sábado, 21 de julio de 2012

Mis ovejas escuchan mi voz, y Yo las conozco

Domingo XVI del Tiempo Ordinario

La Iglesia en estos meses calurosos del verano 2012  nos acompaña en su liturgia con una Palabra singularmente ungida y alentadora.
El jueves de la semana XV, en el pasaje evangélico, escuchábamos la Palabra de Jesús Maestro que invita “a los cansados y agobiados” a ir a Él para recibir alivio, descanso, paz. Habíamos escuchado el dái anterior su hermosa explosión de alabanza al Padre por los sencillos – esos “cansados y agobiados” -  que acogen la palabra de la salvación, la revelación del Padre y del Hijo, mientras los “entendidos” se niegan a aceptarla.
La Palabra de Dios del domingo XVI del T. O., tanto la 1ª lectura como el evangelio se centran en la imagen del Padre y del Hijo como “pastores buenos”, que congregan y guían por los caminos de la vida verdadera a su rebaño. Ante los “pastores que dispersan y dejan perecer las ovejas del rebaño” de Dios, éste declara: «Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas de todos los países adonde las expulse´, y las volveré a traer a sus dehesas, para que crezcan y se multipliquen». Para eso el Señor suscitará de su mismo pueblo “pastores que las pastoreen… y ninguna se perderá”.

Y así, “el vástago legítimo de David,  el Mesías, “reinará como rey prudente”; éste será el Verbo encarnado, Jesús de Nazaret, el que se presenta como Pastor de las “ovejas que están sin pastor”. Él es el Pastor “bello, idóneo, auténtico, definitivo”. El verdadero Pastor, “porque ha sido el único que expuso y depuso su vida por la grey”.

De Jesús, buen pastor, Marcos subraya en el pasaje evangélico de hoy una cualidad fundamental: la compasión. "El verbo griego splagchnízomai, que podemos traducir también por «conmoverse», subraya una implicación emotiva y sensible hacia la indigencia del otro. La compasión no es sólo un movimiento interior, nace de una mirada atenta y se convierte en respuesta generosa e inmediata a las expectativas y a las necesidades del prójimo".
Sobre este extraordinario icono de Jesús, pastor compasivo, ha de modelarse la fisonomía de cuantos ejercen un ministerio en la Iglesia. Lo recuerdo especialmenet en estos días en que damos gracias a Dios por los nuevos 'ministros' ordenados en varias dióecesis españolas. Pero la compasión hacia ‘las ovejas sin pastor’ ha de caracterizar a todo bautizado, que, resucitado a vida nueva, “lleva también él los estigmas de las preocupaciones sacerdotales de Cristo-Sacerdote, de su ansia apostólica” (P.  Endokimov).
Porque para quien vive en Cristo, el prójimo no puede ya ser considerado como un extraño ni ser tratado con indiferencia o fastidio. En efecto, cuando Jesus miraba a las personas, a la multidud, a la gente, descubría en ellas el rostro del Padre. Esto les daba la alegría de descubrir ellas mismas el propio rostro, y de sentirse así amadas por Dios en su singularidad.
"Y la vida reflorecía como por encanto. Ahora esta «primavera» continúa, debe continuar en la Iglesia, a través de cada uno de nosotros”.

El cántico de Ef 1, 3-14 nos dejaba la semana pasada con la referencia explícita a la presencia y actuación del Padre, del Hijo y del Espíritu. San Ambrosio el miércoles en el oficio de lectura concluía  sus palabras con esta hermosa síntesis trinitaria:
Dios Padre te ha sellado, Cristo, el Señor, te ha confirmado y ha puesto en tu corazón, como prenda suya, el Espíritu”.

Este domingo XVI, la liturgia proclama de nuevo la lectura de la carta a los Efesios  (Ef 2, 13-18)  y esta carta nos acompañará  hasta la semana XXI del Tiempo ordinario. .

Pablo nos asegura que "ahora" estamos “en Cristo Jesús”. No sólo le pertenecemos, porque Él nos ha rescatado con su sangre y su carne, sino que ‘somos’ en Él, y “Él es nuestra paz”. Con su pasión y muerte, con su misterio pascual, Cristo “ha derribado” todo lo que nos separa del Padre y de los hermanos; nos ha hecho, en Cristo Jesús, “un solo hombre nuevo”.

Y así, todos podemos acercarnos, volver a nuestro origen fontal: “al Padre con un mismo Espíritu”.

R. El Señor es mi pastor, nada me falta

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar.
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
Me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
 
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.