viernes, 25 de abril de 2014

«Ve a mis hermanos y diles…»

“En verdad es justo y necesario
glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca
en este día
en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
(…). Por eso, con esta efusión de gozo pascual,
el mundo entero  se desborda de alegría…”


La “hora” de Jesús se ha cumplido.
A los discípulos que, “el primer día de los Ázimos, le preguntan: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?, el Señor responde: «Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: “El Maestro dice: «Mi momento está cerca; deseo celebrar en tu casa la Pascua con mis discípulos»”.
Las palabras de Jesús me interpelan desde hace años, como discípula de Jesús Maestro. También a mí me ha dicho y me dice hoy, con fuerza y decisión: “apud te facio Pascha cum discipulis meis”.

El Señor viene y no viene solo; viene siempre con los hermanos.
Es el mensaje, la buena noticia que siempre nos transmite el Papa Francisco: “El Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo…”

El encuentro de María Magdalena con Jesús en el jardín de la Resurrección (Jn 20, 11-18) me transmite el  mismo mensaje: María reconoce a su Señor sólo cuando da la espalda al sepulcro vacío y acoge el mandato del Resucitado: «Ve a mis hermanos y diles…». Y ella, corriendo, va a comunicar la palabra de Jesús.



Estos días de Pascua contemplamos al Señor Resucitado que se aparece a sus discípulos. Y a sus discípulas. Ya en la Vigilia pascual aparecen también y casi como protagonistas las “mujeres del Evangelio”, con la misión de mensajeras de la Resurrección (Mt 28, 1-10).
El Maestro les sale al encuentro, cuando “impresionadas y llenas de alegría corren a anunciar a los discípulos” la gran noticia.
El saludo de Jesús es: “Alegraos”. Este saludo encabeza la primera carta que la Congregación romana para la Vida consagrada nos dirige “a los consagrados y consagradas”, en preparación al año 2015, “Año de la Vida consagrada”, por deseo del mismo Papa Francisco.

Recuerdo en estos días con particular intensidad como el p. Santiago Alberione, desde los comienzos de la Congregación sugirió a la hoy venerable Madre Escolástica Rivata la lectura, reflexión sobre las  “mujeres del Evangelio”, indicadas por él como modelo, iconos de nuestra misión en el seguimiento de Jesús Maestro.
Lo recuerda de manera eficaz la actual Regla de Vida: “Como María y como las mujeres, primeros testigos de la Resurrección, iconos de nuestra misión, seguimos y servimos a Jesús Maestro en la Iglesia”
Así será más fecundo y encarnado al servicio de las mujeres y hombres de nuestro tiempo nuestra misión apostólica de discípulas del divino Maestro.



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