miércoles, 12 de enero de 2011

La Bienaventurada Virgen María en la “Collectio” de 1987


La reforma litúrgica del Vaticano II, iluminada por la doctrina conciliar (cf. en particular, la LG. nn. 65-67), y por el Magisterio pontificio (en particular de Pablo VI – Exh. Apost. Marialis Cultus, 1974 y Juan Pablo II con la encíclica Redemptoris Mater, 1987), se ha propuesto también destacar el lugar que ocupa la Virgen María en la celebración del misterio de Cristo.

Ya la Constitución sobre la sagrada liturgia, la SC, había ofrecido el principio esencial de la relación entre María y la liturgia dentro del Año litúrgico, subrayando el significado de la presencia de la Virgen Madre en el misterio de Cristo: «En la celebración del círculo anual de los misterios de Cristo, la santa Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Virgen Madre de Dios, la Virgen María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo…» (SC 103). 

            Ya hemos recordado que éste es el texto más importante con relación al culto litúrgico de María, además de ser también el primer texto mariano del Concilio Vaticano II. Se puede afirmar que estas palabras constituyen la guía y clave de lectura y comprensión de muchos otros textos marianos del Concilio, del  Magisterio y de la misma Liturgia.

La memoria de la Virgen en la liturgia de la Iglesia queda en estas palabras sobradamente motivada y justificada, precisamente porque la liturgia es anámnesis, actualización, presencia de la obra de salvación de Jesucristo; a ella la Virgen estuvo y está siempre ‘indisolublemente unida”.

Si la reforma del año litúrgico y del Calendario romano, siguiendo las directrices y petición del Concilio Vaticano II (cf. LG 67), había revisado y renovado cuanto se refiere a las solemnidades, fiestas y memorias de la Virgen santísima, y así aparecen renovadas en el Misal de Pablo VI del año 1970, a esta reforma se añaden en agosto de 1986 las Misas de la Virgen María, la “Collectio Missarum Beatae Virginis Mariae (CMBVM)”, promulgadas por la Congregación del Cuto divino y de la disciplina de los Sacramentos.

El Misal Romano (=MR) de Pablo VI, en cuanto al depósito eucológico, constituía ya, en su conjunto, un notable progreso respecto al anterior MR de san Pío V. Sin embargo, parece que ese progreso no era tan evidente particularmente en la eucología de las Misas del Común de Santa María Virgen[1].
 
De todas formas, sí se podía afirmar con toda verdad, que la eucología litúrgica renovada, también la eucología mariana, había seguido fielmente el principio conciliar del “progreso en la fidelidad a la tradición” (SC 23),  y de esta forma se convertía también ciertamente en una auténtica escuela, educadora de la oración de los creyentes.

Sin embargo, la “Collectio”, hecha pública en vísperas del año mariano (1987-1988), con sus 42 formularios de Misas de la Virgen, supone sin falta un enriquecimiento mucho mayor aún, considerado incluso como “el mayor florecimiento de la historia litúrgico-mariana”. En la base de estas Misas y de sus Prenotandos, se entrevé ciertamente una profunda y actualizada reflexión teológico-litúrgica y una piedad iluminada y filial hacia la Virgen Madre. (Recodamos al p. Ignacio Calabuig!!)

La  Collectio ha sido un libro que, a primera vista, no parecía previsto por la reforma litúrgica; llegado no sé si casi  algo inesperado y silenciosamente, pero al mismo tiempo también ciertamente fruto de los deseos, quizás no explicitados, del pueblo de Dios, en particular de los rectores de los Santuarios marianos y también de la atención de los mismos responsables eclesiales de la liturgia romana[2]

Leemos en el Decreto de promulgación de la misma Congregación del Culto divino y la disciplina de los Sacramentos: [Es una cita un poco larga, pero puede ser interesante] «Cuando los Padres reunidos en el Concilio ecuménico Vaticano II, investigaron con mayor profundidad la doctrina sobre la bienaventurada Virgen María en el misterio de Cristo y de la Iglesia y promulgaron los principios y normas de la reforma litúrgica, las Iglesias particulares y muchos Institutos religiosos revisaron sus Propios de Misas, acudiendo a los documentos litúrgicos, considerando atentamente los escritos de los santos Padres, tanto de Oriente como de Occidente, reflexionando sobre los documentos del magisterio eclesiástico, armonizando, en último término, con sabiduría lo antiguo y lo nuevo. Consecuencias de esta labor de renovación ha sido que se han examinado también con precisión y corregido o redactado de nuevo Misas de la bienaventurada Virgen María.

Así pues, a petición de numerosos pastores y fieles, y muy especialmente de regentes de los santuarios marianos, pareció oportuno recoger en un compendio algunos formularios de Misas entre aquellos que se distinguen por su mucha doctrina, por su piedad e importancia de los textos, y distribuirlos adecuadamente por el curso del año para que, también con la eficacia de este medio litúrgico, se fomente la auténtica piedad, tanto en comunidades como de fieles en particular, hacia la Madre del Señor».

En una mirada general al conjunto de la CMBVM, se puede decir que, por su riqueza teológica, por su capacidad de inspirar una piedad mariana más bíblica y eclesial[3], y por el lenguaje más asequible y actual, las Misas de la virgen María constituyen una de las respuestas más significativas de la Iglesia de nuestro tiempo a la petición conciliar de promover sobre todo el culto litúrgico a la Virgen María: «El sacrosanto Sínodo enseña en particular y exhorta al mismo tiempo a todos los hijos de la Iglesia a que cultiven generosamente el culto, sobre todo litúrgico, hacia la Bienaventurada Virgen, como también estimen mucho las prácticas y ejercicios de piedad hacia ella, recomendados en el curso de los siglos por el Magisterio…» (LG 67).

Inspirándose, como ya se subrayaba anteriormente,  en esta exhortación de los Padres del Vaticano II y en el Magisterio, estas Misas se sitúan acertadamente en la línea de una respuesta, concreta y eficaz, a la exigencia advertida particularmente en los santuarios dedicados a la Virgen María y en las comunidades eclesiales con marcada espiritualidad mariana: disponer de una amplia serie de Misas en honor de la Virgen.

El recordado liturgista P. José Aldazábal, en la ‘Presentación’ del libro del también Salesiano Manlio Sodi, Con María hacia Cristo. Misas de la Virgen María, destacaba algunas características de los formularios de la Collectio, además de las que he recordado más arriba. Escribe: 

            “Estamos aquí ante un ejemplo de creatividad eclesial en su eucología
§  La CMBVM supone una variedad mayor en la eucología y en la selección de las lecturas bíblicas;
§  Las mismas claves de lenguaje mariano de la LG y de la MC aparecen aquí convertidas en oración
§  Estas Misas son un resumen de la teología mariana posconciliar, a la vez que estimulante tratado de espiritualidad cristiana,
§  El lenguaje usado es un modelo de equilibrio (…)  entre la centralidad de Cristo, el protagonismo del Espíritu y de la Iglesia, y la vivencia personal de cada cristiano en su camino de fe
§  Pueden resultar muy beneficiosas para educar en la fe a los cristianos tanto en su momento celebrativo como en el estilo evangélico de vida.
§  Se vuelve a producir una fecunda interacción entre la “lex orandi” de estas celebraciones, la “lex credendi” de la fe de la comunidad cristiana, y la “lex vivendi” que debe inspirar la vivencia de cada uno de los que miramos a María como modelo del seguimiento de su Hijo.
§  Estos textos nos “educan a vivir el misterio de Cristo con María y como María”.

Los formularios de la Collectio se rigen, ante todo, por un principio ordenador, plenamente litúrgico, que tiene en cuenta las peculiaridades de los varios tiempos litúrgicos, y no directamente las fechas del calendario. Efectivamente, los formularios de Misas, según las características y el contenido de los textos eucológicos y bíblicos, están distribuidos en los varios tiempos del Año litúrgico. [Por obvias razones, su uso será naturalmente más frecuente en las ferias del Tiempo ordinario].

El otro principio cristocéntrico, fundamental, ya recordado, es que con estas Misas de la Virgen María no se ha querido en absoluto destacar un ‘ciclo mariano’ dentro del Año litúrgico, sino que las Misas de la CMBVN se  han insertado orgánica y armónicamente en la celebración del único  círculo anual de los misterios de Cristo’ (SC 103).

El principio recordado en el primer texto mariano del Concilio que presenta a la Madre del Señor “unida con indisoluble lazo a la obra salvadora de su Hijo”, abre el camino para una comprensión, en perspectiva teológico-litúrgica y espiritual, del conjunto de las Misas de la Virgen María, y para orientar un uso equilibrado de las mismas, salvando las características específicas del rito romano.

En esta línea encuentran su razón de ser y su valor las Misas de la Collectio, en cuanto la Iglesia, honrando a María, “celebra ante todo los acontecimientos salvadores en los que, según el designio de Dios, intervino la Virgen”, y los celebra siempre “con vistas al misterio de Cristo[4].

Siguiendo estas líneas magisteriales, la liturgia mariana renovada del rito romano, podemos decir que constituye hoy una verdadera y gozosa novedad y un excelente patrimonio de la Iglesia católica.


1.      La eucología mariana

Se puede decir de la liturgia romana en particular, ejemplar por su sobriedad, que su eucología no pretende hacer otra cosa que coordinar, subrayar e interpretar el mensaje de los pasos escriturísticos, que ocupan siempre en ella el primer lugar[5]. En efecto, la Iglesia contempla el misterio de Cristo en la meditación de la Palabra de Dios y lo celebra y describe en su culto con expresiones bíblicas, sirviéndose al mismo tiempo de formas literarias acomodadas a la inteligencia y a la capacidad de comprensión de los fieles de un determinado tiempo y lugar[6]

La eucología, por consiguiente, se puede decir que es apertura a la Palabra de Dios, respuesta a la misma Palabra que nos interpela. Fin primordial de la eucología, como género literario, es expresar la fe de la Iglesia orante.
 
Con las 10 colectas para las Misas del común de la Virgen, y sobre todo con la serie de los 42 formularios de Misas de la Collectio, se puede decir que la Iglesia actualmente posee una riqueza  formidable también en la eucología mariana. Con ella se posibilita el evitar la excesiva repetición del mismo formulario y se favorece el poder celebrar, con variedad de aspectos, la múltiple participación de María en la historia de la salvación y en el misterio de Cristo y de la Iglesia[7]. (Lo escribía el p. Ignacio Calabuig)

Como reconoce el p. Jesús Castellano, estos textos oracionales  constituyen como una mina de iluminada teología, pastoral y espiritualidad litúrgica, apta para favorecer la renovación de la piedad mariana, auspiciada por el Vaticano II y por los documentos postconciliares[8].

En esta eucología, la Virgen aparece íntimamente unida a la historia de la salvación, que ‘in mysterio’ se celebra y actualiza en la liturgia de la Iglesia. Por eso, en las celebraciones litúrgicas, y en el servicio de caridad hacia los hombres que mana de ella –lex orandi-lex credendi-lex vivendi- aparece más que nunca el ‘rostro mariano’ de la Iglesia de Cristo[9].      

Por esta razón, sin temor a equivocarnos, se puede indicar que, si la acción pastoral quiere purificar y enriquecer la piedad mariana popular, encuentra un camino seguro en el surco litúrgico, que favorece una contemplación equilibrada, completa y profunda de la personalidad de María y de su función en el misterio de la sal­vación.

Algunos textos eucológicos de las Misas de la Virgen María:

Santa María, mujer nueva – n. 20 –

Oh Dios, que has constituido a la Virgen María, modelada por el ES, en primicia de la nueva creación, concédenos abandonar nuestra antigua vida de pecado y abrazar la novedad del Evangelio, cumpliendo el mandamiento nuevo del amor.

Oración después de la comunión:
Señor, Padre santo, que diste a la Virgen santa un corazón nuevo, concédenos, por la virtud del sacramento que hemos recibido, ser fieles a la inspiración del ES y configurarnos cada día más con Cristo, hombre nuevo.

      21. el santo nombre de la Virgen María – Prefacio.
En el nombre de Jesús se nos da la salvación, y ante él se dobla toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el abismo.
Pero has querido, con amorosa providencia, que también el nombre de la Virgen María estuviera con frecuencia en los labios de los fieles; éstos la contemplan confiados, como estrella luminosa, la invocan como madre en los peligros y en las necesidades acuden seguros a ella.

22 – santa María, esclava del Señor:

      Oh Dios, que para redimirnos misericordiosamente has hecho humilde esclava a la Virgen María, Madre de Cristo y asociada a él, concédenos servirte como ella y dedicarnos por entero a la salvación de los hombres.

Prefacio – Porque te has complacido de modo singular en la bienaventurada Virgen María.
Ella, abrazando tu voluntad salvífica, se consagró por entero a la obra de su Hijo, como un servicio fiel a la redención del hombre.

30 – La virgen María, madre y medianera

Señor, Dios nuestro, que, por misterioso designio de tu providencia, nos has dado al Autor de la gracia por medio de la Virgen María y la has asociado a la obra de la redención humana, concédenos que ella nos alcance la abundancia de la gracia y nos lleve al puerto de la salvación eterna.

Prefacio – En tu inefable bondad has hecho también a la Virgen María Madre y colaboradora del Redentor, para ejercer una función maternal en la Iglesia: de intercesión y de gracia, de súplica y de perdón, de reconciliación y de paz. Su generosa entrega de amor de madre depende de la única mediación de Cristo y en ella reside toda su fuerza….

      En los Prenotandos del Leccionario de las Misas de la virgen María se dice: “Para expresar y definir el contenido peculiar de una memoria litúrgica, concurren los textos eucológicos sino también los textos bíblicos”.

      Y así cada formulario de estas misas tiene también su propia “serie de lecturas” para la celebración de la liturgia de la Palabra.

Entre las lecturas asignadas o elegidas para estas Misas, encontramos lecturas del AT o del Apóstol como primera lectura; la segunda se toma naturalmente del Evangelio.  

Los Prenotandos ofrecen además algunos criterios importantes: - para el tiempo de Adviento, Navidad, Cuaresma y de Pascua se han de proclamar las lecturas asignadas a cada día en el Leccionario del tiempo, “a fin de que no se dejen con demasiada frecuencia las lecturas que caracterizan el tiempo litúrgico”. (Pren. n. 4); en el Tiempo Ordinario, es libre la elección, teniendo en cuenta el bien de los mismos fieles.

             Me parece bueno concluir esta reflexión sobre las Misas de la Virgen María, la “Collectio” con unas palabras del p. Jesús Castellano:

            Un sabio y discreto recurso a las ‘Misas de la Virgen María’ puede ser una forma adecuada de abrir las inmensas riquezas que ofrece el misterio de María en el misterio de Cristo, en la dimensión del Espíritu Santo, en su confrontación con la Iglesia y en su ejemplaridad para todos los cristianos”.



[1] Cf. Castellano J., Beata Vergine Maria, en Liturgia. I Dizionari di San Paolo, a cargo de Sartore D, Triacca A-M, Cibien C., (2001), 202-204
[2] Calabuig I.M., Votivas (Colección de Misas de la B.V. María, en Nuevo diccionario de Mariología (1988), 2077
[3] Lodi E., Raccolta di formulari per el Messe della B.V.M. L’eucologia mariana nel suo nuovo sviluppo teologico, en RPL 25 (1987) 45, en Calabuig I.M., Ib.
[4] Misas de la Virgen María. Orientaciones generales. La Bienaventurada Virgen María en la celebración del misterio de Cristo,  n.. 6.
[5] Cf. Vagaggini C., El sentido teológico de la liturgia. Ensayo de liturgia teológica general, BAC 1814, (1965), 424-472.
[6] Augé M., Eucología, en Nuevo Diccionario de Liturgia, ed. Paulinas (1987), 768; cf. también Bianchi E., Dall’ascolto della parola alla predicazione, en La parola pregata. En Scriptura crescit, cum oranet. Biblia y Liturgia, II, ed. Messaggero Padova (1993), 57
[7]. Calabuig, I.M., Votivas, en Nuevo Diccionario de Mariología (1988),  2047
[8] Castellano J., Beata Vergine maria, en Liturgia, I Dizionari de San Paolo, (2001), 202-235
[9] Castellano J.,  Ib.  233.

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