domingo, 13 de noviembre de 2011

¡QUE LLEGA EL ESPOSO, SALID A RECIBIRLO!

DOMINGO XXXII del Tiempo Ordinario



Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, bien dispuesto nuestro cuerpo y nuestro espíritu, podamos libremente cumplir tu voluntad. 


Omnipotens et misericors Deus, universa nobis adversantia propitiatus exclude, ut mente et corpore pariter expediti, quae tua sunt liberis mentibus exsequamur.

El que es “todo-poderoso”, es “todo misericordia, todo-cariño”. A él le pedimos que aleje, excluya de nosotros todo lo que, en nuestro cuerpo, en nuestro espíritu, en todo nuestro ser integral estorba o impide el cumplimiento del querer, del proyecto de Dios sober nosotros. Con término expresivo la oración habla de “adversantia”, todo lo adverso, quizás no tanto como dificultades, sufrimiento, sino como estorbo real para el cumplimiento de la voluntad de Dios.
“… dejemos toda carga inútil y librémonos del pecado que continuamente nos asedia, y corramos con perseverancia en la carrera que se abre ante nosotros, fijos los ojos en Jesús..."  (Hb12,1-2)
Libres de todo “estorbo”, de todas las “adversantia”, podremos correr “expediti mente et corpore pariter” y podemos llegar a cumplir la voluntad del Padre con libertad de espíritu “liberis mentibus”, con la “libertad de los hijos de Dios” (Rm 8).
“Ligeros de equipaje” los cristianos podremos, como la amada del Cantar de los Cantares, advertir al menor signo la llegada del Esposo: “¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!”. Se abrirá la puerta del festín y entraremos, todos juntos, con alegría para celebrar las bodas del Cordero.
En la espera, nos dormiremos, pero también cantaremos: “Oh Dios, tú mi Dios, por ti madrugo; mi alma está sedienta de ti como tierra reseca, agostada, sin agua”.
Se oye “la voz del arcángel”. "¡Salid!” – “Sal de tu tierra” hacia la tierra prometida. Y esta Tierra es Dios mismo: “Vosotros habéis visto lo que he hecho con vosotros y cómo os llevado sobre alas de águila y os he traído a Mí…” (Éx 19, 4).

Bien merece la pena soltar amarras, dejar los “estorbos”, de la naturaleza que sean, para tener en recompensa, una recompensa nunca del todo merecida, participar en las bodas del Cordero, el ser admitidos por el Esposo. Aunque tarde, él viene, él llega, es fiel a la cita.

“¡Salid!”, no sólo a verle, sino a encontraros con él, "a su encuentro”, "obviam Christo!". Y así, concluye Pablo en el texto de la 1 Tesalonicenses que nos ha regalado hoy la liturgia: “et sic semper cum Domino erimus”!


DOMINGO XXXIII del Tiempo Ordinario


“Señor Dios nuestro, concédenos vivir siempre alegres en tu servicio, porque en servirte a ti, creador de todo bien, consiste el gozo pleno y verdadero”.


Me gusta la traducción italiana de esta oración colecta:

“Il tuo aiuto, Signore, ci renda sempre lieti nel tuo servicio, perché solo nella dedizione a tein tua semper devotione gaudere -, fonte di ogni bene, possiamo avere felicità piena e duratura”.

Dios es divinamente dadivoso, generoso con nosotros. Para que vivamos siempre alegres en su servicio”. Él se fía de cada uno de nosotros. Él, “creador de todo bien”, conoce nuestras posibilidades y nos regala su Don “según la capacidad de cada uno”, no para que vivamos con afán, con ansia, acumulando bienes, estresados, sino para que con alegría nos entreguemos a él, en el servicio y en la donación a los hermanos. Para que vivamos como hijos y hermanos, la filiación y la fraternidad de los hijos de Dios.

“Vivir alegres en el servicio de Dios” es vivir una vida plena, esponjada; es tener una mirada amable y confiada hacia Dios y hacia los demás. Éste es “el gozo pleno y duradero”, del que nos habla la oración.

Y ésta será la auténtica actitud cristiana con la que esperamos “la gloriosa manifestación de Nuestro Señor Jesucristo”, la espera vigilante del Esposo para ser admitidos, hoy en su Banquete eucarístico, y mañana en el banquete eterno del SEÑOR.

 
No me resisto a escribir unas líneas que robo a mi hermana-amiga Cristina Cruciani en La Vita en Cristo e nella Chiesa, con una interpretación que me ha gustado y sorprendido de la parábola de los talentos. Traduzco libremente:

Talento de valor inestimable es el don de celebrar la liturgia. Ésta es respuesta a la iniciativa de Dios y, a través de los ritos y oraciones, nos conduce a ser tocados por su Presencia de salvación. Este talento que hay que usar bien y hacer fructificar es la mediación necesaria impuesta por nuestro ser de criaturas encarnadas, es la prolongación de la encarnación de Jesús que por medio de las acciones litúrgicas sigue extendiendo la mano, tocando y curando.

Toda la salvación nos llega a través del sacramento, en el tiempo y en el espacio. Ser fieles y ‘traficar’ el talento quiere decir para nosotros aprovechar la liturgia, acción tan divina y tan humana. Tomarse en serio la liturgia significa en concreto conocerla, prepararla, vivirla, guardarla y mimarla como una realidad preciosa sin la cual no sabríamos como instaurar el diálogo de amor y llegar a la comunión con nuestro Dios, creador, amor y misericordia: Padre, Hijo y Espíritu Santo. La liturgia verdadera no es el aparato externo, aunque éste sea necesario; es lo que en ella acontece lo que cuenta…”

Dejo aquí la cita de Cristina, aunque es importante también lo que va diciendo luego con relación a los jóvenes y la liturgia, la referencia a los jóvenes de la JMJ de Madrid en Cuatro Vientos… Grazie, Cristina, innamorata della Liturgia!


He leído con gusto y afecto su comentario antes de participar en la Eucaristía dominical en la parroquia. Al ayudar a distribuir la comunión y ver tantos adolescentes y jóvenes, me alegré profundamente. Es una experiencia que hago casi todos los domingos: los y las que ayudan y cantan y animan en el coro dirigido por mi hermana Conchi, los y las que después de la Misa van a la catequesis de post comunión y Confirmación y los que, gracias a Dios, siguen participando solos o con sus padres en la Misa dominical...

¡Gracias a Dios por la experiencia que nos regala cada domingo! La siento como don y tarea…




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