentro del Año litúrgico, sino que las Misas de la CMBVN se  han insertado orgánica y armónicamente en la celebración del único  círculo anual de los misterios de Cristo’ (SC 103).

El principio recordado en el primer texto mariano del Concilio que presenta a la Madre del Señor “unida con indisoluble lazo a la obra salvadora de su Hijo”, abre el camino para una comprensión, en perspectiva teológico-litúrgica y espiritual, del conjunto de las Misas de la Virgen María, y para orientar un uso equilibrado de las mismas, salvando las características específicas del rito romano.

En esta línea encuentran su razón de ser y su valor las Misas de la Collectio, en cuanto la Iglesia, honrando a María, “celebra ante todo los acontecimientos salvadores en los que, según el designio de Dios, intervino la Virgen”, y los celebra siempre “con vistas al misterio de Cristo[4].

Siguiendo estas líneas magisteriales, la liturgia mariana renovada del rito romano, podemos decir que constituye hoy una verdadera y gozosa novedad y un excelente patrimonio de la Iglesia católica.


1.      La eucología mariana

Se puede decir de la liturgia romana en particular, ejemplar por su sobriedad, que su eucología no pretende hacer otra cosa que coordinar, subrayar e interpretar el mensaje de los pasos escriturísticos, que ocupan siempre en ella el primer lugar[5]. En efecto, la Iglesia contempla el misterio de Cristo en la meditación de la Palabra de Dios y lo celebra y describe en su culto con expresiones bíblicas, sirviéndose al mismo tiempo de formas literarias acomodadas a la inteligencia y a la capacidad de comprensión de los fieles de un determinado tiempo y lugar[6]

La eucología, por consiguiente, se puede decir que es apertura a la Palabra de Dios, respuesta a la misma Palabra que nos interpela. Fin primordial de la eucología, como género literario, es expresar la fe de la Iglesia orante.
 
Con las 10 colectas para las Misas del común de la Virgen, y sobre todo con la serie de los 42 formularios de Misas de la Collectio, se puede decir que la Iglesia actualmente posee una riqueza  formidable también en la eucología mariana. Con ella se posibilita el evitar la excesiva repetición del mismo formulario y se favorece el poder celebrar, con variedad de aspectos, la múltiple participación de María en la historia de la salvación y en el misterio de Cristo y de la Iglesia[7]. (Lo escribía el p. Ignacio Calabuig)

Como reconoce el p. Jesús Castellano, estos textos oracionales  constituyen como una mina de iluminada teología, pastoral y espiritualidad litúrgica, apta para favorecer la renovación de la piedad mariana, auspiciada por el Vaticano II y por los documentos postconciliares[8].

En esta eucología, la Virgen aparece íntimamente unida a la historia de la salvación, que ‘in mysterio’ se celebra y actualiza en la liturgia de la Iglesia. Por eso, en las celebraciones litúrgicas, y en el servicio de caridad hacia los hombres que mana de ella –lex orandi-lex credendi-lex vivendi- aparece más que nunca el ‘rostro mariano’ de la Iglesia de Cristo[9].      

Por esta razón, sin temor a equivocarnos, se puede indicar que, si la acción pastoral quiere purificar y enriquecer la piedad mariana popular, encuentra un camino seguro en el surco litúrgico, que favorece una contemplación equilibrada, completa y profunda de la personalidad de María y de su función en el misterio de la sal­vación.

Algunos textos eucológicos de las Misas de la Virgen María:

Santa María, mujer nueva – n. 20 –

Oh Dios, que has constituido a la Virgen María, modelada por el ES, en primicia de la nueva creación, concédenos abandonar nuestra antigua vida de pecado y abrazar la novedad del Evangelio, cumpliendo el mandamiento nuevo del amor.

Oración después de la comunión:
Señor, Padre santo, que diste a la Virgen santa un corazón nuevo, concédenos, por la virtud del sacramento que hemos recibido, ser fieles a la inspiración del ES y configurarnos cada día más con Cristo, hombre nuevo.

      21. el santo nombre de la Virgen María – Prefacio.
En el nombre de Jesús se nos da la salvación, y ante él se dobla toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el abismo.
Pero has querido, con amorosa providencia, que también el nombre de la Virgen María estuviera con frecuencia en los labios de los fieles; éstos la contemplan confiados, como estrella luminosa, la invocan como madre en los peligros y en las necesidades acuden seguros a ella.

22 – santa María, esclava del Señor:

      Oh Dios, que para redimirnos misericordiosamente has hecho humilde esclava a la Virgen María, Madre de Cristo y asociada a él, concédenos servirte como ella y dedicarnos por entero a la salvación de los hombres.

Prefacio – Porque te has complacido de modo singular en la bienaventurada Virgen María.
Ella, abrazando tu voluntad salvífica, se consagró por entero a la obra de su Hijo, como un servicio fiel a la redención del hombre.

30 – La virgen María, madre y medianera

Señor, Dios nuestro, que, por misterioso designio de tu providencia, nos has dado al Autor de la gracia por medio de la Virgen María y la has asociado a la obra de la redención humana, concédenos que ella nos alcance la abundancia de la gracia y nos lleve al puerto de la salvación eterna.

Prefacio – En tu inefable bondad has hecho también a la Virgen María Madre y colaboradora del Redentor, para ejercer una función maternal en la Iglesia: de intercesión y de gracia, de súplica y de perdón, de reconciliación y de paz. Su generosa entrega de amor de madre depende de la única mediación de Cristo y en ella reside toda su fuerza….

      En los Prenotandos del Leccionario de las Misas de la virgen María se dice: “Para expresar y definir el contenido peculiar de una memoria litúrgica, concurren los textos eucológicos sino también los textos bíblicos”.

      Y así cada formulario de estas misas tiene también su propia “serie de lecturas” para la celebración de la liturgia de la Palabra.

Entre las lecturas asignadas o elegidas para estas Misas, encontramos lecturas del AT o del Apóstol como primera lectura; la segunda se toma naturalmente del Evangelio.  

Los Prenotandos ofrecen además algunos criterios importantes: - para el tiempo de Adviento, Navidad, Cuaresma y de Pascua se han de proclamar las lecturas asignadas a cada día en el Leccionario del tiempo, “a fin de que no se dejen con demasiada frecuencia las lecturas que caracterizan el tiempo litúrgico”. (Pren. n. 4); en el Tiempo Ordinario, es libre la elección, teniendo en cuenta el bien de los mismos fieles.

             Me parece bueno concluir esta reflexión sobre las Misas de la Virgen María, la “Collectio” con unas palabras del p. Jesús Castellano:

            Un sabio y discreto recurso a las ‘Misas de la Virgen María’ puede ser una forma adecuada de abrir las inmensas riquezas que ofrece el misterio de María en el misterio de Cristo, en la dimensión del Espíritu Santo, en su confrontación con la Iglesia y en su ejemplaridad para todos los cristianos”.



[1] Cf. Castellano J., Beata Vergine Maria, en Liturgia. I Dizionari di San Paolo, a cargo de Sartore D, Triacca A-M, Cibien C., (2001), 202-204
[2] Calabuig I.M., Votivas (Colección de Misas de la B.V. María, en Nuevo diccionario de Mariología (1988), 2077
[3] Lodi E., Raccolta di formulari per el Messe della B.V.M. L’eucologia mariana nel suo nuovo sviluppo teologico, en RPL 25 (1987) 45, en Calabuig I.M., Ib.
[4] Misas de la Virgen María. Orientaciones generales. La Bienaventurada Virgen María en la celebración del misterio de Cristo,  n.. 6.
[5] Cf. Vagaggini C., El sentido teológico de la liturgia. Ensayo de liturgia teológica general, BAC 1814, (1965), 424-472.
[6] Augé M., Eucología, en Nuevo Diccionario de Liturgia, ed. Paulinas (1987), 768; cf. también Bianchi E., Dall’ascolto della parola alla predicazione, en La parola pregata. En Scriptura crescit, cum oranet. Biblia y Liturgia, II, ed. Messaggero Padova (1993), 57
[7]. Calabuig, I.M., Votivas, en Nuevo Diccionario de Mariología (1988),  2047
[8] Castellano J., Beata Vergine maria, en Liturgia, I Dizionari de San Paolo, (2001), 202-235
[9] Castellano J.,  Ib.  233.