jueves, 8 de diciembre de 2011

INMACULADA CONCEPCIÓN

La INMACULADA CONCEPCIÓN de María



La solemnidad de la Inmaculada Concepción no es la Fiesta litúrgicamente o teológicamente más importante de la Virgen Madre de Dios.

La Asunción, pascua de María, es ciertamente la coronación de todas las celebraciones con que la Liturgia de la Iglesia honra a la Santísima Virgen.

Pero, a lo mejor por ser española, o por tradición de mi familia, o por el mismo nombre que mis padres quisieron para mí en el Bautismo, ésta es la Fiesta o por lo menos una de las fiestas más entrañables para mí. La espero, la celebro, me hace sentir el eco de la devoción de mi madre Josefa y la celebración de muchos años y personas, en las más variadas circunstancias…


Trascribo algo precioso que leí del papa Benedicto XVI:

Celebramos hoy una de las fiestas de la bienaventurada Virgen más bellas y populares: la Inmaculada Concepción. (…). El fundamento bíblico de este dogma se encuentra en las palabras que el ángel dirigió a la muchacha de Nazaret: «Alégrate, llena de gracia» es el nombre más bello de María, nombre que le dio el mismo Dios para indicar que desde siempre es la amada, la elegida, la escogida para acoger el don más precioso, Jesus, «el amor encarnado de Dios». Le Virgen misma en el «Magnificat», su cántico de alabanza, dice esto: «Engrandece mi alma al Señor… porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava». Sí, Dios se sintió prendado por la humildad de María, que encontró gracia a sus ojos. (…). Ésta es también la misión nuestra vocación y nuestra misión, la vocación y la misión de la Iglesia: acoger a Cristo en nuestra vida y entregarlo al mundo «para que el mundo se salve por él». Mientras salimos al encuentro de Dios, que viene, miremos a María, «que brilla como signo de esperanza segura y de consuelo para el pueblo de Dios en camino».


María de manera singularísima pudo decir – y en la liturgia, con ella lo decimos nosotros también: ¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo! (…). Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e inmaculados ante él por el amor (…), seremos alabanza de su gloria.

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